Este trabajo busca, entre otras cosas, entender cómo se ha vivido el conflicto armado en el departamento del Caquetá y cuáles son los vasos comunicantes que explican su degradación.
No hay silencio que no termine es un ejercicio de memoria del que se vale Ingrid Betancourt para reconocer su carácter ciudadano y no dejárselo expropiar, como sí tuvo que hacerlo durante su cautiverio a manos de las Farc. Una ciudadanía de la que da cuenta en este libro profundo y aterrador sobre su secuestro.