Desde que ocurrió la masacre el 23 de enero del 2000, los cuerpos de Uberney Giraldo y José Evelio Gallo fueron robados de la morgue. El Ejército pidió perdón por los hechos, pero no esclareció dónde están los desaparecidos. Sus familias los siguen buscando.

 

Por Paulina Mesa Loaiza

Foto de portada: Paulina Mesa Loaiza

Sergio creció en la finca La Galleta, ubicada en el municipio de Montebello, Suroeste de Antioquia. Recuerda que le encantaba jugar con el barro y los animales, pasear a caballo, ver a su papá trabajando en el campo y ayudar en los partos de las marranas. Aunque los momentos de la infancia en ese lugar quedaron grabados en su mente, recuerda muy poco sobre su padre, Uberney Giraldo Castro, una de las cuatro víctimas de la masacre cometida por el Ejército el 23 de enero del 2000 en esta finca. A la fecha, tanto Uberney como su compañero José Evelio Gallo Gallo continúan desaparecidos.

“Menos mal crecí con una foto presente. Mi madre siempre tenía una y siempre lo imaginaba como lo veía en la foto. Ella dice que me parezco mucho a él, en mis gestos, mi manera de hablar y de actuar; mamá es la que tiene los mejores recuerdos, yo no”, contó Sergio a Hacemos Memoria.

La foto que menciona tiene un fondo azul, en ella, Uberney luce una expresión seria y lleva puesta una camisa a cuadros blancos y negros. Su familia la conserva desde que Sergio tenía tres años de edad. Esa misma foto es la que estuvo exhibida el 12 de octubre del 2021 durante el acto de perdón público por parte de las Fuerzas Miliatres a las víctimas de la masacre en La Galleta, realizado en el Museo Casa de la Memoria de Medellín por orden del Juzgado Primero Civil del Circuito en Restitución de Tierras de Antioquia.

En el acto de perdón la foto de su papá y la de José Evelio Gallo permanecieron bajo una corona de flores blancas como un acto de resistencia al olvido. Ambos eran desmovilizados de la Corriente de Renovación Socialista (CRS), una disidencia del ELN que decidió incorporarse a la vida civil en 1994 y acceder a un proyecto productivo gracias al acuerdo de paz firmado con el gobierno del entonces presidente César Gaviria. En este proceso, los desmovilizados se agruparon para crear la Sociedad Agropecuaria Horizontes Ltda. en el municipio de Montebello, Suroeste de Antioquia.

“En la finca recogíamos aguacate, mandarina, limón y mango. Ese día José Evelio y Uberney estaban montando la fruta cosechada en la chiva cuando llegaron los militares con dos personas encapuchadas que les decían qué hacer. Ahí los detuvieron a los dos y siguieron para la finca”, relató Pastor Jaramillo, representante de la Sociedad Agropecuaria Horizontes cuyo lugar de trabajo era la finca La Galleta.

En este acto de perdón también estuvieron presentes los familiares de Jairo Hernando Sánchez Gil, desaparecido por hombres armados que lo retuvieron saliendo de la finca La Galleta el 1 de agosto del 2000. Foto: Twitter @CasadelaMemoria

El domingo 23 de enero del 2000 un grupo de militares pertenecientes al grupo mecanizado Juan del Corral de la Cuarta Brigada del Ejército y encapuchados con brazaletes de las AUC irrumpieron en la finca La Galleta, pintaron las paredes, amenazaron a los residentes y secuestraron a Uberney Giraldo Castro, José Evelio Gallo, Guillermo Adolfo Parra López, Wilfredo Cañaveral y los hermanos John Jairo Muñoz Zapata y David Muñoz Zapata.

Luego de abandonar la finca, los militares dejaron en libertad a los hermanos Muñoz Zapata advirtiéndoles que iban a asesinar al resto de los secuestrados. Los cuerpos de las víctimas aparecieron en diferentes lugares. En la vereda El Cairo de Montebello encontraron a Guillermo, en el municipio de La Ceja apareció el cadáver de Wilfredo, pero solo hasta el lunes 24 de enero se encontraron los cuerpos de Uberney y José Evelio, ambos en el municipio del Carmen de Viboral en el Oriente de Antioquia. Según un comunicado emitido el 27 de enero del 2012 por el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, la Cuarta Brigada presentó a las dos víctimas de la masacre como subversivos abatidos en esta población, al informar que “en zona rural del Municipio del Carmen de Viboral fueron dados de baja dos guerrilleros cuando pretendían derribar una torre de energía”.

De ese día Sergio recuerda muy poco, pues a los tres años la memoria apenas comienza a ser consciente, pero hay una escena de un camino y una yegua que no deja de dar vueltas en su cabeza; “fue el día que escapamos de la finca, nos tocó salir corriendo”, le aclaró su mamá años después. Luego de la masacre, relató Sergio, “todos regresamos a Medellín, y empezó la persecución por parte del Estado, sobre todo a los testigos o sobrevivientes de La Galleta. Empezamos a movernos mucho, de casa en casa, de barrio en barrio, hasta que nos fuimos de Colombia”.

Desde el momento en que asesinaron a Uberney hasta que se fueron del país, Sergio resalta la fortaleza de su madre y recuerda que ella nunca le quiso decir que a su padre lo habían matado, solo le decía que su papá ya no estaba, que ahora vivía en el cielo como una estrellita que los seguía a todas partes. “Jamás sentí la tristeza de haberlo perdido hasta que me fui de Colombia. Me acuerdo bastante del día que cogimos el avión para irnos del país. Yo hice un berrinche grandísimo en el aeropuerto porque mi padre era una estrellita que vivía en el cielo ¿Cómo no me iban a dejar bajarme en el cielo para ir a saludar a mi padre? Yo lloraba para que me dejaran ir en las ruedas o en el techo del avión, para que yo pudiera decirle buenos días o saludarlo simplemente”, recordó Sergio.

Solo hasta que llegaron al nuevo país, cuando Sergio tenía seis años, recibió explicaciones de su mamá. Estaban en un lugar totalmente diferente y era momento de aclarar lo que de verdad había sucedido con su papá: “Ahí fue cuando descubrí que el hecho de que viviera en el cielo era que estaba muerto. Terminé por entender que los muertos iban al cielo, entonces mi papá estaba muerto”.

 

Secuestrados, asesinados y desaparecidos

Luego de que los detuvieran en el municipio de Montebello, Uberney Giraldo y José Evelio Gallo fueron asesinados por el Ejército y llevados hasta el municipio de El Carmen de Viboral, a una hora y 50 minutos, 48,9 kilómetros de distancia por carretera, donde los presentaron como presuntos guerrilleros del ELN dados de baja en medio de un enfrentamiento en la vereda La Madera de esa población del Oriente antioqueño. Los encontraron con uniformes camuflados, contó Pastor Jaramillo quien agregó que las prendas que llevaban puestas no les servían; el pantalón de Uberney estaba mal puesto, los dejaron con las mismas botas que llevaban desde Montebello y, según los informes presentados por la Fiscalía y el CTI, presentaban señales de tortura y los uniformes no tenían ningún orificio aun cuando uno de los cuerpos presentaba nueve disparos. A José Evelio le dejaron la cédula en el pantalón, gracias a eso pudieron reconocerlos.

Los encargados de realizar la necropsia de los cadáveres fueron el doctor Fermin Reynel Gallego y su auxiliar María Josefina Hurtado, funcionarios de Medicina Legal en El Carmen de Viboral para ese entonces. María Josefina cuenta que luego del procedimiento dejaron los cuerpos en la morgue, pero al día siguiente los cuerpos ya no estaban: “En la noche hicieron todas las fechorías, dañaron la chapa, las puertas caídas, las paredes pintadas, todo estaba dañado. Lo que hicimos fue llamar a la policía, ¿qué íbamos a hacer si los cuerpos ya no estaban?”, recordó.

Según el mencionado comunicado del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, los cuerpos de Uberney y José Evelio fueron raptados por miembros del Ejército para ocultar las pruebas, por ello violentaron las puertas de la morgue y luego de ingresar al lugar pintaron consignas alusivas al ELN.

Aunque Sergio sabía que el cuerpo de su papá había sido desaparecido, durante su adolescencia sintió la necesidad de visitar una tumba porque, dijo, “yo veía que la gente iba a visitar a los muertos, o veía que los cremaban y podían esparcir las cenizas en algún lugar. Cuando tomé consciencia de todo eso, fue cuando empezó a dolerme más”.

Sergio y su madre saben que buscar el cuerpo de Uberney implica riesgos porque, según él, es volverse a meter con el Ejército y por eso prefieren no continuar con los procesos de búsqueda para evitar venganzas. “Solo espero que mi papá descanse en paz, al fin y al cabo, su cuerpo no es tan importante como su memoria”, expresó.

Pero Pastor Jaramillo y la Sociedad Agropecuaria Horizontes no han desistido en la búsqueda de Uberney y José Evelio, por lo que a lo largo de 21 años han realizado todos los procedimientos judiciales propuestos por el Estado para encontrarlos sin obtener algún resultado hasta ahora. “La única forma para encontrar los cuerpos de nuestros compañeros es que esos militares hablen, los dos que condenaron y los que no, porque eso es otra cosa, no todos fueron imputados”, explicó Pastor.

Una nota de prensa publicada por el periódico El Tiempo el 7 de abril del 2001, titulada: ‘Militares vinculados por crimen de reinsertados’, relató que en la masacre de la finca La Galleta participaron diez militares los cuales fueron llamados a indagatoria por la Unidad Nacional de Derechos Humanos de la Fiscalía. La investigación permitió esclarecer asuntos como que el hecho de que un supuesto “comunicado que enviaron los paramilitares por fax a varios medios masivos, en el que justificaban la masacre de la Finca La Galleta, fue emitido por una oficina de la Cuarta Brigada con sede en Medellín”, reveló el citado documento del Colectivo José Alvear Restrepo.

Siete años después de la desaparición y asesinato de Uberney y José Evelio, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia confirmó la pena de 40 años de prisión para los militares Humberto de Jesús Blandón y Sandro Fernando Barrero, pertenecientes al Batallón Mecanizado Juan del Corral de la Cuarta Brigada, que habría actuado junto a paramilitares del Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá para cometer la masacre.

“Cuando entendí que el Ejército había asesinado a mi padre, sentí mucho rencor y odio contra el Estado colombiano. Tenía en el corazón un deseo de venganza, pero con el tiempo empecé a sentar cabeza y quería que por fin se supiera claramente lo que había pasado, dónde estaba mi papá. Deseé que la historia no se volviera a repetir nunca, que ningún niño tuviera que perder a su padre, huir de su tierra, perder conexión con su familia, con sus amigos, con todo”, manifestó Sergio.

Si Sergio pudiera devolver el tiempo, solo cambiaría la muerte de su padre porque es la única cosa que hubiera marcado una diferencia enorme en su vida: “No hubiera tenido que irme de Colombia, hubiera crecido con mis primos, con mi familia. Desde muy pequeño me tocó ser un desplazado, un extranjero, me enseñaron la inestabilidad de no tener un lugar propio, un hogar. Hoy en día no encuentro mi lugar, sigo siendo un extranjero a donde quiera que vaya”.

Veinte años después de la masacre en la finca La Galleta, el Juzgado Primero Civil del Circuito ordenó un acto de perdón por parte del Ejército Nacional. En un evento protocolario y desde un discurso institucional, el Mayor Alfredo Molina pronunció unas disculpas y aclaró que se había hecho un señalamiento total al Ejército Nacional y que por lo tanto las víctimas debían comprender que ninguno de los militares que asistieron al evento tuvieron que ver en la masacre y por lo tanto tampoco la institución militar. “La grandeza de un ejército que se concibió para defender y proteger a todos los ciudadanos hoy se ve manchada por la falla de algunos hombres que con su actuar deshonraron a todo un ejército”, expresó el Mayor Molina.

Al respecto, Pastor dijo que los integrantes de la Sociedad Agropecuaria Horizontes reciben este pedido de perdón con respeto, porque de cierta forma ayuda a limar el resentimiento, pero reconoce que “para nosotros ese acto de perdón no significó ni reparación, ni verdad. Fue un acto por mandato, pero reparados no estamos, no tenemos verdad. Se necesitan por ahí mil eventos más”. Por eso, siguen esperando que los ocho militares que no fueron condenados respondan ante la justicia por los hechos ocurridos en La Galleta y que confiesen dónde están los dos desaparecidos.