José Rodríguez Vaca se ha dedicado a construir la memoria histórica del Catatumbo alrededor del conflicto y la paz. En distintas ocasiones ha elaborado informes sobre los habitantes del territorio. En esta entrevista nos cuenta sobre ese trabajo.

 

Por: Ángela Martin Laiton – Pacificultor

¿Cómo surge la idea de pensar estos procesos de memoria histórica en el Catatumbo?

Yo nací por allá en La Gabarra, en una vereda que se llama Santo Tomás, me llamaron José de los Santos Rodríguez Vaca, he estado vinculado a la Diócesis durante muchos años. Primero, como seminarista, seis años en el seminario de Tibú cuando todavía existía y 4 años en el seminario Mayor de Bogotá. Tiempo después fui secretario del padre Gilberto Peña en la Catedral y luego estuve casi 4 años como coordinador del tema de desplazamiento forzado en una de las épocas más difíciles y de grave crisis humanitaria. También fui monitor de frontera y precisamente ahí es donde me vinculo con todo el proceso de memoria histórica en la Diócesis de Tibú, en donde teníamos un proyecto que se llamaba Te Veré, testimonio, verdad y reconciliación con el que empezamos por allá por el 2004 con unos ejercicios de memoria muy discretos, muy privados porque en ese tiempo permanecían los paramilitares en el Catatumbo.

Ahí empecé a hacer entrevistas y a conocer a personas con historias muy complejas, conocer sus tragedias pero también sus historias de resiliencia, de salir adelante, sobre todo las mujeres. Ese proyecto lo hicimos hasta el 2006, hablando de desplazamiento forzado y memoria.

Sin embargo, el primer proceso de memoria histórica de forma más concreta lo hicimos en Tibú y El Tarra en el 2007, era un proceso de formación porque había que generar confianza con las víctimas, creamos un grupo en El Tarra, otro en Filogringo y otros dos en Tibú y en La Gabarra; en Campo Dos fue muy complejo porque la gente temblaba del miedo y no quería hablar. Ahí empecé un proceso más independiente y concreto sobre memoria durante año y medio, porque el tema de memoria es un tema de confianza y la idea es que la gente se sienta cómoda.

Hacia final de ese proyecto hicimos dos eventos muy bonitos, uno que fue el Festival Artístico por la Memoria, ese fue en La Gabarra, y el otro que fue la primera Galería de la Memoria que se hizo entre Tibú y La Gabarra con más de 250 víctimas, porque ya para ese entonces habíamos logrado hacer los perfiles de algunos de ellos, con su fotografía y una pequeña reseña de su vida. Y hay cosas terribles, por ejemplo, una familia en la que el abuelo fue de los primeros que asesinaron los paramilitares el 29 de mayo de 1999 y su nieto era un niño muy pequeño pegado al abuelo que quedó muy afectado por ese hecho, cuando nosotros hacemos esa exposición ya era un adolescente y se queda viendo la fotografía y dice: «es la primera vez que se cuenta realmente quién era mi abuelo».

Aparte de todo ese proceso sale un informe que está disponible en internet y se llama: Memoria: puerta a la esperanza.

Cuando sale la sentencia T025 de la Corte Constitucional ustedes ya tenían trabajo adelantado, ¿qué pasa ahí cuando la exigencia es tan concreta alrededor de la obligación de trabajar procesos de desplazamiento en el país?

En ese momento sale un informe general que se llama Colombia, una nación desplazada. Es un parteaguas en el que la Corte Constitucional además dice: mire, usted tiene que hacer memoria sobre los siguientes temas: desplazamiento forzado y fronteras, desplazamiento intraurbano (el caso era Medellín pero no alcanzó a salir), pueblos arrasados, que fue el caso de Castilla, Meta y desplazamiento forzado y masacres (el caso emblemático del país fue Tibú y el Catatumbo bajo). Yo estuve acompañando ese proceso de memoria, de ahí sale el que sería el primer informe de memoria histórica desde el Estado en el 2014.

¿Cómo inicia el proceso que se hace directamente con el Centro de Memoria Histórica?

Monseñor Omar Alberto Sánchez estuvo en el lanzamiento y el Centro de Memoria Histórica le plantea una alianza para hacer un informe junto a la Diócesis de Tibú, ahí me invitan a hacer parte de ese equipo. Delimitamos cuáles eran los municipios y corregimientos con los que íbamos a hacer estos ejercicios de memoria, la idea era hacer una continuación un poco más regional de lo que se había entregado con el Basta Ya, que era un informe nacional, pero se requerían informes regionales que fueran detallando otros aspectos. Comenzamos ese proceso en el 2019, hicimos como 17 talleres, con mujeres, con jóvenes, diálogos por la memoria, otro solo con sacerdotes de la Diócesis. En ese informe sale la diferencia del conflicto entre Catatumbo, alto, medio y bajo, incluso hay aspectos culturales que son muy distintos pero hay una identidad conjunta que es el río, por ejemplo, usted va a Luis Vero y la gente se dice catatumbera, aunque el río pasa lejos de ahí.

Hicimos casi 200 entrevistas y logramos al final sacar varios productos, salieron en 2018, todos están disponibles en la página del Centro de Memoria Histórica. ¿Qué encuentran?, primero el informe que está lleno de testimonios, hay seis cartillas temáticas, el mapa y una infografía, hay unos videos sobre mujeres y jóvenes. Con ese proyecto pensé que terminaba el proceso de memoria. En 2019 socializamos el informe.

Este es un informe general que viene desde 1930, cuando los barí hicieron su proceso de memoria, ellos hacen una línea de tiempo sobre la colonización del territorio, la pérdida de sus habitantes, todo. Nosotros, en cambio, marcamos el inicio del conflicto con la guerra de los colores, o de liberales y conservadores, hacia la zona de Convención, Teorama y El Carmen, sobre todo por la masacre de los conservadores contra los liberales en 1949.

Para el Catatumbo bajo ha sido distinto. En los años 30 llegan las petroleras y ese momento lo marcamos como los primeros hitos de la memoria, petróleo, pueblo barí y la guerra de los colores.

Después viene el siguiente capítulo, que es el que más me gusta, se llama Somos tierra, madera y agua porque es todo el proceso de llegada de los colonos. Ahí nace todo el proceso de resistencia del Catatumbo. Después viene el tercer capítulo, que se llama La larga historia de las guerrillas en el Catatumbo, en 2019 se cumplieron 40 años de la primera toma guerrillera, que fue en Convención el 31 de enero de 1979. Hay otro aparte que también es muy grande y es el tema de la coca, pero no del narcotráfico, sino de la siembra de coca, los raspachines, mujeres, jóvenes, cómo es esa relación con la tierra en donde el campesino muchas veces no diferencia la mata de coca de la de maíz porque para él ambas son plantas. Luego cerramos con todo el tema de grupos armados pos desmovilización, el reacomode del conflicto y llegamos hasta el 2018.

Hicimos el esfuerzo de recoger las memorias de lo que ha sucedido en el Catatumbo desde el siglo pasado pero sabemos que la memoria no se agota, sabemos que hay que seguir trabajando, seguir profundizando, precisamente estamos haciendo un ejercicio muy exhaustivo sobre el bloque Catatumbo, porque a pesar de que el capítulo sobre paramilitarismo es muy completo, faltan muchas cosas por contar sobre lo que implicó la violencia paramilitar en el territorio. Así que, aunque en este informe hemos hecho más de 200 entrevistas en donde se incluyen a los desmovilizados, las voces más importantes siempre serán las de las víctimas.

Juan Manuel Santos alguna vez mencionó que el Catatumbo era el Bronx de Colombia, estigmatizando a todo el pueblo catatumbero ¿cómo los procesos que ustedes adelantan rompen con esas estigmatizaciones?

Todos los procesos de memoria que nosotros hemos hecho son un aporte a la paz. Hay tres tensiones, la primera, es que el Catatumbo es una zona rica en recursos naturales pero a la vez con gente muy empobrecida; segunda, el Catatumbo históricamente ha sido una zona estigmatizada, ese estigma que viene incluso desde la época en que inició la explotación petrolera, donde al indígena se le llamaba salvaje y después con la llegada de las guerrillas a la zona al catatumbero se le estigmatizó como guerrillero; la tercera, es que el Catatumbo ha sido una región con una presencia débil del Estado versus organización social fuerte. Es muy importante lo que le estoy diciendo porque la respuesta ante la ausencia del Estado es una organización social y comunitaria muy fortalecida del pueblo catatumbero.

Esos tres aspectos son transversales a toda la memoria histórica del Catatumbo, usted puede revisar cualquier momento de la historia del territorio y encontrará esas tres cosas.

 


*Este texto fue publicado originalmente en julio del 2021 en la tercera edición del periódico Pacificultor.