El Centro Nacional de Memoria Histórica ha ido más allá de lo que le ordenaron las normas y hoy es un organismo clave para apoyar el trabajo de instituciones surgidas de los acuerdos entre el Gobierno Nacional y las FARC. Un repaso por el camino recorrido y lo que viene.

Por: Carlos Olimpo Restrepo S.
Foto: Acto de entrega de informes del Centro Nacional de Memoria Histórica a la Jurisdicción Especial de Paz / Cortesía CNMH.

Comprender las razones del conflicto armado colombiano no es tarea fácil, pero en los 80 informes que han elaborado hasta ahora los expertos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se encuentran algunas claves. Y ese patrimonio, como lo califica Gonzalo Sánchez, su director, ha sido construido durante casi once años de trabajo independiente, con comunidades afectadas por la guerra, organizaciones no gubernamentales, centros académicos, tanto dentro como fuera del país.

En principio, nació como apéndice de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, creada en la Ley 975 de 2005 –llamada de Justicia y Paz-, que entre sus funciones tenía “presentar un informe público sobre las razones para el surgimiento y evolución de los grupos armados ilegales”, mandato que llevó a que en 2007, mediante un acta, se oficializara la creación del Grupo de Memoria Histórica.

“Estábamos bajo un gobierno (el de Álvaro Uribe Vélez) que negaba la existencia misma del conflicto, que decía ‘aquí lo que tenemos es una amenaza terrorista’ y sobre eso se montó el discurso oficial. Era una gran paradoja, porque se nos dijo que la tarea nuestra era reconstruir la historia sobre el origen y evolución de los grupos armados en Colombia y es natural que, si uno hace eso, está hablando de diversos protagonistas, que tienen sus estrategias, sus normas, sus dominios territoriales, es decir, de un escenario que llamamos guerra, confrontación, conflicto”.

Y esa no fue la única dificultad que encontraron los miembros del grupo, que desde entonces estuvo bajo la dirección de Sánchez. Adelantar sus investigaciones en medio del conflicto y ganarse la confianza de diferentes sectores de la sociedad –que los veían como un instrumento de la administración de turno y no como un organismo autónomo- fueron retos adicionales a la tarea central. “Como sabíamos que estábamos comenzando una tarea demasiado compleja y riesgosa, entonces salimos en busca de la legitimación de nuestro trabajo. Porque el contexto no estaba para dar gratuitamente legitimidades. Yo le decía de frente a la gente: ‘logramos que hubiera una autonomía muy explícita para la conformación de este equipo de memoria histórica, lo he montado con una gente muy reconocida que trabaja con las víctimas, que son expertos en el conflicto, algunos de ellos están asociados a ONG que, por su labor, han tenido confrontaciones con el Estado. Es decir, estoy aportando unas condiciones de credibilidad que espero que ustedes me refrenden”, recuerda este historiador.

Para reforzar ese mensaje, la tarea central del grupo fue postergada por la manera en que se decidió asumir el proceso. Para el 7 de agosto de 2010, cuando concluyó el gobierno Uribe,  habían realizado 22 investigaciones, según los archivos de la desaparecida Comisión y del CNMH. Cada uno de estos casos es emblemático, pues se seleccionaron para mostrar las responsabilidades de los victimarios: agentes del Estado en la masacre de Trujillo, Valle; paramilitares en la de El Salado, Bolívar, y la guerrilla de las FARC en Bojayá, Chocó. Esta agresión al igual que el ataque paramilitar en Bahía Portete, en La Guajira, sirvió también para mostrar la violencia contra grupos afro e indígenas, mientras que la de La Rochela, en Santander, evidenció las amenazas y ataques en medio de las cuales deben trabajar los integrantes de la rama judicial para adelantar los procesos relacionados con el conflicto armado. La intención, además de que fueran investigaciones representativas, era también llegar a diversas regiones del país.

Con la llegada a la Presidencia de Juan Manuel Santos, el Grupo evolucionó a Centro Nacional de Memoria Histórica, organismo incluido en la Ley de Víctimas, con mayores garantías para adelantar su trabajo. Y fue el 23 de julio de 2013, casi dos años después de esta transformación, cuando se hizo público el ¡Basta Ya!, informe general que recopila más de 50 años de conflicto armado en Colombia, que fue más allá de indagar por el origen de los grupos armados ilegales, como se estableció en 2007, toda vez que puso en evidencia “la enorme magnitud, ferocidad y degradación de la guerra librada, y las graves consecuencias e impactos sobre la población civil”, según la presentación.

Pero el trabajo no acabó ahí y hoy, además de los 80 informes de esclarecimiento de algunos casos y temas específicos, el CNMH ha publicado 28 iniciativas de memoria y línea literaria, ha desarrollado 20 herramientas pedagógicas para fortalecer los procesos de memoria, ha elaborado cinco resúmenes y 11 balances –uno por año- de sus actividades.

Además, tiene varios procesos en desarrollo –están por salir los informes ¡Basta Ya! Catatumbo y la investigación del secuestro y asesinato de los diputados del Valle- y quedan pendientes casos grandes, como el de la tortura, el asesinato de los concejales de Rivera, Huila, o el ¡Basta ya! Pacífico, entre otros.

Y, como si no fuera suficiente, al CNMH le quedan aún el reto de sacar adelante el Museo Nacional de la Memoria, para el cual ya se han recopilado miles de elementos y relatos entregados por víctimas y organizaciones sociales, entre otras, que serán puestas a la luz pública a partir de 2020 en su sede de Bogotá, según el cronograma establecido por el organismo.

Además, debe trabajar en la preservación de los archivos recopilados para las investigaciones y otros de los que el Centro se convirtió en guardián, como los de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) o de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes).

“Y ahora surge otra línea que está en ciernes: que los combatientes de las Fuerzas Armadas, de la guerrilla, de los paramilitares, nos den su versión. Esperemos que un día esto sea posible y que esas memorias también se sienten a conversar, pues para entender lo que pasó necesitamos escuchar todas esas voces”, asegura Gonzalo Sánchez. Pero esa tarea ya no la adelantará él.