Un libro sobre niños en la guerra escrito por niños en la guerra, es un libro que todo el mundo debería leer en Colombia. Ese libro existe y se llama Les di la mano, tomaron la piel. Esta es su historia.
Por: Adrián Atehortúa
Nicolás Sánchez, Fernando Hernández y Óscar Aponte eran estudiantes de Comunicación Social en la Universidad de la Sabana, en Bogotá, que se juntaron para trabajar por un interés compartido sobre el periodismo y, especialmente, sobre derechos humanos en Colombia. La mejor y más clara solución para sus ambiciones en aquel momento era crear un medio de comunicación dedicado al tema y así emprendieron las primeras reporterías de su proyecto. Cuando se sentaron a redactar, el resultado no los dejó totalmente satisfechos: “nos dimos cuenta que nuestro rol podría revictimizar a las personas porque de pronto era solo contar su dolor y llegar hasta ahí. Entonces, pensamos en cómo poder brindarles las herramientas para que fueran ellos mismos los que contaran lo que se sintieran tranquilos de contar, más como un tema de catarsis, de liberación, de hacerse escuchar”, recuerda Óscar Aponte.
Así iniciaron un nuevo rumbo, más guiados por instinto que por una hoja de ruta trazada, y de ahí nació la Fundación Huella Indeleble, que se interesó por los niños reclutados en la guerra. El camino los llevó a unirse con la Fundación Fahrenheit 451, que desde hace once años trabaja con población vulnerable; luego se aliaron con la Fundación Tyet Mujer, que trabaja con mujeres, y posteriormente se conectaron con la Fundación Benposta, que acoge niños arrebatados por el conflicto o en gran riesgo de caer en él. Y empezaron.
Todos los miércoles de 3 a 5 de la tarde un integrante de las fundaciones hacía de profesor y esperaba en el aula a los niños interesados en literatura que llegaban voluntariamente. Al inicio de cada mes se consensuaba un tema elegido o propuesto por los mismos niños, se les mostraba literatura relacionada y se les enseñaban herramientas de escritura que con el tiempo fueron dominadas por cada estudiante para hacer sus relatos sin intervención de nadie más que ellos. “Llegar al aula era como encontrarse con una pequeña Colombia. Te dabas cuenta que la guerra no hace distinciones con los niños: afros, indígenas, campesinos, de la ciudad… pero también era ver que ahí ellos no se dejaban llevar por rencores o porque hubieran pertenecido a uno u otro bando. Era como un ejemplo de que en Colombia sí se pueden reunir miembros de diferentes partes sin agredirse”, recuerda Javier Osuna, de la Fundación Fahrenheit 451.
Con el tiempo, cada semana dejaba una cosecha de textos muy personales que, sin proponérselo, de una u otra manera hablaban de la guerra sin hablar de ella, porque era un tema que afloraba por sí solo. La gran diferencia es que siempre existía el punto de vista desde la experiencia de los niños, escrito por niños, que es una experiencia casi intransferible. “Lo importante del proceso era que los chicos entendieran que tienen una voz que merece ser escuchada. Muchos de ellos son víctimas de diversas violencias, no solo la del conflicto, también la del abandono estatal que es infame y una violencia estructural que recae en casi todos los niños que dictan los adultos diciendo más o menos ‘tú te callas, tú no sabes porque eres un niño’”, dice Nicolás Sánchez.
Pasados dos años, la cantidad de textos no daba para menos que un libro. Uno muy bueno, muy necesario. Los maestros se reunieron, hicieron una selección —que, por supuesto, no fue fácil—, presentaron la idea a una beca de creación e investigación del Distrito de Bogotá… y se la ganaron. Así nació en octubre de 2017 Les di la mano, tomaron la piel: 170 páginas que son prueba del ineludible pero siempre evadido tema de los niños en la guerra que, generalmente, es narrado por adultos hablando como adultos en nombre de los niños. Pero esta vez no. Son sus temas, son sus palabras y son sus dibujos los que están impresos. Relatos y poemas que solo podrían surgir así, porque así los expresan ellos mismos; que dicen cosas como: “Te vi con tus ojos ¿o con los míos? Eres tú, estás ahí en el piso. Pasado un largo tiempo Ícaro se pregunta nuevamente qué es querer, qué haces ahí tirada, dime, estoy confundido”, o “Voy en la calle, llego a la casa, siempre me asusta, pero hoy no. Se preocupa de que no me asusto; ahora yo soy el miedo” o “Quiero, ¡Ay, cómo quiero! / Sacudir el polvo de mi lengua / Quiero, ¡Ay, como quiero! / darle vida a mi lengua”. Y así sucesivamente.
Desde su publicación, el libro se ha pensado como un objeto de libre circulación y, a pesar de eso, su difusión en Colombia no ha sido fácil. Ha recibido, paradójicamente, apoyo internacional que ha permitido, por ejemplo, una segunda versión para el Cono Sur hecha por la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina. “Es una tarea difícil. Es como si, de nuevo, acá en Colombia no quisiéramos ver que esto está pasando”, dice el profesor Javier Osuna. En cualquier caso, este libro único puede descargarse aquí. Cualquier lectura suya, es siempre una lectura necesaria.