“Todavía Podemos Salvar a Colombia” fue el movimiento que reunió a los estudiantes de varias universidades públicas y privadas de Bogotá en 1989 para buscarle respuestas creativas a la crisis que vivía el país por cuenta del narcoterrorismo.

La Marcha del Silencio, convocada luego de la muerte de Luis Carlos Galán en agosto de 1989, motivó la creación del Movimiento del Plebiscito para el Plebiscito, una iniciativa que buscaba reunir la mayor cantidad de firmas ciudadanas para legitimar el llamado a una consulta plebiscitaria.

Entre agosto y octubre de 1989, este movimiento no solo logró reunir las firmas ciudadanas sino que además formalizó alianzas con algunos precandidatos presidenciales. De esa manera, el 22 de octubre de 1989, a través de un comunicado publicado en El Tiempo, el país conoció la propuesta de la Séptima Papeleta.

Esta iniciativa pretendía llamar al pueblo colombiano, como constituyente primario, a que expresara su opinión sobre la posibilidad de reformar la Constitución de 1886 mediante la introducción de un voto adicional en las elecciones del 11 de marzo de 1990.

En dicha jornada electoral se tenía presupuestado marcar seis papeletas: Senado, Cámara, Asamblea, Concejo, alcaldías y la consulta liberal. A las anteriores, se sumó una séptima papeleta que buscaba transformar la Constitución.

Dicha manifestación popular, al no partir del ejecutivo y no contar con un proceso avalado por la institucionalidad, fue entendida como un plebiscito informal cuyo objetivo era designarle al gobierno la responsabilidad de convocar a una Asamblea Constitucional.

El único personaje público que emprendió una campaña por el ‘No’ fue el precandidato presidencial Hernando Durán Dussan. Por su parte, los estudiantes lograron adherir múltiples iniciativas. Los medios de comunicación y los partidos políticos empezaron a hacer eco de la propuesta de la Séptima Papeleta, y se fundaron movimientos como el Acuerdo Sobre lo Fundamental, liderado por Álvaro Gómez Hurtado, entre otros. En las primeras páginas de los periódicos de circulación nacional, además, se imprimieron tarjetones que los lectores podían recortar y llevar a las urnas en apoyo a la constituyente.

Dice Fernando Carrillo Flórez, integrante del movimiento estudiantil Todavía Podemos Salvar a Colombia, que uno de los retos más significativos en ese entonces fue la escasez de recursos para imprimir millones de papeletas y repartirlas por todo el país.

“Las normas electorales señalaban muy pocas limitaciones para validar el voto, una de ellas era su legibilidad. Esto significaba que el ciudadano común y corriente podía tomar un trozo de papel y escribir en él su deseo de que el gobierno convocara a una Asamblea Nacional Constituyente. Dos semanas antes del proceso electoral, esta alternativa alcanzó a tener gran impacto en la prensa hablada y escrita; de hecho, en el conteo que hicieron los estudiantes distribuidos en las mesas de votación como “Guardianes de la Séptima Papeleta”, se encontraron centenares de miles de papeletas manuscritas por el pueblo colombiano”, cuenta Carrillo.

Luego de ese conteo informal que promovieron los estudiantes, el presidente Virgilio Barco promulgó el Decreto de Estado de Sitio 927 de 1990, por medio del cual convocó a un plebiscito formal en el que la Registraduría Nacional debía contabilizar los votos favorables a la Asamblea Constitucional en las elecciones presidenciales de mayo de ese año.

La respuesta volvió a ser masiva en favor de la convocatoria. En diciembre, César Gaviria, el nuevo presidente, convocó a las elecciones de la Asamblea Constitucional que luego se convirtió en la Asamblea Nacional Constituyente.

María Cristina Gómez, quien para entonces era una profesora universitaria recién graduada de la Pontificia Bolivariana de Medellín, participó del movimiento estudiantil que promovió el primer plebiscito. En su análisis de todo el proceso, señala que el objetivo de los estudiantes era reformar la Constitución de 1886 para tener mejores garantías ciudadanas en el contexto en el que se presentó la iniciativa: “Nuestra propuesta nació al ver ese escenario tan cruel en el que se dio la campaña presidencial; entonces, los estudiantes nos reuníamos a debatir sobre lo que estábamos viviendo. Queríamos introducir unas reformas en la Constitución que cambiaran el Congreso y garantizaran los derechos fundamentales de los colombianos. La expresión que usábamos era ‘Salvar el País’. Luego del primer plebiscito, el informal, los partidos abrogaron la iniciativa y César Gaviria la tomó como propuesta de campaña. En diciembre, cuando fue elegida la Asamblea Nacional Constituyente, ajeno a lo que mandaba la Constitución de 1886, no se convocó a una reforma sino a la creación de una nueva Constitución”.

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