Cuatro universidades de Italia, Holanda, Argentina y Colombia, junto a tres espacios de memoria de esos países, se unieron en el proyecto Speme para intercambiar conocimientos y pensar en estrategias que permitan transmitir las memorias de los conflictos.

Por: Esteban Tavera
Foto: antiguo campo de concentración de Fossoli, Italia. Fundación Campo Fossoli.

La Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Buenos Aires, de Argentina, la Universidad de Boloña, de Italia y la Universidad de Ámsterdam, de Holanda, se unieron para en el proyecto de investigación Questioning Traumatic Heritage: Spaces of Memory in Europe, Argentina and Colombia (Speme), que tiene como objetivo el intercambio de experiencias en torno a los lugares de memoria.

En el proyecto también participan representantes del Museo Sitio de la Memoria Esma, ubicado en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio, en Buenos Aires; la Fundación Campo Fossoli, encargada de la preservación del antiguo Campo de concentración de Fossoli, en Carpi, Italia; y el Castrum Peregrini, lugar de memoria en el centro de Ámsterdam, que durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como “casa segura” al poeta alemán Wolfgang Frommel y a dos de sus alumnos judíos.

En Colombia, la ejecución el proyecto está a cargo del Grupo Colombiano de Análisis del Discurso Mediático, de la Universidad Nacional, cuya directora es la profesora Neyla Pardo Abril.

¿Cómo surgió la iniciativa de vincular lugares de la memoria que recuerdan conflictos tan diferentes y en latitudes tan distintas?

Speme es un proyecto de investigación que nació en la Unión Europea a través de la convocatoria Horizonte 2020. Somos cuatro universidades, dos europeas y dos latinoamericanas. En este marco, además de las instituciones académicas, el proyecto ha vinculado instituciones no académicas, pares internacionales que están más vinculados con el hacer real en los lugares donde se producen las memorias.

Yo quiero resaltar que nosotros no estamos hablando de la memoria, porque nosotros todavía no tenemos un camino recorrido para establecer y consensuar cuál sería esa memoria que tradicionalmente se ha llamado histórica. Lo que sí sabemos es que tenemos una gran necesidad de reconstruir los espacios de las memorias múltiples, diversas, de todos los actores del conflicto en un país que, como el nuestro, tiene una diversidad enorme, con una significación que aún no se ha realizado. No sabemos hasta el momento cómo crear una identidad de las víctimas, del victimario, del sujeto que siendo víctima se constituye en victimario, o en sentido inverso.

A parir del intercambio que han establecido en el proyecto Speme, ¿cuáles son los puntos en común que han identificado en los lugares de memoria que participan de la investigación?

Los abusos en el ejercicio del poder, la violación de los derechos humanos y las concepciones políticas que hacen que los ejercicios de poder se constituyan en hechos de fuerza y no de reflexión, de debate o de construcción de una mirada distinta de lo que somos como ciudadanos.

La Guerra Mundial nace en falsas informaciones, pero, sobre todo, en la negación de la otredad, del otro como ser humano. Eso, que genera condiciones de indignidad, ha dado lugar a las guerras sistemáticamente en el mundo. La historia de la humanidad es una historia de crímenes de unos contra otros.

En Colombia hemos tenido sesenta años en los que sistemáticamente unos han fregado a otros, los han violentado, despojado, robado, criminalizado, marginalizado. El empobrecimiento es una decisión política que marginaliza y es un tipo de violencia muy grave contra la sociedad. Ahí tenemos las causas. La reflexión sobre las causas se vuelve fundamental para que pensemos alternativas a este problema que está acompañando hoy a casi toda la humanidad.

En ese sentido, ¿qué podemos aprender en Colombia de las demás experiencias con miras a la construcción de un Museo Nacional de Memoria Histórica?

En Colombia estamos convocados, de carácter urgente, a reconocer muchos aprendizajes posibles que son derivados de las experiencias de la Segunda Guerra Mundial, de lo que pasó en Bosnia, en África. Allí hay unas formas de proceder que pueden sernos útiles.

Pero el conflicto armado colombiano tiene unas dimensiones, los factores son tantos y de tan diverso orden, que es un conflicto sui generis en el mundo, por eso no podemos proceder como ninguna de esas experiencias, ni siquiera como las de América Latina. Lo que tenemos que hacer es repensarnos como país y como sociedad, a partir de las experiencias de los otros países.

¿Cómo evalúa usted ese proyecto de Museo Nacional de la Memoria?

El proyecto de Museo Nacional de la Memoria tiene ideas interesantes, pero también graves problemas en su origen. No se puede institucionalizar la memoria y llegar a construir un museo de memoria histórica si no se ha consensuado con las víctimas, con los victimarios, con el Estado y con las comunidades, cómo queremos que quede allí representado eso que ha sido parte fundamental de nuestra existencia en los últimos sesenta años.

De manera que, sin desconocer los esfuerzos importantes que hay ahí, estamos bastante preliminares en esta tarea. Pero el problema no es el edificio, es cómo encuentra la víctima su lugar para superar una condición de la cual no es responsable.

¿Por qué en Colombia no hemos llegado a un consenso sobre cómo depositar nuestras memorias en un lugar?

En Colombia el problema es que no tenemos un sistema de recuperación de las memorias sistemáticamente organizado. Hay muchos lugares de memoria que están muy anclados a la autogestión de las comunidades, a la individualidad de los sujetos victimizados, a los pequeños colectivos que se esfuerzan por recuperar sus memorias, pero en el país no tenemos un museo nacional de las memorias. Eso, que es apenas un proyecto, hoy en día está en grave peligro, porque si partimos de la idea de que “aquí no hubo conflicto” y que no debemos recordar porque todo está bien, pues no tenemos ningún punto de partida suficientemente válido.