Entre el 2001 y el 2005, los paramilitares arrojaban a sus víctimas por este abismo para desaparecerlas. Se calcula que al menos 240 cuerpos estarían en el fondo del barranco, ubicado en el municipio de Barbacoas, Nariño.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Imagen de portada: Alcaldía de Barbacoas

La Peña del Maidel, a cuatro kilómetros del caso urbano del municipio de Barbacoas, en el departamento de Nariño, es un despeñadero profundo que circunda un tramo de la vía que conecta a Pasto con Tumaco. El pasado 4 de febrero, este sitio fue declarado camposanto por monseñor Orlando Olave, en reconocimiento a por lo menos 240 personas víctimas del paramilitarismo que habrían sido arrojadas desde allí entre el 2001 y el 2005, según investigaciones de la fiscalía y colectivos de víctimas.

Marcela Riascos, líder del proceso, aseguró que este acto simbolizó el cierre de un ciclo y la apertura de un periodo en el que podrán confluir la construcción de memoria, la continuación de búsqueda de restos óseos, la exigencia de justicia, el deseo de que se conozca la verdad sobre el porqué de lo sucedido y sus financiadores, y la esperanza común de, alguna vez, poder enterrar dignamente a sus seres queridos.

De hecho, la Peña del Maidel se convirtió en el primer camposanto de Nariño que conmemora a las víctimas de desaparición forzada en este departamento: 4 mil 724 casos, según el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica. Sin embargo, según Rocío de Fátima Granja, representante de la Asociación de Desarrollo Integral para Víctimas, existe un considerable subregistro, pues solo en Barbacoas habrían cerca de mil personas desaparecidas, y la mayoría de ellas no estarían reportadas ante las autoridades.

Foto: Casa de la Memoria de Tumaco.

Lo cierto es que los testimonios que se han recogido dan cuenta de que las víctimas fueron arrojadas al abismo en diferentes condiciones: vivas y tras ser torturadas; o luego de ser descuartizadas y metidas en costales o maletas; y en algunos casos, con una bomba atada al cuerpo que era activada a mitad de la caída. Con el paso de los años, se estima, los restos de algunas personas posiblemente no se encuentren, entre otras cosas porque el lugar fue por mucho tiempo un botadero de escombros y basuras.

Una de las víctimas que habría muerto allí fue el hijo de dos años de Martha Caicedo, a quien los paramilitares habrían torturado antes de empujarlo al abismo. Recordando este episodio, el día que el lugar fue declarado camposanto, Martha declaró: “Tengo muchos sentimientos encontrados, esta ha sido una guerra inclemente que desgarró el vientre de las mujeres que parimos hijos para la vida, no para la guerra. Venir a llorar a mi hijo, sin saber en qué lugar está es doloroso”.

El proceso de resignificación

Hace poco más de un año, cuando comenzó el proceso de resignificación de la Peña del Maidel, Marcela Riascos se enfrentó a circunstancias realmente adversas. Luego de ayudar a conformar un equipo integrado por representantes de las víctimas, la fiscalía, los bomberos, la defensa civil, la gobernación de Nariño, la Unidad de Víctimas y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, con el apoyo de la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo, se enfrentó a la advertencia de que el lugar donde posiblemente podrían estar los cuerpos, estaba resguardado por minas y aún bajo la vigilancia de grupos al margen de la ley.

A ello se sumó que el descenso y la búsqueda de cuerpos se daría en un terreno inestable, de difícil acceso, accidentado y cubierto por una espesa vegetación selvática. “Durante las incursiones a la zona, en las que tuvimos ayuda de la comunidad indígena del resguardo Chimbagal que también padeció la desaparición, tuvimos que hacernos pasar por integrantes de grupos de limpieza de basura y actuar con cautela, para no levantar sospechas de los ilegales”, comentó Marcela a Hacemos Memoria.

En términos generales, el proceso que culminó con la puesta de un monumento a la memoria de las víctimas el pasado 4 de febrero en la Peña de Maidel, estuvo conformado por etapas en las que fue posible, entre otras cosas, recuperar e identificar cinco cuerpos. Además, se logró determinar que fueron tres los lugares que los paramilitares utilizaron cómo escenarios de tortura.

Foto: Casa de la Memoria de Tumaco.

En una segunda fase se dio una verificación de todos los puntos estratégicos donde fueron arrojadas las personas y “allí tuvimos la ayuda de los bomberos y la defensa civil. Luego comenzamos a adelantar diligencia con el Grupo Técnico de la Fiscalía que viajó desde Cali, y durante una semana desde las cuatro de la mañana bajamos a investigar llevando palas y otras herramientas”, manifestó Marcela.

Luego de terminar estas diligencias se logró establecer un diagnóstico sobre las posibilidades que brindaba el sitio para la recuperación de cuerpos, y finalmente se tomaron varias decisiones, entre ellas la planeación de convertir el sitio en lugar de memoria, estableciendo allí un monumento y una placa en honor a las víctimas.

Seguirán las investigaciones

José Amílcar Pantoja, secretario de Gobierno de la Gobernación de Nariño, manifestó que continuarán los trabajos en torno a la Peña de Maidel, y se comprometió con las víctimas del conflicto a seguir apoyando actos de memoria, tan necesarios en territorios donde el conflicto armado deterioró el tejido social y sembró la desconfianza entre miembros de las comunidades.

“El municipio de Barbacoas históricamente tiene un gran valor histórico y estratégico, porque es puente de comunicación con el Ecuador; además, fue importante por la explotación minera, especialmente de oro. Esto atrajo a muchos colonos que en los años ochenta tuvieron dificultades por la pésima vía de acceso al municipio. Entonces comenzó a hacer presencia la guerrilla de las Farc. En el 99 llegaron las autodefensas y se generó una dinámica de terror. Las AUC declararon objetivo militar a todo líder que haya llevado procesos antes de su llegada”, manifestó el funcionario público, cuyo abuelo fue desplazado de Barbacoas cuando este era concejal a finales de los noventa.

Por su parte, Carme Gual, directora de la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo, ONG que ha aportado recursos financieros y técnicos en este proyecto, manifestó su satisfacción al reconocer el responsable trabajo de identificación de la zona y el inicio del proceso de recuperación de cuerpos, por lo que se comprometió a seguir apoyando este tipo de procesos en favor de la memoria, la paz y la no repetición.

En este sentido, Rocío de Fátima Granja manifestó que, en conjunto con las y los integrantes de las familias de la Mesa Departamental de Víctimas de Desaparición Forzada de Nariño, se comenzarán a planear actividades en la Peña de Maidel para no olvidar a quienes ya no están, y transmitir a las nuevas generaciones una historia que esperan no se repita.