El fotoperiodista guatemalteco lleva 15 años registrando las problemáticas y dramas humanos de Centroamérica, en especial la migración, un fenómeno que no detuvo ni la pandemia.

 

Por: estudiantes del curso Periodismo y Memoria*

Fotos: cortesía Esteban Biba

En 2021 más de un millón de personas fueron desplazadas desde países de Centroamérica y México, según ACNUR. Para Esteban Biba, comunicador y periodista de la Universidad de San Carlos de Guatemala y corresponsal de la Agencia EFE, la migración es tema de todos los días.

Desde 2008, Biba ha cubierto el paso de miles de personas por el denominado “triángulo norte de Centroamérica”, Guatemala, El Salvador y Honduras; que intentan llegar a México para luego cruzar a los Estados Unidos.

Hablamos con el fotoperiodista quien este 27 de enero presentará su libro Disparar y después sonreír. Crónicas sobre una Guatemala áspera, publicado por la editorial guatemalteca Magna Terra.

 

¿Qué lo motivó a cubrir la migración masiva de personas por Centroamérica?

Siempre les he preguntado a los migrantes por qué se arriesgan en un camino tan peligroso donde los insultan y los criminalizan, donde pasan kilómetros bajo el sol, la lluvia, el hambre, la sed, y siempre me dicen que entre hacer el viaje y quedarse sufriendo en casa, no hay mucha diferencia. A ese nivel están llegando las poblaciones.

Trabajo este tema porque mi objetivo es informar lo que está pasando. Envío fotos ilustrativas de la gente, de la policía, los rostros, porque ese es el lenguaje humano. No todos entendemos español o inglés, pero todos entendemos una cara de miedo, de dolor, eso es universal. Me enfoco en que las personas en las fotos cuenten la tristeza, la desesperanza, y no todas son fotos geniales, pero yo no estoy buscando grandes premios ni grandes alabanzas, trato de que sirvan en los medios de comunicación para que la gente sepa qué está pasando.

¿Cómo ha cambiado la migración de personas por la región desde 2008 cuando empezó a trabajar hasta ahora?

Las caravanas fueron el cambio más grande. Las masas de proporciones bíblicas de cinco mil, diez mil personas marchando para huir de sus países. Eso animó mucho más a otras personas para a migrar, porque conocieron el camino y vieron fotos de gente como ellos haciendo el viaje… aunque no haya tantos casos de éxito.

La pandemia también fue un factor que influyó en el crecimiento de la migración, y el método no cambió: se contrataba un coyote o se viajaba por “la bestia”. Además, durante 2020 hubo dos tormentas muy grandes: Eta e Iota y las personas perdieron tierras, no pudieron vender lo poco que cosechaban y entonces aumentó la migración.

La problemática de la migración se relaciona con situaciones difíciles de abordar como la mafia y el tráfico de personas ¿Qué medidas de autoprotección toma en para los cubrimientos periodísticos?

Los periodistas y fotógrafos tratamos de trabajar en grupo porque estar solos multiplica las posibilidades de que pueda pasar algo. Normalmente llevamos cascos y chalecos antibalas, pero la experiencia en campo es la que nos ayuda a identificar momentos de peligro; aunque haya una foto muy buena, si hay poca gente y poca seguridad, entonces no vamos a ese lugar.

Mientras más trabajo tengas, mientras más se analice la situación, es ahí donde se comienza a identificar el peligro porque, aunque no estamos cien por ciento a salvo, tratamos de reducir los riesgos con la experiencia.

En el cubrimiento los periodistas se pueden enfrentar a situaciones que ponen en juego asuntos éticos y morales ¿Cómo determinar hasta dónde llegar y cuáles son los límites?

Esta foto fue en el río Suitache. En ella se ve a dos niños hondureños cruzando. Eran muy pequeños y cruzaron en invierno, cuando el agua estaba muy alta. Perdieron el pie y se estaban ahogando.

La foto generó polémica, más hacia mí porque muchos decían que cómo pude tomar la foto en vez de ayudarlos. Pero un periodista no es un paramédico y no tenemos las habilidades técnicas para salvar gente. Yo no respondí a las personas que me criticaron, porque el periodista está ahí para documentar el momento.

Sin embargo, puedo decir que tomé esta foto tranquilo, porque había tres balseros nadando hacia ellos, personas que viven en el río, que nadan mucho mejor y segundos después de esta foto estuvieron a salvo, rescatados por gente mucho más capaz que yo para nadar.

Cuando uno como fotógrafo logra estar presente en un momento complicado, hay que revisar la línea ética y moral. He tomado fotos donde hay personas sufriendo en momentos muy dolorosos y he decidido no publicarlas porque atentan contra la dignidad de esas personas. Entonces es un constante navegar entre tomar o no tomar la foto, reproducirla o no. Ese también es el trabajo del fotógrafo periodista: decidir, porque no todo tiene que publicarse.

En ocasiones las personas se acercan a los periodistas buscando algún tipo de apoyo. Cuando se cruza con miles de personas que buscan ayuda ¿Cómo maneja las expectativas?

No puedes ayudar ni a la mayoría ni a la minoría. Lo que hago es ser totalmente honesto y les digo: te voy a tomar una foto. Soy periodista. No te voy a dar dinero, no tengo. Y la foto que tome o el reportaje que haga, tal vez no te ayude en nada. Es ser sincero y tratar de que entiendan tu trabajo.

En 15 años de ejercicio periodístico nunca le he pagado o nunca le he dado dinero a alguien por una foto, eso para mí es antiético, entonces hay que ser sinceros y afrontar la reacción de las personas.

¿Cómo ha sido interacción con las personas en las caravanas de migrantes?

Es difícil porque no todos entienden que la mayoría de los fotógrafos y periodistas estamos ahí para darles voz y asegurarnos de que no la pasen tan mal o no abusen de ellos. Las autoridades tampoco van a congraciarse porque pueden pensar que como periodista vas a traer más problemas que un migrante, entonces vamos sin esperar que tengan clemencia o cuidado con nosotros.

Es un trabajo físico y mental muy fuerte porque te cansas mucho, caminas mucho, y aunque no sufres lo mismo que ellos, sí pasas sol, lluvia, duermes en los mismos albergues y tratas de hablar con los que puedas, aunque a veces se generan reacciones hostiles.

¿Cómo se tejen las relaciones con las fuentes después de tomarles una fotografía?

Fotografío a muchas personas en la caravana y trato de hablar un poco con todos, preguntarles su nombre, su oficio, pero a veces no puedo hacerlo con todos y todas, no es pertinente. A la mayoría trato de pedirles un número de teléfono y si hay una historia relevante entonces le doy seguimiento. El periodista debe buscar historias interesantes, hacer conexiones especiales y encontrar la química humana.

Después de hacer las fotos siempre trato de hablar con las personas e incluso trato de enviarles los enlaces de publicación para que se vean ellos mismos. Trato de no sacarlos, cosificarlos. Hay que hacer el esfuerzo extra de contactarlos, y al final ya no se siente como un esfuerzo, es natural.

¿Cómo enfrentar las situaciones dolorosas que se pueden presentar en el ejercicio de reportero?

Cada persona tiene su proceso. Personalmente, cuando voy a fotografiar a alguien y veo que está llorando, eso te dan ganas de llorar también, entonces trato de recordar que estoy ahí como profesional para tratar de contar la historia. Soy un agente externo que cuenta con empatía, respeto y humanidad.

Hay que tener varias cosas: profesionalismo, humanidad y ética, pero también el distanciamiento necesario. Hay situaciones muy complicadas. En estos países el corazón se rompe cada semana, entonces, después de cada cosa fuerte hay que regresar a casa, agradecer, pensar en todo lo que viste, en todo lo que hiciste y mantenerte humano.

No hay que alejarse, pero tampoco mentir con que somos los salvadores y que por llorar frente a las personas somos moralmente mejores o más empáticos. Si el trabajo sobrecoge tanto, al punto de paralizarte, entonces no puedes seguir trabajando. Fotografiar y contar la historia de la manera más profesional es lo que más les puede ayudar a los migrantes.