Las mujeres comunistas han sufrido de manera diferenciada la violencia política en el país. El uso de sus cuerpos como estrategia de persecución se ha expresado a través de patrones de victimización como agresiones sexuales y psicológicas.
En Viotá, Cundinamarca, nació la Guardia Roja, un movimiento campesino que de la mano del Partido Comunista luchó por la repartición equitativa de la tierra y el derecho a sembrar café. Pero las diferencias con los frentes de financiación de las Farc y la posterior llegada de los paramilitares precipitaron su declive.