Este costurero cumple su décimo aniversario en medio de la pandemia que le ha impedido a las tejedoras de este municipio del oriente antioqueño volver a reunirse. Sin embargo, estas mujeres permanecen comunicadas, pues se sienten como una familia.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Foto de portada: Costurero Viajero

Este mes de octubre el Costurero de Tejedoras por la Memoria del municipio de Sonsón cumple diez años. El proyecto, que comenzó como una forma de comprender cómo las víctimas de esta localidad entendían los derechos a los que podían acceder, se transformó en un espacio de encuentro para que las mujeres pudieran expresar, con palabras y tejidos, el sentir que les había provocado el conflicto armado. Así lo expresó Isabel González Arango, antropóloga de la Universidad de Antioquia y cofundadora de este proyecto, quien añadió que hoy las 17 integrantes del grupo son, sobre todo, una familia.

A pesar de esta alegría, la pandemia generada por la COVID-19 y las medidas de aislamiento para prevenir la enfermedad, se han convertido en un obstáculo para el reencuentro, ya que el margen de edad de las integrantes del colectivo está entre los 50 y los 80 años, lo que las convierte en personas de alto riesgo. De hecho, la Gobernación de Antioquia informó que, para el pasado domingo 27 de septiembre, en Sonsón se habían recuperado de la enfermedad 101 pacientes.

“Desde marzo no nos reunimos, así que creamos un grupo de WhatsApp y todos los días nos enviamos videos, mensajes y fotografías, nos contamos en qué vamos, qué proyectos tenemos en mente y, si alguna experimenta dificultades, buscamos la forma de ayudarla”, comentó Isabel González. Ella no pierde la esperanza de organizar, por lo menos, un breve encuentro virtual para conmemorar una década tejiendo memorias.

Otra integrante es Luz Dary Osorio, quien perdió a su esposo Mario Cardona a manos de paramilitares. Ella es la encargada de mantener afianzados los lazos entre las mujeres que conforman el grupo. Luz expresó que la cuarentena las ha distanciado, aunque continuamente se comunican unas con otras. Hoy extraña ocupar un espacio en el salón de las tejedoras, junto a sus amigas, en la Casa de la Cultura de Sonsón. Tejer, cocer, escoger telas, colores e hilos, pero también enseñar, corregir y, sobre todo, charlar de la vida, de lo que les pasa en su ambiente familiar, o volver al pasado violento que les arrebató a familiares y sueños.

Foto: Facebook Costurero Tejedoras por la Memoria de Sonsón.

Es ese espectro de vivencias, sentimientos y duelos, el que ha inspirado a estas mujeres a plasmar en tejidos algunos episodios de sus vidas, conflictos que viven sus comunidades, recuerdos junto a sus seres queridos, paisajes de su región y acontecimientos de la guerra que marcaron sus vidas. Sus obras no solo son conocidas en Colombia, también en varios países de Europa y Latinoamérica.

Ahora, en medio de la pandemia, “Ninsa está haciendo un mantel, Adriana está elaborando diademas y boinas en croché, Blanca está confeccionando tapabocas para vender a 3 mil pesos, Gloria, por su parte, está haciendo quitapesares, amuletos para invocar la felicidad, y doña Olga ya lleva tres colchas en la cuarentena y le está enseñando a sus nietos a tejer”, afirmó Luz Dary, quien admitió que cuando comenzó este proyecto no estaba muy segura de los efectos sanadores del encuentro, el tejido, la conversación y la rememoración, y más cuando algunas charlas terminaban en llanto, ante el dolor que les provocaba recordar hechos marcados por la injusticia.

Foto: Facebook Costurero Tejedoras de la Memoria de Sonsón.

Cuando comenzaron en octubre del 2010, los encuentros eran mensuales, pero poco después, ante la insistencia de las integrantes, se hicieron semanales; los lunes de dos a cinco de la tarde, en la casa de alguna de ellas. “Uno como víctima cree que su dolor no puede superar el de alguien más que haya pasado por la violencia, pero no. Escuchar otras historias, reír, pensar, perdonar y tomar una aguja, terminó por convencerme de que era la mejor forma de hacer terapia, de calmar el dolor”, añadió Luz Dary.

Otra integrante del grupo es Olga Soto de López, de 70 años. En 1996, ella, su esposo y sus ocho hijos tuvieron que desplazarse del municipio de Argelia a Sonsón. Un grupo armado comenzó a extorsionar y amenazar a la comunidad. Al presentarse los primeros homicidios decidieron empacar unas pocas maletas y abandonar la finca para siempre. Hoy vive con una hija y varios nietos, a quienes está enseñando a tejer con el fin de legar una tradición que la hace sentir orgullosa.

“Mis nietos se llaman Mateo y Juan José, de ocho y diez años. Ya que no pueden ir a la escuela se han quedado conmigo y les he enseñado cositas. Ya son buenos tejiendo y cada uno se propuso hacerse una boina. Les voy enseñando y corrigiendo. Para mí es muy importante estar con ellos y verlos crecer”, comentó Olga, una de las cerca de 13 mil víctimas del conflicto armado que tiene el municipio de Sonsón, en el Oriente antioqueño, según Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas. Uno de los hechos violentos más recordados, afirmó Olga, es la masacre ejecutada por las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, el 24 de agosto de 1996, en la vereda La Paloma. Ese día murieron seis personas. A lo que se suma otros actos de guerra realizados por la guerrilla de las Farc y el ELN.

De momento, lo que espera Isabel González es que la pandemia termine para continuar con los encuentros y los viajes a otras ciudades del país, en donde puedan enseñar su trabajo a otras víctimas de la violencia que se han interesado en replicar esta iniciativa de tejido y memoria, como ha ocurrido en Quibdó (Chocó), donde ya existen dos grupos de mujeres tejedoras.

“Estos diez años han sido la posibilidad de hacer cosas buenas. Me parece increíble que ya haya pasado todo este tiempo y aun así sigan las ganas de crear. Los procesos no se han agotado, pues faltan muchas cosas por hacer. Estos son diez años en los que hemos podido dar a conocer las narrativas textiles y su importancia en la sanación del espíritu”, concluyó Isabel.