En el espacio territorial de la vereda Tierra Grata, excombatientes de las Farc producen bloques de tierra compactada para construir sus proyectos de vivienda, ante los incumplimientos del Estado con el proceso de reincorporación.

 

Por Paulina Mesa Loaiza

Fotos: Facebook Fredy Escobar Moncada

Con una trituradora, una mezcladora y una prensa, un grupo de 133 excombatientes de las Farc, asociados a la Cooperativa Multiactiva de Paz del Cesar, emprendió un proyecto productivo para la fabricación de bloques de tierra compactada. Esta bloquera, ubicada en la vereda Tierra Grata del municipio de Manaure, representa no solo una fuente de empleo, sino también la forma en que estas personas tratan de hacer realidad su sueño de una casa propia, a través de la construcción del proyecto Ciudadelas de Paz.

“El Estado colombiano no ha hecho una sola casa, entonces nosotros nos pusimos al frente de esa situación y propusimos la autoconstrucción asistida de vivienda. Iniciamos con una máquina manual que producía muy poco, pero hoy tenemos una planta eléctrica que produce mucho más y tenemos la meta de hacer 900 mil bloques para hacer 150 casas”, explicó Fredy Escobar, responsable del proyecto Ciudadelas de Paz, quien agregó que en la actualidad la fábrica puede producir hasta mil 800 bloques en una jornada de ocho horas continuas.

Este emprendimiento, que recibió el respaldo de la Unión Europea, ha sido posible gracias al apoyo de la Universidad del Atlántico, la Universidad de la Guajira y la Fundación Universitaria Área Andina, que desarrollaron las investigaciones necesarias para determinar el tipo de tierra que se debía utilizar, las medidas que debían tener los bloques y los procesos necesarios para que los excombatientes pudieran construir una casa modelo.

Yaquelin Yajure, una de las personas que trabaja en la bloquera, contó que recibió capacitaciones de arquitectos y técnicos que acompañaron el proceso, aunque reconoció no ha sido fácil porque “nosotros no somos técnicos, ni constructores, pero dijimos que íbamos a lograrlo y todo ha sido un aprendizaje en medio de la práctica, eso nos demuestra que podemos construir con nuestro propio esfuerzo”.

Cada bloque pesa alrededor de 11 libras y tiene unas dimensiones de 30 cm de largo por 15 cm de ancho y 10 cm de alto.

Para trabajar de forma eficiente, esta unidad productiva requiere de un equipo de ocho personas, conformado actualmente por seis hombres y dos mujeres, todos reincorporados. Pero además de convocar a la comunidad excombatiente, el proyecto de la bloquera “también convocó a la comunidad cercana al espacio territorial porque todas las personas que estén dispuestas a trabajar pueden venir y aprender, esto no es solo de reincorporados”, afirmó Yaquelin.

 

Somos el mismo pueblo

Yaquelin tiene dos hijas. Cuenta que Yakanita nació en la guerra y Yajure nació en la paz. El reencuentro con su hija mayor de 12 años ha sido un reto para ella porque fueron separadas en medio de las dinámicas del conflicto, Yaquelin en la montaña y su hija en la vereda. Todos los días ella trabaja para crear nuevamente el vínculo de madre y repartir su tiempo entre la bloquera y el hogar. “Es un reencuentro que me ha costado mucho, pero también ha sido una experiencia y un aprendizaje como mujer para saber qué rol debo desempeñar y para qué tengo que prepararme como madre. Una cosa es estar en la montaña y otra es estar acá”, relató Yaquelin.

Para ella su reincorporación está en el limbo porque “el día que yo tenga una casa y pueda dejar a mis hijas bajo un techo tranquilo, hasta ese momento voy a sentir que tengo una reincorporación, con una vivienda donde pueda estar tranquila y pueda decir: esta es mi casa”, expresó.

Para Fredy, el adobe es una muestra exitosa del compromiso de los ex combatientes con el proceso de paz porque ha permitido mantener la motivación y saber que a través de este proyecto productivo se puede ganar confianza en la vida y tener otras vías para resolver. Además, la casa genera arraigo y mantiene unida a la comunidad en el territorio.

Los bloques están hechos de cal, cemento y tierra con el propósito de disminuir la quema de leña y el uso de fogones de ladrilleras, con lo que los excombatientes buscan impactar en menor medida el territorio y el medio ambiente.

La bloquera les ha permitido soñar junto a sus compañeros y compañeras reasentados en la vereda Tierra Grata en Manaure, Cesár, por eso han trabajado unidos para tener una nueva vida en comunidad fuera de la montaña. “La convivencia ha sido muy organizada porque hemos creado normas, además pensamos en los niños y creamos un hogar infantil que se llama Pedro Pascasio, porque estos espacios de reincorporación no fueron creados para ellos, sino para adultos que venían de la guerra”, explicó Yaquelin, quien agregó que este hogar infantil busca beneficiar a la comunidad en general, por lo tanto acoge a niños campesinos e indígenas que habitan la vereda y que no hacen parte de la comunidad reincorporada.

Los procesos por el mejoramiento de vida en la comunidad fariana también ha beneficiado a las comunidades cercanas. “El barrio El Mirador se vio beneficiado con agua las 24 horas del día gracias a que esta comunidad fariana puso el agua en la zona, eso tiene un impacto en efectos de reconciliación e integración. El proyecto de vivienda va facilitando el encuentro porque somos el mismo pueblo tratando de resolver la calidad de vida, el bienestar, el buen vivir y el desarrollo”, manifestó Fredy.

 

Una paz posible

Según el informe trimestral presentado por la Misión de Verificación de las Naciones Unidas, en Colombia desde la firma del Acuerdo de Paz hasta el 14 de octubre de 2021 se han registrado 296 asesinatos de ex integrantes de las FARC. Fredy piensa que este ha sido un tema muy complicado y preocupante porque, según él, desde el Estado ha existido hostilidad hacia el proceso de paz y hacia los firmantes.

Sobre este problema Yaquelin expresó: “Pensábamos que solamente la guerra ocasionaba muertos, pero resulta que a la paz también le ha tocado apostar muertos”. Para ella, todo este contexto violento deja un legado de desconfianza a su paso, pero también un ambiente de reflexión y resistencia porque el legado de su comunidad es incansable en cuanto a la paz y continúan trabajando en medio de las dificultades. Por eso cree que tanto el proyecto de la bloquera como Ciudadelas de Paz, no solo le apuestan a una vivienda, sino a la paz y a la reconciliación.

“La tranquilidad no es el 100 por ciento pero como personas reincorporadas estamos demostramos que día a día por encima de los obstáculos para implementar el acuerdo, somos personas decididas y llegamos para quedarnos, para aportarle al país y decirle que la paz si la podemos construir, pero que no nos la dejen solo a nosotros como reincorporados sino que entre todos podemos y tenemos que aportar un granito para poder construirla”, manifestó Yaquelin.

Para Fredy, hacer 150 casas en la vereda Tierra Grata significa motivación y confianza, pues espera que, a través de la experiencia con este proyecto de autoconstrucción asistida, otras comunidades se unan y construyan más viviendas. “Cada paso que nosotros damos en materia de la gestión de ese proyecto, es un paso que también beneficia a las comunidades cercanas, eso nos va fortaleciendo y consolidando en el territorio y en la interacción e integración con las comunidades”, explicó.