Hace 35 años el Estado colombiano les hizo entrega del Resguardo Predio Putumayo a los pueblos indígenas de la Amazonía. Este 23 de abril conmemoran ese logro comunitario y lo celebran con la publicación de la Línea de tiempo de los hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce: Memoria viva. 

Por Valentina Chavarría
Foto Matthias Kopp

El 23 de abril de 1988, en la Chorrera, Amazonas, el presidente Virgilio Barco firmó la entrega oficial del Resguardo Predio Putumayo a las autoridades de los pueblos Okaina, Bora, Muinane y Huitoto Muneca. La conformación de este predio, constituido como resguardo, fue el resultado de un largo proceso de lucha de los pueblos indígenas por el reconocimiento legal de su territorio ancestral, que ocupa hoy 5.869.447 hectáreas, casi el tamaño del departamento de Antioquia.  

El Predio Putumayo es el resguardo indígena más grande de Colombia; allí viven 3.600 indígenas que hacen parte de los pueblos del tabaco, la coca y la yuca dulce, como se denominan estas comunidades. Está ubicado en la zona occidental del departamento del Amazonas, y las aguas del río Putumayo le sirven de frontera con Perú.  

A principios del siglo XX, los pueblos fueron esclavizados y masacrados por la fiebre de la explotación cauchera, especialmente a manos de la Casa Arana y Hermanos, multinacional del empresario peruano Julio César Arana; de estos vejámenes hoy en día se conocen testimonios y denuncias de indígenas, viajeros y etnógrafos. Estos relatos quedaron consignados originalmente en volúmenes como El libro azul británico, informes de Roger Casement, y más recientemente en investigaciones y resultados de procesos de memoria histórica como Sobrevivientes victoriosos, Putumayo: La vorágine de las caucherías, realizados por la comunidad de la Amazonía en asocio con el Centro Nacional de Memoria Histórica, y la Línea de tiempo de los hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce: Memoria viva, que hoy se publica con el apoyo de Hacemos Memoria. 

En 1932 y 1933, Colombia y Perú sostuvieron un conflicto fronterizo cuyo epicentro fueron los terrenos de lo que hoy se conoce como el Resguardo Predio Putumayo. Así mismo, años antes los dos países habían tenido otros enfrentamientos por el control de las tierras cercanas al río Putumayo, aptas para la producción de caucho y otros maderables. Por estos enfrentamientos armados, los indígenas tuvieron que pasar por desplazamientos forzados en distintos momentos.  

Épocas como el confrontamiento político entre liberales y conservadores, entre 1948 y 1957, periodo conocido como la Violencia, y el surgimiento de las guerrillas en los años sesenta, marcaron un precedente en las disputas por la tierra en toda Colombia.  

Los pueblos se organizan 

El reconocimiento de derechos sobre las tierras a los indígenas inició en 1975. El Incora (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria) expuso en un estudio socioeconómico la necesidad de conferir las tierras a las comunidades, que en el pasado habían sido arrebatas por empresarios caucheros y colonos del interior. 

En 1979 los indígenas de la Chorrera le pidieron a la División de Asuntos Indígenas del gobierno de Julio César Turbay un resguardo, sin resultado positivo. En 1982 reiteraron su petición al gobierno, pero el gerente de la Caja Agraria, Mariano Ospina Hernández, se opuso diciendo que esas tierras le pertenecían al banco. 

En los años siguientes, entre 1983 y 1986, el Consejo Indio inició la conformación de cabildos, contemplados, desde casi un siglo antes, en la Ley 89 de 1890, y de la Confederación Indígena del Alto Amazonas (Coidam). Fue así como los indígenas fortalecieron sus procesos organizativos para obtener una respuesta efectiva del gobierno colombiano. En 1984, el Incora presentó la propuesta de una reserva en el predio, pero la Caja Agraria lo impidió nuevamente alegando derechos sobre el territorio. 

No fue sino hasta 1988 cuando finalmente se constituyó el Resguardo Indígena Predio Putumayo como propiedad común de los pueblos indígenas, que comprende casi seis millones de hectáreas. El 5 de abril quedó consignada en la escritura pública n.° 1987 la compra de las tierras al banco. Y mediante la Resolución 030 del Incora, con fecha del 6 de abril de 1988, se establece el resguardo. Días después, el 23 de abril, el presidente Virgilio Barco viajó al Amazonas a hacer la entrega oficial del Predio Putumayo a las comunidades indígenas. 

El presidente Virgilio Barco y el líder Ramón Giagrekudo firman la creación del resguardo.Fotografía publicada en la web de la Organización de Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana, Opiac.

El presidente Virgilio Barco y el líder Ramón Giagrekudo firman la creación del resguardo. Fotografía publicada en la web de la Organización de Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana, Opiac. 

Poco después, en la Constitución Política de 1991 se reconocieron los derechos territoriales y culturales de los pueblos étnicos, y tomaron vigor los procesos para establecer estructuras de autoridad dentro de las comunidades indígenas. Fue así como, luego de atravesar instancias propias de participación y deliberación, en el 2004 se creó la Asociación Zonal Indígena de Cabildos y Autoridades Tradicionales de la Chorrera —Azicatch—. 

Durante el cambio de siglo, como gran parte del territorio nacional, el Resguardo Predio Putumayo se vio afectado por el conflicto armado, con presencia de la guerrilla de las FARC y otros grupos minoritarios. En el año 2000, por ejemplo, había toques de queda y fueron prohibidas por la autoridad ilegal algunas prácticas culturales. Esta región de la Amazonía, área limítrofe de los departamentos del Amazonas, el Putumayo y Caquetá, fue declarada “zona roja”, por lo que sus habitantes quedaron sin comunicación con el resto del país; también hubo reclutamiento forzado que afectó a las nuevas generaciones de los pueblos indígenas. Por todo esto, en el 2019, luego del proceso de paz con las FARC, el Estado reconoció como víctimas a las comunidades que viven en el predio. 

La memoria de los pueblos indígenas de la Amazonía 

Uno de los objetivos que se han trazado los pueblos indígenas en sus procesos organizativos es mantener las tradiciones y recuperar la memoria del territorio. Ya en el 2014, en la conmemoración por los 100 años del etnocidio cauchero, el Centro Nacional de Memoria Histórica desarrolló un convenio con Azicatch para ejecutar una serie de procesos de memoria que tuvieron como resultado los libros Sobrevivientes victoriosos y Putumayo: la vorágine de las caucherías, ambos disponibles en la página web del CNMH. 

Como parte de esa intención de reconstruir la memoria de sus pueblos, Azicatch empezó a recoger los hechos más significativos de su historia de habitar la Amazonía para elaborar una línea de tiempo. En este trabajo de documentación y salvaguarda de la memoria participaron las comunidades de la organización indígena, en varias etapas. Una primera versión de la hoy denominada Línea de tiempo de los hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce: Memoria viva se realizó en el 2016.  

Autoridades de pueblos de la Amazonía en la conmemoración de los cien años del holocausto cauchero.

Allí quedaron consignados de manera cronológica los eventos de violencia y resistencia que los pueblos han atravesado. En una etapa posterior de organización del material investigado y de edición final, para que el producto pudiera ver la luz, Hacemos Memoria acompañó desde comienzos del 2023 a Azicatch, representado por Manuel Gerardo Sueche e Israel Fajardo. En esta versión de la línea de tiempo se consolidaron más de 120 hechos significativos, del orden nacional, regional y local, desde la llegada de los primeros colonos —blancos y mestizos procedentes de Colombia y Perú— a la región, en 1890, hasta la firma del acuerdo final de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, en el 2016.  

Según Manuel Gerardo Sueche, Azicatch realizó esta línea de tiempo para que sirviera como un recurso pedagógico útil a las presentes y próximas generaciones, y para que nunca pierda vigencia el mandato de proteger el territorio.  

Parte también de ese propósito es conmemorar cada 23 de abril el establecimiento y entrega del Predio Putumayo. De acuerdo con Sueche, “El sentido de realizar estas conmemoraciones es revitalizar las grandes intenciones de nuestros héroes; mostrar el sueño significativo de cuidar la vida, la naturaleza, la humanidad y que los líderes de la resistencia, las familias en este siglo, se puedan educar en estudios superiores y puedan gobernar estos territorios milenariamente”. Se trata de un sentido de memoria que vincula los hechos del pasado con las posibilidades de la comunidad en el futuro: “Para nosotros, estos objetivos y retos nos llevan a seguir progresando como comunidad y como seres humanos en la interculturalidad, sin perder la esencia”, afirma Manuel Gerardo Sueche. 

La Línea de tiempo de los hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce: Memoria viva constituye un documento que fortalece a la comunidad y a la organización indígena en sus procesos de memoria histórica y de lucha por el cumplimiento de sus derechos colectivos. Se puede consultar en línea a continuación: