Hasta el 9 de abril, la galería Bandy Bandy exhibe en Bogotá ‘Los días póstumos de una guerra sin final’, una exposición con 97 imágenes del fotógrafo colombiano Federico Ríos, producto de su trabajo de inmersión para retratar a la guerrilla de las FARC: antes, durante y después de los Acuerdos de Paz.

Por: Adrián Atehortúa
Fotos: cortesía Federico Ríos

Uno de los trabajos más destacados del fotógrafo colombiano, Federico Ríos, nació de sus preguntas personales acerca del conflicto armado en Colombia, particularmente, de la imagen que los medios de comunicación han construido sobre las guerrillas y de la realidad que se vive al interior de los grupos insurgentes. Con esas cuestiones en su cabeza, este reportero gráfico decidió hacer los contactos necesarios para ‘llegar al monte’, ver con sus propios ojos la realidad de los insurgentes y retratar con su lente la vida cotidiana de los guerrilleros.

“Yo me preguntaba quiénes son ellos, qué es lo que quieren. ¿Son una especie de pandilla de Robín Hood en el bosque, o unos malhechores sedientos de sangre? Cuando empecé a viajar me fui dando cuenta de que, por ejemplo, cuando el Ejército daba un golpe presentaba imágenes de bajas de hombre jóvenes y fuertes, pero nuca de mujeres. Y resulta que el 40% de las FARC eran mujeres, pero claro: mostrarlas no hacía parte del mensaje de guerra que querían transmitir el Ejército ni el Gobierno. Entonces me di cuenta que había muchas cosas que no se mostraban: que hay mujeres, que hay menores de edad, personas de la tercera edad… una dinámica de vida muy diversa a la que yo me imaginaba”, explicó el fotógrafo.

Antes de hacer este trabajo, Ríos se había hecho preguntas similares sobre los habitantes de algunas comunas de Medellín o de comunidades campesinas aisladas. Entonces, hizo lo propio con la guerrilla de las FARC, pero esta vez no bastaron unas cuantas visitas, fueron necesarios ocho años de ir y venir, por todo tipo de trochas, para hacer un seguimiento cada vez más cercano de sus realidades. A veces estaba con ellos un par de días, a veces un par de semanas, a veces poco más de un mes.

Foto: cortesía Federico Ríos

En ese trabajo de inmersión, el fotógrafo fue testigo inesperado de un momento histórico: el paso de la guerra a la paz. De esa manera, logró retratar la dejación de armas y la reincorporación a la vida civil de los integrantes de la guerrilla más antigua del mundo. Desde el inicio de las negociaciones en La Habana, en noviembre de 2012, Ríos vivió junto a los guerrilleros, en lugares recónditos, los altibajos que implicaron las negociaciones, las cotidianidades en los periodos de tregua y también en los momentos de tensión. En cierto sentido, hizo parte de ese momento existencial que implicó para estas personas dejar atrás una vida para empezar otra.

Hasta ahora el fotógrafo tiene más de 40 mil imágenes con las que conformó un archivo que sigue alimentándose con el acontecer del conflicto armado en el país. Por eso, la curadora Céline Lerebourg de la galería Bandy Bandy Gallery eligió parte de este material para una exposición y, en un trabajo de varios meses de selección, escogió 97 fotografías que están en exposición hasta el 9 de abril.

La foto más reciente de la exhibición se captó en 2018 en un campamento de las disidencias de las FARC. De ahí su nombre: Los días póstumos de una guerra sin final, porque, a fin de cuentas, su autor, con todo y lo que ha visto de primera mano, tiene la certeza de que la guerra en Colombia aún no ha parado. Y tal vez no parará hasta dentro de mucho tiempo.

“A mí el tema me preocupa y por eso sigo abordándolo. Y es que todavía no le veo fondo: esto sigue sucediendo en el campo colombiano. Y por eso el nombre de la exposición. Los motivos que le dieron origen a las FARC, al M-19, al ELN, al EPL siguen tan vigentes como hace treinta, cuarenta, cincuenta años, cuando se fundaron estos grupos guerrilleros. Y eso hay que visibilizarlo, más en  Bogotá donde ningún ciudadano se puede imaginar que en Colombia hay gente que tiene que caminar durante dos días para llegar al colegio a clases, si es que hay colegio. Situaciones peores que hace cincuenta años. Y en esas necesidades uno identifica salidas que son desesperadas como lo es tomarse las armas. Con esa salida yo no estoy de acuerdo, no estoy de acuerdo con la lucha armada. Pero el camino me ha llevado a entender por qué muchas veces la gente opta por esa alternativa”, reflexionó Federico Ríos.

De ahí que en las fotografías que componen la exposición haya imágenes que retratan escenas de la insurgencia en su continuidad, como una bandera de Colombia con el escudo de las FARC-EP colgada en un tendedero, secándose entre los platanales; dos piernas enfundadas en sus botas entrelazadas en un abrazo anónimo; una mujer con uniforme sentada bajo el sol peinando su larga cabellera mientras un hombre, que está a su lado, la contempla; una metralleta que reposa en el suelo y, sobre su mango, una bayetilla fucsia que se enrolla como los pliegues de una rosa florecida; una mula y su jinete con el agua hasta el cuello irrumpiendo la verde calma de un río, dejando una estela a su paso.

Son imágenes que están llenas de intimidad y que pudieron ser compuestas por la paciente labor de permanecer y esperar. Un ejemplo es la serie de retratos en los que se ve a los combatientes frente a los objetos que llevan en su mochila, como una especie de inventario de lo que llevan a cuestas, prácticamente su propia vida.

“Yo creo que en la medida en que uno se acerca más a la humanidad de los diferentes actores alcanza a entender mucho de las causas que originan el conflicto. Y en la medida que siga sucediendo yo voy a seguir documentándolo para humanizar cada vez más a los actores. Es un error convertir a los grupos en nombres de grupos, en máquinas de guerra”, concluyó el fotógrafo.

Los retratos de Federico Ríos, llenos de luces y sombras, de cotidianidad y crudeza, de cielos cambiantes y frondosidades verdes, han ocupado páginas y portadas de publicaciones internacionales como The New York Times, y han sido galardonados en concursos internacionales de fotografía en Alemania y Japón.

Foto: cortesía Federico Ríos