Con medicina natural, en Bolivia la Isla Pariti sobrevive a la pandemia de Covid-19 en medio de las afectaciones económicas que dejó el cierre de fronteras en el turismo local.

 

Por: Hacemos Memoria

Imagen de portada: Piqsels

La pandemia de Covid-19 permitió que la humanidad entera estuviera abocada a una realidad desconocida en la que prácticamente cada aspecto relacionado con la vida en sociedad se vio afectado. La enfermedad generada por el coronavirus se convirtió en situación común que suscitó cientos de reflexiones en cuanto a las profundas diferencias en que unos y otros experimentaron los retos que implicó esta emergencia sanitaria.

Isaac Callizaya. Foto: cortesía.

La Isla Pariti es uno de los territorios más alejados de Bolivia; su economía, basada en la pesca y la agricultura, ha girado recientemente hacia el turismo comunitario. Su riqueza natural, así como su patrimonio cultural, expresado en centros ceremoniales y en piezas y lugares arqueológicos han convertido a la Isla en un destino turístico que busca adaptarse a las nuevas necesidades que implicó la pandemia.

Hacemos Memoria habló con Isaac Callizaya, líder comunitario de la Isla Pariti, ubicada en el lago menor del Lago Titicaca y nos contó cómo se vivió la pandemia, la reactivación económica y cómo las plantas medicinales permitieron que no se presentaran decesos por coronavirus en su comunidad.

 

Para comenzar quisiera que nos contara sobre Isla Pariti: ¿cómo es y qué actividades económicas sostienen a la población?

Isla Pariti es una pequeña isla, de algo más de dos kilómetros, donde habitan 50 familias de origen Aymara. La principal actividad económica es la pesca, que se complementa con las actividades agrícolas y ganaderas, sin embargo estas últimas no son tan aprovechables para sacar al mercado. Últimamente, se ha incorporado una nueva actividad económica: el turismo comunitario, este se viene desarrollando desde hace aproximadamente diez años, a partir de la creación del museo comunitario, que fue la base para hacer turismo. Además,  promociona el patrimonio cultural, la biodiversidad, la flora, la fauna de la isla y otras costumbres y tradiciones, lo cual va de la mano con la producción artesanal, por ejemplo, las artesanías de totora que son juncos del lago que se aprovechan. Entonces es esta la base económica de la comunidad.

¿Cuál ha sido el impacto de la pandemia en la economía que nos describes de la Isla?

Desde que la pandemia llegó a nuestro país se cerraron todas las fronteras y no ha habido movimiento turístico. Esta situación ha perjudicado en gran manera tanto a nuestra comunidad como a otras comunidades colindantes de la región que también dependen de las actividades del turismo comunitario. Hemos pasado casi un año sin movimiento de turistas y esto ha afectado muchísimo la comunidad que vio el turismo como una oportunidad económica, porque como lo decía, las actividades agrícolas y ganaderas no son muchas y son para sustento local sobre todo. Antes, por ejemplo, la actividad de la pesca era bastante buena, pero se ha reducido, lo cual produjo que muchas familias y jóvenes migraran hacia las ciudades, con la pandemia esta situación ha empeorado.

¿Han tenido algún tipo de acompañamiento institucional?

Desde el Gobierno nacional no ha existido ningún apoyo. Sin embargo, sí ha habido otros apoyos desde el gobierno autónomo municipal de Puerto Pérez de la mano de otras instituciones como el programa de Naciones Unidas que han trabajado con el proyecto Capa Cañón. Ellos han apoyado bastante a estas comunidades.

Por otra parte,  el proyecto En  Camino, una organización que agrupa a emprendimientos de turismo comunitario, se está ejecutando actualmente en nuestra comunidad y en otras comunidades. Desde allí se evidencia la necesidad de que las comunidades se preparen para recibir a quienes nos visitan y para ello se requiere de sensibilización acerca de la pandemia, a través de talleres e información. Además, nos han suministrado elementos de bioseguridad como alcohol en gel y barbijos (tapabocas).

¿Cómo son los procesos de gestión interna de la isla, por ejemplo, en cuanto a las medidas de bioseguridad?

Empezaría señalando que allí no hay mucha aglomeración como en los centros urbanos y esa es una de las características de las comunidades, a pesar de que estamos hablando de unas 50 familias en promedio. Las familias tienen sus propias actividades, ya sean agrícolas o de pesca.

Ahora, cuando se trata de recibir a los turistas, existe una organización interna, es decir, ellos también tienen una estructura, así que se van organizando a partir de estas capacitaciones y recomendaciones que han hecho las instituciones.

Algo muy propio de las comunidades es que los mismos pobladores han recurrido al uso de las plantas medicinales, lo cual ha sido muy efectivo y de alguna forma ha impedido que mucha gente enferme. En mi comunidad no ha habido casos de personas que hayan enfermado o hayan fallecido por el coronavirus. Esto pasa también en otras comunidades y ha sido  gracias al uso de las plantas medicinales como el eucalipto, la vira-vira y otras plantas que crecen en las mismas comunidades.

¿De qué manera llegan al turismo comunitario?

Al sur del lago menor el Lago Titicaca, hay mucha evidencia del pasado prehispánico, es decir, estamos hablando de sitios arqueológicos muy importantes, incluso han sido declarados como monumentos nacionales en la década de los treinta y en los noventa, se realizaron investigaciones serias y gracias a ellas, se han podido constituir cuatro museos comunitarios en las comunidades de Quehuaya, Tirasca, Patapatani y Pariti, y otros sitios que todavía no han sido investigados, así que a futuro posiblemente se van a abrir otros museos.

Esto ha sido contemplado para constituir una ruta turística, de la cual generar ingresos económicos para las familias porque estaban sufriendo impactos ambientales y, como lo decía, al verse afectada la pesca como nuestra base económica, el turismo viene encajando como anillo al dedo para las comunidades.

Sin embargo, además de la pandemia, otro golpe para las comunidades fue el problema ambiental que también vivimos en este sector del lago menor. Cuando se estaba consolidando el programa de turismo que integraba a las comunidades y estaba a punto de despegar y consolidarse la ruta turística, surge la problemática del lago por ingreso de aguas servidas desde la ciudad del Alto.

A partir de esa experiencia, y ahora con esta pandemia hemos adquirido una mayor fortaleza y hemos aportado de mejor manera a que el turismo nos puede ayudar, no solamente a generar ingresos económicos, sino que también a valorar lo que son nuestras costumbres y tradiciones, incluso cuidar nuestro patrimonio, por eso nosotros siempre trabajamos este tema ambiental, incluso puede ser el turismo aquella opción para enseñar que al lago tenemos que cuidarlo.

¿De qué se trató esta problemática ambiental?

Entre los años 2013 y 2014, el Lago menor no era como se veía normalmente. De repente se volvió verde y aceitoso. A causa de esta coloración murieron peces y ranas que luego llegaron a la etapa de putrefacción, lo que hacía imposible navegar y hacía que muchos visitantes prefirieran no venir al lago.

Esto ha causado la desestructuración de estos emprendimientos de turismo comunitario y es un problema que no surge desde ese año sino que surge a partir del crecimiento de la ciudad del Alto que está a unos sesenta o setenta kilómetros. Esta ciudad tiene una planta de tratamiento de aguas residuales que ya cumplió su tiempo de vida y las aguas servidas desde esta ciudad, y desde otras ciudades como Laja, Viacha, Pucarani ingresan directamente a esta parte del lago menor. Estas aguas traen incluso minerales desde algunas minas en los cerros, cerca de los nevados, y también algunos materiales químicos y médicos, incluso arrastra residuos sólidos como plásticos a través del trayecto del río Catar.

Es un efecto negativo para consolidar la actividad del turismo comunitario en esta región a pesar de todo el potencial arqueológico y de nuestro pasado prehispánico que presenta una narración histórica desde los  tiempos Chiripa, Tiwanaku, Aymara y los Incas.