Tres colombianos víctimas de exilio a causa del conflicto armado narraron en primera persona la violencia que sufrieron en el país, su experiencia en el extranjero y la manera como reinventaron su activismo político pese a las múltiples adversidades.
“No quise traer más que un par de camisas y unos libros. No deseaba echar raíces lejos de mi patria, así aquí no me sienta un extranjero. El exilio, a pesar de todos los dolores que ha significado, me ha enseñado a mirarle la cara a la soledad que siempre anda conmigo y a no tener más que lo que llevo puesto, para no perder la libertad de regresar a Colombia cualquier hora de cualquier día. Los sabores del desarraigo cambian y a veces llegan a ser hasta agridulces, aunque hay un peso agobiante que se arrastra siempre de calle en calle, de noche en noche”.
Alfredo Molano. Desterrados. 2002.
Por Camilo Castañeda
Según el informe Exilio colombiano: Huellas del conflicto armado más allá de las fronteras del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), la migración transfronteriza forzada –después del desplazamiento interno- es el segundo hecho victimizante más recurrente en el conflicto armado colombiano. A pesar de ello, las voces de las víctimas de estas situaciones también son unas de las más silenciadas en el país.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estimó en 2016 que 311 mil colombianos vivían como refugiados en 45 países del mundo. La cifra que podría ser mayor porque no contabiliza a aquellas personas que salieron de Colombia huyendo de la violencia sin pedir protección internacional. Hay organizaciones, como la Constituyente de Exiliados Colombianos, que incluso habla de 800 mil casos.
Contrario a lo que se podría pensar, la búsqueda de refugio en otros países no es una cuestión del pasado. En los últimos años, por ejemplo, las solicitudes de asilo en España han aumentado, según cifras del Ministerio del Interior Español, de 656 colombianos que pidieron protección en 2016 se pasó a 2.504 en 2017 y a 8.650 peticiones en 2018. Una situación que, según el informe del CNMH, puede explicarse por la persistencia de la violencia y la posibilidad de viajar a Europa sin visado desde diciembre de 2015.
No en vano el comisionado de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad en Colombia, Carlos Bernstein –en una reciente entrevista que ofreció a Hacemos Memoria-, dijo que gran parte de la verdad del conflicto armado se encuentra fuera del país y por eso desde esta institución realizan esfuerzos por escuchar y recolectar relatos y testimonios de los colombianos en le exterior. Ver: La Comisión de la Verdad le da voz a los exiliados
Saúl Franco, médico salubrista que sufrió en carne propia el exilio entre 1987 y 1989, quien también integra la Comisión de la Verdad, calificó el exilio como una situación que corroe la vida: “el exilio impone una ruptura del proyecto de vida, trae efectos emocionales, genera una sensación de soledad y de incertidumbre enorme. La incertidumbre es una condición supremamente difícil de manejar en todos los campos: en el terreno afectivo, en lo económico, en lo profesional, en lo político”.
Muchos de los refugiados colombianos en Europa, sin embargo, intentan hacerle el quite a esa corrosión retomando sus luchas desde afuera. Ellos se juntan, conversan y se movilizan para hacer visible desde el exterior su situación, al tiempo que desarrollan actividades que muestran las dificultades que atraviesa la implementación del Acuerdo de Paz que firmaron el Gobierno y las FARC en el 2016, las agresiones a los líderes sociales en el país y las violaciones a los Derechos Humanos que se siguen presentando en Colombia. Además exigen sus derechos en los países que los acogen como el acceso al trabajo o a la salud.
Una muestra de ello son los testimonios de Marta Saldarriaga, defensora de Derechos Humanos exiliada en Suecia desde 1990; Gener Úsuga, refugiado en Francia desde el 2009; y Elizabeth Restrepo, cosmetóloga paisa exiliada en Ecuador y Suecia desde el 2012.