{Este texto es el editorial de la edición 85 del periódico de De la Urbe}

Fotografía: Ana María Gómez

Fantasmas. Hace treinta años corría agosto de 1987, uno de los meses más brutales que recuerde la Universidad de Antioquia. Basta con mencionar un día, el 25, cuando Luis Felipe Vélez, Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur fueron acribillados en la sede de Adida, el sindicato de maestros de primaria y bachillerato del departamento. Entre julio y diciembre fueron asesinadas diecisiete personas relacionadas con la Universidad: profesores, estudiantes, egresados. Se les tildaba de guerrilleros, idiotas útiles, defensores de sindicatos y alimentadores del descontento. El objetivo, confesó años más tarde el genocida Carlos Castaño, era “anular cerebros”. Lo dijo sin vergüenza, orgulloso de lo conseguido.

1987 es un mazazo seco no solo en la memoria de la Universidad sino del país por la cacería infame de grupos paramilitares, en complicidad con la fuerza pública, a todo lo que se les parecía a la izquierda, incluidos los líderes de la naciente Unión Patriótica.

¿A qué va todo esto? A que 1987 se nos ha vuelto un año, particularmente, cercano. El mes pasado, el defensor del pueblo, Carlos Alfonso Negret Mosquera, actualizaba las cifras de líderes sociales asesinados en lo que va de 2017: 52. Lo que a comienzos de año ocupaba algún recuadro en periódicos o noticieros, ya hoy apenas si es un comunicado. Negret reportó aproximadamente quinientas amenazas a líderes —Cauca y Antioquia aparecen como los departamentos con más amenazas— y denunció cinco homicidios selectivos a integrantes de las Farc durante su reincorporación a la vida civil. No se trata de casualidades ni coincidencias, esos métodos tan eficaces y peligrosos de la memoria: el nuestro es un Estado históricamente incapaz de garantizar la vida de quienes se parten el lomo por sus derechos y los de su comunidad en el territorio. Y es inevitable pensar en las palabras del maestro Manuel Mejía Vallejo el 26 de agosto de 1987, durante el entierro de Héctor Abad Gómez: “Vivimos en un país que olvida sus mejores rostros, sus mejores impulsos, y la vida seguirá en su monotonía irremediable, de espaldas a los que nos dan la razón de ser y de seguir viviendo”.

Entretanto, a finales del último julio, Medellín afrontó dos de los días más violentos de 2017 en menos de una semana; once homicidios en 48 horas: riñas, venganzas y robos; el secreto a voces es que hay una fractura dentro de la estructura delincuencial de la ciudad. Ante estos hechos, un grupo de ciudadanos tiñó con anilina vegetal no contaminante, pero roja, muy roja, el agua de varias fuentes ornamentales como la del teatro Pablo Tobón y la del Parque Bolívar. Como gritando: hey, nos estamos matando, ahí está la sangre; es un asunto de todos. De inmediato, el foco de la noticia, más allá de los 52 asesinatos de julio, volteó a esperar la respuesta del alcalde Federico Gutiérrez.

Y esa respuesta fue de una pobreza insultante: “Esto tiene unos costos financieros”, dijo. Es cierto, eso dijo. A su estilo de papá regañón, inquietado por la economía familiar, Federico gritó en cámaras su preocupación por la cuenta que EPM le pasaría por el costo del vaciado, arreglo y lavado de las fuentes. Su Secretario de Seguridad —el encargado, porque el oficial enfrenta líos con la justicia— tachó el hecho de acto criminal. El alcalde regresó a los reflectores y les concedió a los ciudadanos la oportunidad de protestar, pero pasitico y sin tocar sus bolsillos. ¿Y la solidaridad, Federico? ¿Y la vida? Paralelo a sus declaraciones, como si los años no pasaran, como si no aprendiéramos de ellos, Ricardo Yepes, concejal, proponía una nueva Operación Orión para recuperar y garantizar la seguridad del corregimiento de Altavista. A veces la historia es un sartal de cuchillos arrojados a la cara.

Situaciones como estas, fechas en el corazón, días escalofriantes, declaraciones horribles, gestos de dolor, nos zarandean y recuerdan nuestro deber como periodistas: salvaguardar la memoria, alertar, convocar, informar con esmero y honestidad, sostener temas (porque con el olvido solo ganan los malos políticos y los criminales). Ser mosquitos que zumban al oído y, sobre todo, incomodan. Ese es el único homenaje posible a la altura de nuestras víctimas.

 

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1987, en la memoria
El 25 de agosto de 1987 asesinaron a Héctor Abad Gómez, Luis Felipe Vélez y Leonardo Betancur, en medio de una racha sangrienta contra los defensores de derechos humanos y los sindicalistas en Medellín. Hoy, al cumplirse 30 años de ese fatídico día, presentamos esta serie de videos en los que sus familiares y amigos recuerdan sus ideas.

 

Leo Betancur 22.1Las violencias en la Universidad de Antioquia
Entre julio y diciembre de 1987, los paramilitares asesinaron a 17 profesores y estudiantes de la Universidad de Antioquia, a los principales líderes del Comité de Derechos Humanos y a importantes activistas de la Unión Patriótica y la Juventud Comunista. Según William Fredy Pérez, investigador de esta Universidad, la desprotección de la comunidad universitaria por parte del Estado ha posibilitado diferentes tipos de violencias, como la que ocurrió hace 30 años en el Alma Máter.

 

foro-derechos-magdalena-medio-1987En Colombia, la Defensa de los derechos es una labor de alto riesgo
1987 fue un año difícil para los líderes sociales y los defensores de Derechos Humanos. En Antioquia, profesores, estudiantes fueron perseguidos y asesinados por paramilitares. Treinta años después, el panorama sigue siendo desalentador y la impunidad continúa siendo la constante en la mayoría de los casos. Este video reúne algunas cifras que demuestran que en Colombia la defensa de los Derechos Humanos sigue siendo una labor de alto riesgo.

 

que cese la matanzaLas víctimas de 1987
1987 fue uno de los años con mayor número de asesinatos de líderes y defensores de los Derechos Humanos, y Medellín puso la mayoría de los muertos. Tan solo en la Universidad de Antioquia, entre julio y diciembre, los paramilitares asesinaron a 17 estudiantes y profesores que estaban vinculados al Comité de Derechos Humanos, a la Unión Patriótica o la Juventud Comunista. Treinta años después recordamos sus nombres.

 

audiosinternaUna voz libre
Para Héctor Abad Gómez comunicar su conocimiento, sus ideas y sus propuestas era una responsabilidad ciudadana. Estuvo siempre en relación con los medios de comunicación. Compartimos también dos fragmentos de audio donde se evidencia la vigencia que tienen sus palabras.

 

hectorinterna_laviolenciaLa violencia
“Tratar de acabar la violencia con ´otra violencia´ es como pretender curar una enfermedad con otra enfermedad”, escribió Héctor Abad Gómez en su columna del Periódico El Mundo, el 12 de octubre de 1986. A treinta años de su asesinato, ocurrido el 25 de agosto de 1987, compartimos este texto para resaltar la vigencia de su pensamiento.

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