Laura Ruiz, estudiante de último semestre de Derecho en la Universidad de Antioquia, participó en la primera convocatoria de Manos a la Paz, una iniciativa del Ministerio del Posconflicto y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que invita a los jóvenes universitarios a trabajar por la construcción de paz en los territorios más afectados por el conflicto armado en Colombia.

Por Esteban Tavera
Fotografías: Archivo personal de Laura Ruiz

En septiembre de 1997 la televisión pública colombiana emitió la serie Tiempos Difíciles, una historia basada en las experiencias de cientos de jóvenes universitarios que en 1991, en medio del ambiente esperanzador que trajo consigo la promulgación de una nueva Constitución, se propusieron sacar el conocimiento de las aulas para llevarlo a los territorios más olvidados del país.

La iniciativa que inspiró este programa de televisión se llamó Opción Colombia. Su nombre hacía alusión a la necesidad que sintieron los jóvenes de convertir la Constitución de 1991 en su opción y su bandera. Esta experiencia de formación universitaria los enfrentó a una realidad muy diferente a la de los libros. En sus prácticas, los estudiantes debían lidiar con el abandono del Estado y la presión de los grupos armados.

Ese compromiso social que motivó a los jóvenes que inspiraron Tiempos Difíciles, lo están experimentando hoy los 300 universitarios que hacen parte del programa Manos por la Paz.

Laura Ruiz es estudiante de último semestre de Derecho en la Universidad de Antioquia, y es una de las quince
estudiantes de esta Universidad que atendieron la convocatoria del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio del Posconflicto. Esta joven aceptó el reto y se comprometió a convertir el actual proceso de paz en una bandera digna de ser llevada a todos los rincones del país.

Lo que busca el programa, según el PNUD, es “fortalecer las capacidades de construcción de paz en los territorios, vinculando estudiantes comprometidos con el desarrollo del país, aportando desde distintos ámbitos, tales como: la superación de la pobreza y el desarrollo económico; el desarrollo sostenible y el medio ambiente; la gobernabilidad local, la convivencia y la reconciliación”. Hasta el momento, sesenta universidades y más de 2.500 estudiantes se han sumado a esta iniciativa.

“Lo que nosotros hacíamos –cuenta Laura Ruiz– era fortalecer proyectos que el PNUD ya había empezado en los territorios. A mí me tocó el municipio de San Calixto, Norte de Santander, en la región del Catatumbo. Participé en un programa de fortalecimiento institucional. Logré diseñar una propuesta de titulación de los baldíos urbanos que le pertenecen al municipio. Las familias campesinas construyeron sus casas en estos lugares sin tener escritura pública. El proyecto buscaba alternativas para legalizar estas propiedades”.

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El tema de la paz, por alguna razón, ha perseguido a Laura en varias ocasiones. Cuando cursaba el último año de colegio, para uno de sus trabajos finales, expuso la Ley de Justicia y Paz a raíz de las inquietudes que le generaba en ese entonces el proceso de negociación de San José de Ralito. Ahora, cuando está a punto de graduarse de derecho, se considera una militante de la paz.

Laura llegó al Catatumbo en marzo de este año. Esta región, que comprende once municipios del departamento de Norte de Santander, ha sido históricamente habitada por el Eln, las Farc y el Epl. Una realidad ajena para muchas personas que viven en las principales capitales del país y que, como le sucedió a Laura, solo conocen cuando llegan a estos municipios.

“Cuando llegué a San Calixto quedé marcada. Es un pueblo de una sola calle, con casas en ambos costados. Todas las paredes están rayadas con mensajes como ‘seguimos en pie de lucha’, ‘estamos recorriendo el camino de la paz’. Lo más curioso para mí fue encontrar tantos mensajes de cariño para ‘Megateo’, quien nació en ese municipio y fue el hombre más importante del Epl. Al principio uno se asusta al ver todas esas pintas. Después de un tiempo entendí que esas son las dinámicas en las que se mueven las guerrillas. Así como aquí no es escandaloso ver una valla del Centro Democrático haciendo publicidad política, allá no es extraño ver pintas de las guerrillas”.

El Catatumbo ha sido reconocido por los hechos violentos que han perpetrado los grupos armados, pero también por los altos niveles de organización que han logrado sus comunidades. Esos lazos comunitarios fueron determinantes durante los cuatro meses que Laura participó en Manos a la Paz.

“Después de conocer el contexto de San Calixto, hice una campaña pedagógica sobre la reforma rural integral; principalmente, sobre cómo será la legalización de predios después de que se implemente el primer acuerdo de La Habana. Hablar de esos temas allá es muy diferente a hacerlo en una ciudad como Medellín. En San Calixto casi todo el mundo pertenece a organizaciones campesinas, de mujeres, de jóvenes, y la mayoría de la población ha recibido formación política desde una edad temprana. Además, ellos sí han vivido la realidad del conflicto armado, y la mayoría entiende el porqué de la guerra”.

Lo único que Laura lamenta es que su experiencia en Manos a la Paz no fue reconocida como una práctica académica, pues en el momento en que se inscribió al programa la Universidad de Antioquia no había formalizado una alianza con el Ministerio del Posconflicto: “Eso fue lo más difícil para mí en este proceso. Cuando uno tiene 25 años debe definir muchas cosas en su vida, una de ellas es cerrar este ciclo académico. Aunque la Facultad de Derecho no ha querido reconocer mi trabajo en San Calixto como una práctica, no me arrepiento ni por un segundo de la decisión que tomé. Creo que no podemos ser reduccionistas con este proceso de paz. No se trata solo de una negociación con la guerrilla de las Farc, es también la posibilidad de lograr muchos cambios en el país”.

Hace unas semanas otro grupo de estudiantes universitarios de todo el país viajó hacia alguno de los 150 municipios que hacen parte del programa. Su tarea es precisa: socializar sus saberes en pro de generar un ambiente favorable a la paz. De acuerdo con la experiencia de Laura, además de acompañar a las comunidades más afectadas por el conflicto armado, los jóvenes que participan en Manos a la Paz deben ser creativos y estar dispuestos a comprometerse con el desarrollo del país.