Para Héctor Abad Gómez comunicar su conocimiento, sus ideas y sus propuestas era una responsabilidad ciudadana. Estuvo siempre en relación con los medios de comunicación, sobre todo con prensa y radio que fueron los más utilizados en su época. Compartimos también dos fragmentos de audio donde se evidencia la vigencia que tienen sus palabras.

Por Luz Adriana Ruiz Marín – UdeA Noticia
Fotografía de portada:  Héctor Abad Gómez (al centro) y Dr. Richard Saunders (primero de izquierda a derecha) probablemente en la sede de Futuro para la Niñez. 1961. Autor: desconocido. Cortesía Corporación Héctor Abad Gómez.

 

 

  • Análisis sobre asesinatos de los líderes de la Unión Patriotica
  • La violencia era un tema recurrente en todas sus publicaciones, «un síntoma de profundas enfermedades sociales de tipo religioso, político, cultural o económico».

El profesor Héctor Abad Gómez publicó más de 350 columnas de opinión en los periódicos El Mundo, El Colombiano, El Espectador, El Tiempo y El Correo. También participó con sus opiniones en espacios radiales propios, como el que se llamó Una voz libre en el radio periódico Clarín y en la Emisora Cultural de la Universidad de Antioquia con el programa Pensando en voz alta. Además de las múltiples veces que era consultado por los medios como experto en temas de salud pública o como autoridad en derechos humanos. Llamaba Una voz libre también a sus publicaciones esporádicas en El Tiempo.

Siendo estudiante sexto año de medicina Héctor Abad Gómez es elegido por el Consejo Directivo de la Universidad de Antioquia como representante estudiantil, para el periodo 1944-1946, pero podría decirse que su primer acto político fue la creación del periódico estudiantil U-235. Un medio de comunicación con un enfoque de denuncia que ponía el foco en algunos temas de ciudad y de la Facultad de Medicina sobre los que era necesario reflexionar y buscar alternativas de solución. El nombre del periódico U-235 hacía referencia a la desintegración del átomo de uranio, descubrimiento que propició la construcción de la bomba atómica, y que además sirvió de inspiración para que este medio se convirtiera en eso, en una bomba, como el mismo Héctor describía en la primera editorial.

Durante los agitados años 60 se intentó revivir el periódico U-235 en la Facultad de Medicina, desde estas nuevas páginas los profesores y algunos invitados criticaron el atraso en la asistencia médica. La reaparición no tuvo éxito, la publicación fue tildada macartista y dio lugar al surgimiento del periódico QRS que se decía era dirigido por el Opus Dei o por la Pax Romana.

En esa misma década Héctor Abad Gómez fue columnista de El Espectador, sus palabras cuestionaban fuertemente lo que sucedía en el país, y en el mundo. En sus análisis predomina una visión integradora de los asuntos, en la que conectaba causas y efectos. También publicaba algunos textos en El Colombiano, pero esos por ser este periódico de corte conservador eran reflexiones sobre la vida, y algunas sobre salud.

columna-silenciaron-el-mundoDesde que apareció el primer ejemplar del periódico El Mundo, en mayo de 1979, Héctor Abad Gómez fue un religioso columnista que publicaba sin falta cada ocho días, algunas veces dos columnas en una misma semana. Esa tarea muestra un hombre constante, coherente con sus palabras hasta el día de su muerte. El 27 de agosto El Mundo como homenaje póstumo publicó el espacio de su columna en blanco con el título: ¡Qué horror! Lo silenciaron…

El periodismo para el profesor Abad era una pasión, algo de lo que no podía huir, otro oficio en el que demostró su disciplina. Defendía la libertad de expresión, por eso celebró con entusiasmo la aparición de un periódico de corte liberal como El Mundo. Pero al mismo tiempo entendía la responsabilidad que pesaba sobre los hombros quien ejercía esta profesión, instaba a los periodistas a cubrir temas de relevancia para la comunidad, los cuestionaba como gremio porque a veces permanecían ajenos a la realidad o servían a intereses económicos o políticos.

En esa época no existían los comentarios en los textos, entonces Héctor Abad Gómez respondía a sus colegas columnistas a través de cartas enviadas a los diarios, o desde sus propias columnas, con argumentos para debatir palabras o hacer hincapié en datos.

Con su programa Pensando en voz alta se consolidó como colaborador de la Emisora Cultural, durante los 60 minutos que duraba su programa hablaba de la realidad del país, de la situación de derechos humanos, leía poemas y cartas de los oyentes. Tenía una forma particular de hablar, muy acorde con el medio radial, una forma intimista, cercana, como de conversación. Leía y comentaba las opiniones que le hacían del programa o de los temas tratados. Pensando en voz alta se transmitía los domingos en una franja de gran sintonía, y se repetía los lunes a las ocho de la noche. Como en las épocas del U-235 Pensando en voz alta produjo también algunas controversias.

En octubre de 1980 fundó la revista Viento Nuevo, en compañía de Jaime Borrero Ramírez, Ricardo Saldarriaga, Leonardo Betancur, Emilio Cadavid, Margarita Vélez y Gustavo Cadavid. Esa revista sólo tuvo cuatro números, el último salió en junio de 1985. Una publicación que en su primer número comunicó que estaría orientada por la filosofía panómica y que pretendía convertirse en un canal para el intercambio de ideas, inquietudes, conocimientos y por qué no hasta de descubrimientos. Una revista: “que quiere ser no una revista médica más, sino una revista de los trabajadores de la salud que tengan inquietudes científicas, académicas, culturales, artísticas, políticas, económicas o sociales, que las quieran comunicar a los demás”.

En varias ocasiones Héctor Abad Gómez se llamó periodista aficionado, alguien que estaba buscando cómo contrastar datos, cifras y fuentes para que la comunidad saliera de su ignorancia, en temas que no tenía a su alcance. Reconocía el valor del periodismo como profesión, de la importancia que tiene para la sociedad conocer aquellos asuntos que tocan directamente su realidad. Era consciente del poder que tiene la información para influir en las personas que no pueden obtener de primera mano conceptos, políticas, medidas para la prevención de la enfermedad.

En temas relacionados con salud pública, su interés de difusión era el que gente supiera cuáles eran los problemas que afectaban su salud, y de paso dar a la comunidad elementos para aprender a solucionarlos. Pero más allá de eso, Héctor Abad Gómez pensaba, como rezan los principios del periodismo, que una comunidad bien informada puede tener más criterio para discernir lo que sucede en la sociedad, es una comunidad menos ignorante, con más posibilidad de contrastar la información que recibe.

Héctor Abad Gómez combinó perfectamente esta arista de su personalidad, con su profesión médica y con su sentir político. Decía con frecuencia “soy el único periodista con licencia médica”. En sus columnas de opinión es posible rastrear la visión personal acerca de diversos temas: su concepción de medicina social, de la prevención de las enfermedades, de salud pública, su visión sobre la política y sobre los derechos humanos. Además de temas de coyuntura nacional e internacional que podrían afectar a grandes grupos poblacionales, como la violencia, la paz y la defensa de los derechos humanos, donde señalaba casos puntuales; la situación del país o de otros países y cómo eso podría afectar al nuestro.

Ese afán que siempre tuvo por comunicarse con el mundo, parecía como un compromiso interno que muchos no entendían, y siguen sin entender. ¿Por qué si sabía el impacto que tenían sus palabras seguía ahí, insistiendo, alzando la voz, pensando en voz alta? Él mismo lo decía cuando era interpelado por algo que había dicho o escrito, que era una voz libre, por eso algunos de sus espacios en la radio o en la prensa los había titulado así. Porque sentía una necesidad, que era más fuerte que él, de insistir en temas que siguen siendo los mismos de hace más de 25 años. Como que los niños se mueren de destruición en Colombia y en el mundo, que todavía hay lugares donde no hay agua potable, que la salud debe ser un derecho y no un privilegio, que debemos conocer nuestros derechos y ejercer nuestros deberes, que la violencia debe estudiarse como un problema de salud pública, que la justicia social debe ser determinante cuando se habla de conseguir la paz.

El estudio de su obra y de sus archivos deja claro que era un hombre con una disciplina increíble por el uso de la palabra escrita, que era un hombre que le gustaba exponer sus ideas, que le gustaba cuando alguien las controvertía porque tenía la posibilidad de debatir y compartir sus opiniones, no para tratar de convencer a los otros, sino para proponer y construir a partir del disenso.

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