El municipio de Miranda, en el departamento de Cauca, es una de las zonas más violentas del país, pero también la cuna de un bello proyecto impulsado por nueve mujeres excombatientes: una fábrica de muñecas.

Por: Pompilio Peña
Foto: Misión de la ONU en Colombia

En un precario y angosto cuarto en el municipio de Miranda, Cauca, se reúnen nueve mujeres para confeccionar y ensamblar una serie de muñecas que, en menos de un año, se han convertido en un éxito. Su líder es Francis Restrepo, una artesana y médica tradicional que llegó al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Monterredondo, y desde entonces dio inicio al proyecto ‘Muñecas excombatientes por la paz’.

En enero del 2018, Francis llegó con una máquina de coser, invitada al ETCR desde el municipio de Miranda. Reunió a las excombatientes y les propuso sacar una iniciativa para generar ingresos. Ellas estaban cansadas de esperar las promesas de proyectos productivos del Gobierno. Finalmente, pensaron en las muñecas, pero no había plata, ni telas ni hilos ni tijeras ni botones.

A Francis se le ocurrió que, quizá, las camisetas camufladas de los excombatientes podrían servir. Un líder del ETCR aportó otros 300 mil pesos y así comenzaron. Se adquirieron algunos elementos de modistería y se turnaron la única máquina que tenían. Quince días después de las capacitaciones en el salón comunal, vio luz la primera muñeca con tela de piel de ángel, pelo negro y largo de lana, ojos sonrientes, sombrero, blusa camuflada, falda campesina y alpargatas. Cuando la vieron, los 53 integrantes del ETCR quedaron encantados.

En diciembre del 2018, Cooperación Internacional aportó cuatro máquinas: dos planas, una fileteadora y una collarín; además de material para aumentar la producción. En total fueron 50 millones de pesos. Llegaron las entrevistas, la televisión, la radio y la prensa; fueron invitadas a ferias artesanales en Bogotá, Cali, Popayán, Barranquilla y Medellín. Hoy les hacen pedidos y ellas envían a todas partes de Colombia. Las ganancias, que siguen siendo pocas, son repartidas entre todas.

Una mala noticia

Todo iba perfecto hasta el pasado 22 de julio, cuando en la madrugada llegó la noticia de que habían asesinado en una vereda cercana al ETCR a Jeison, un excombatiente. Su hermano resultó herido en el ataque. En el funeral, su madre murió de un infarto.

Ya son 22 los excombatientes de Monterredondo que han sido asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz. En todo el país, hasta el 25 de julio, habían sido asesinados 137 exguerrilleros, según el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.

“Jeison fue quien nos regaló la camiseta con la que hicimos la primera muñeca, además de que era el marido de una de nuestras compañeras que, al conocer la muerte de Jeison, huyó del ETCR por miedo”, cuenta Francis, madre, orgullosa campesina, desplazada y líder de las mujeres en el Cauca, un departamento que experimenta una tremenda racha de asesinatos y amenazas contra líderes. Ella, de hecho, debe desplazarse de un pueblo a otro con escoltas.

Según Indepaz, en el Cuaca, en lo que va del año, han muerto de forma violenta 23 líderes sociales, la mayoría de ellos indígenas. Los departamentos más afectados por esta ola de amenazas son junto a Cauca, Putumayo, Meta, Norte de Santander, Antioquia, Córdoba, Nariño y Valle del Cauca.

Muestra de las ‘muñecas excombatientes’ en la Universidad Eafit, en Medellín. Foto: Misión de la ONU en Colombia

Cambiando vidas

Mela Obispo Chirimía es una excombatiente que desde hace un año está vinculada a la fabricación de las muñecas. Tiene 23 años y pasó cuatro en las filas de la guerrilla de las FARC. Desde entonces, ha estado en el ETCR de Monterredondo, terminando su bachillerato y reincorporándose de la mano de Francis.

“Esta iniciativa es un ejemplo de que queremos salir adelante y no volver a las armas. Somos campesinas orgullosas. Yo he aprendido a coser, a hacer moldes, a poner ojos y pelo. Por semana hacemos seis muñecas, pero para septiembre tenemos un encargo de la Agencia para la Reincorporación de 120 muñecas, eso nos entusiasma”, comenta Mela.

Hay ganas y alegría en medio del miedo por la tensa situación y las amenazas en la zona, a lo que se suma la falta de apoyo del Gobierno. En el ETCR de Monterredondo también se dedican a la ebanistería, la piscicultura, a la cría de cerdos, al cultivo de tubérculos y frutas; pero una gran parte de los reincorporados no se encuentra entre semana en el campamento, pues prefieren trabajar en la agricultura en la finca La Elvira, a un par de kilómetros de distancia, o ir a visitar a sus familiares.

Según Mela Obispo, todas estas actividades se desarrollan con temor, por lo que muchos procesos comunitarios nunca prosperaron. Y no es para más, según un informe de la Defensoría del Pueblo, Monterredondo, que se encuentra en el municipio de Miranda, está en una zona donde operan disidencias de las FARC, así el ELN, el EPL y paramilitares. Su presencia por el dominio de las rentas criminales provenientes de la coca y la marihuana, se ha visto entorpecida por los cabildos indígenas que tienen autonomía territorial. Este sería uno de los motivos por los que están siendo asesinados líderes étnicos. Las amenazas, según Defensoría, también son por apoyar el proceso de paz y la reincorporación, así como por sustituir los cultivos ilícitos por pancoger.

En medio de este crudo panorama, donde la fuerza pública apenas hace presencia, son creadas las ‘Muñecas excombatientes por la paz’, una iniciativa con sello propio.

Según Francis Restrepo, este proyecto tiene un ingrediente especial: “No solo queremos producir, también queremos que las muñecas se conviertan en un elemento simbólico, de memoria, para recordar aquellas mujeres campesinas, indígenas, afro y excombatientes que están aportando para la paz.

Este proyecto, que tiene muñecas hasta en Egipto, fue presentado en la Universidad Eafit de Medellín con otras tres iniciativas de excombatientes que le apuestan a la paz y a la reconciliación: El café Paramillo, del ETCR de la vereda Santa Lucía de Ituango (Antioquia); Confecciones La Montaña, una idea que nació en el ETCR de Anorí (Antioquia); y la cooperativa Coofortuna, que impulsa el turismo y la piscicultura en Mutatá (Urabá antioqueño).