El documental Una Familia Colombiana, de la cineasta danesa Tanja Wol Sorensen, narra la historia de Ruby y Yira, madre e hija, y su reencuentro después de que Yira estuviera exiliada en Cuba durante 12 años debido al trabajo de Ruby como líder social en medio del conflicto armado colombiano.

Fotos: cortesía

Tanja Wol Sorensen llegó por primera vez a Colombia en 2005, en un contexto marcado por la política de Seguridad Democrática del expresidente Álvaro Uribe Vélez, que pretendía fortalecer las instituciones armadas y de seguridad del Estado, derrotar militarmente a las guerrillas y propiciar procesos de desmovilización de grupos de autodefensas.

Tanja estuvo hasta 2006 en Bogotá, compartiendo con estudiantes de la Universidad Nacional. En medio de un ambiente tenso, debido al conflicto armado interno, vio las protestas en las calles de la capital. «En ese entonces, los únicos extranjeros que conocí en Colombia eran periodistas y fotógrafos de guerra, aquellos que luego se dirigían a Afganistán e Irak. Las personas con las que vivía venían de zonas de conflicto, del campo, y me contaban historias», recuerda Tanja.

Años después, en 2009, volvió al país como observadora internacional de derechos humanos en áreas afectadas por el conflicto. Su objetivo era presenciar con sus propios ojos las historias que había escuchado en su primera visita a Colombia. Fue en ese tiempo que conoció a Ruby Alba Castaño Rodríguez.

Ruby, defensora de los derechos y de la dignidad de los campesinos del Alto Ariari, en Meta, había dedicado su vida a la lucha por los derechos de la mujer rural y el acceso a tierras. «La conocí en su trabajo político y me fascinó su forma de expresarse. Ella hablaba de la lucha campesina y los derechos humanos», recuerda Tanja.

Después de un año de acompañar diversos procesos sociales, Tanja regresó a Dinamarca, pero mantuvo una comunicación constante con Ruby. Esa relación la llevó a proponer para su tesis de Antropología Visual un cortometraje sobre la vida de ella como lideresa social.

«Si quieres hacer una película de guerra ¿por qué no vas a Siria?», fue una de las respuestas que recibió Tanja cuando intentó conseguir financiación para su documental. Foto: archivo particular.

Tanja inició la grabación, pero cuando visitó la casa de Ruby encontró fotografías de una niña que nunca había mencionado. «Llevábamos dos años en el proceso de mi tesis y ella nunca mencionó que tenía una hija. Me empezó a contar que la niña de las fotos vivía en Cuba, en exilio, y que por su seguridad la mantenía guardada en su corazón». En ese momento, la historia de la hija quedó en un segundo plano y Tanja continuó enfocada en Ruby y en su vida como lideresa social.

Años después, en 2016, Tanja presentó en Canadá el cortometraje sobre la vida de Ruby. En el evento tuvo la oportunidad de conversar con varios exiliados colombianos que residían en ese país, y se dio cuenta de que la historia de Ruby y las consecuencias de esa militancia en Yira la afectaba a ella personalmente, no solo como directora, sino también como niña que, debido a la guerra, fue adoptada y llevada de Corea a Dinamarca sin conocer a sus padres. Fue entonces cuando decidió regresar a Colombia con la idea de completar la historia.

Esto coincidió con el boom de Colombia en Europa. Antes, en países como Dinamarca, no había mucho interés por los acontecimientos del país y nadie quería financiar una película sobre el tema. Pero la situación cambió en 2015, cuando las negociaciones de paz entre el Estado y la guerrilla de las FARC cobraron relevancia. En ese momento, el Instituto de Cinematografía de Dinamarca por fin mostró interés en financiar el documental de Tanja.

Es muy interesante lo que ocurre en Colombia, porque el país pasó por épocas tan fuertes que formaron a una generación; pero después hubo otra época muy fuerte que formó a otra nueva generación. Y las dos generaciones no hablan.

Tanja Wol Sorensen

En el rodaje la directora intentó mostrar el conflicto desde una perspectiva distinta, alejada de los estereotipos con los que a menudo se retrataba la realidad colombiana en el exterior. La producción tomó seis años y Tanja pudo grabar, por ejemplo, cómo Yira, la hija de Ruby, regresó a Colombia después de estar doce años exiliada en Cuba. El encuentro, y un sinfín de preguntas sin respuestas, situaron a Tanja como mediadora en una relación compleja, llena de verdades y silencios guardados por años. «Yira nació en ese silencio. Cuando ocurrió el genocidio contra la Unión Patriótica, la mamá y el papá estaban muy activos en eso. Ella aprendió desde muy pequeña que no podía hablar de muchas cosas, a guardar secretos. Entonces, como le tocó salir del país muy joven, nunca tuvo la oportunidad de entender lo que pasaba. Creo que esa es la raíz del conflicto entre ellas dos”, piensa Tanja.

Los cuestionamientos de Yira a su madre obligan al espectador a preguntarse hasta qué punto las y los líderes sociales dejan en un segundo plano a su familia para adelantar la reivindicación y la defensa de los derechos de otros. «Es difícil porque no quiero tomar partido y decidir quién tiene razón y quién no. Solo quiero mostrar la complejidad. Hay algo muy hermoso en aceptar la complejidad y no intentar llegar a conclusiones simplistas», dice Tanja.

Una familia colombiana se estrenó poco antes de la emergencia mundial por coronavirus, en el Festival Internacional de Cine Documental de Copenhague CPH:DOX, en marzo de 2020. Antes de eso, Tanja viajó a Colombia para ver el corte final con Ruby: «Yo volví para mostrarle el documental, fuimos donde su papá y ella me dijo: “¿Por qué no es más político?” Ella, que es una vieja lideresa social, que tiene solo un enfoque en la vida, no entendía por qué yo tenía que hacer un documental tan “aburrido” sobre su vida. Luego ha visto que al mundo le interesa la historia suya y me ha dicho: “Lo siento, no entendí tu visión, pero ahora sí”».