“La universidad no debe ni puede callar cuando un líder o una líder social son asediados o asesinados. Aunque guarde luto, ella no se calla, porque entiende el valor de cada hombre o mujer que promueve o protege los derechos civiles y políticos”.
Por: John Jairo Arboleda Céspedes
Rector de la Universidad de Antioquia
No es solo que la universidad no deba callar, es que no puede hacerlo. Hasta el silencio de la Universidad es elocuente cuando repudia la indolencia de una sociedad, la mordaza de un pueblo o la vacilación de una nación. No es solo que no deba. Es que no ha callado ni callará la universidad si el reclamo o la impugnación se prohíben, si la diversidad es perseguida, si la diferencia es sometida o si la vida es amenazada.
Esta universidad ha visto muchas veces de cerca la violencia, la intolerancia y la displicencia; ella sabe lo que ha perdido y lo que debió enfrentar su sentido público, social y crítico durante las últimas décadas.
Por eso la historia de esta universidad y su horizonte normativo permiten valorar positivamente la morigeración de las hostilidades y de la confrontación armada, y asumir –como han asumido los universitarios− su compromiso con la idea de un país en el cual nadie considere jamás como alternativa la muerte violenta de otro, la persecución de una comunidad o el exterminio de un colectivo social.
La universidad no debe ni puede callar cuando un líder o una líder social son asediados o asesinados. Aunque guarde luto, ella no se calla, porque entiende el valor de cada hombre o mujer que promueve o protege los derechos civiles y políticos; de cada persona que busca creativa y pacíficamente hacer realidad un derecho económico, social o cultural; de cada líder con vocación de transformación social y movilización ciudadana; de campesinos y campesinas, estudiantes, profesores, sindicalistas, indígenas, afros, empeñados en justas reclamaciones de la propiedad de la tierra, la conservación del medio ambiente, la demanda de mejores condiciones de vida, la seguridad o la protección de sus comunidades, el mejoramiento de la infraestructura vial, la salud, la educación, o simplemente con la promoción de sus propias organizaciones.
La universidad le quiere hablar hoy al país, a los grupos de interés, a los gobiernos, a las organizaciones armadas, a la gente. Por supuesto para insistir en la protección de los líderes y de las líderes sociales, pero también para que captemos la dimensión de la tragedia: que esta sociedad está minando sus propias condiciones de posibilidad, su propio camino, su futuro, con la amenaza, el exilio, la agresión y el asesinato de sus líderes.
Que está disolviendo buena parte de su pegamento social. Que desde el año 2016 ha truncado la vida de cientos de personas que detentaban una legitimidad, un reconocimiento y una autoridad insustituibles y cultivadas por décadas en los territorios.
Que está acabando con destrezas y habilidades adquiridas en años, para perfilar y ejecutar proyectos estratégicos, para ganar influencia, para perfeccionar formas de interacción y para diseñar y lograr objetivos comunes. Que está frustrando la agregación de pequeños pero múltiples procesos ciudadanos, de un montón de motivaciones comunitarias, de visiones consensuadas, de empoderamientos construidos a pulso y con enormes dificultades. Que está aniquilando, en fin, el saber acumulado por los grandes tejedores de una sociedad que ha tratado de hacerse pedazos de muchas maneras y por mucho tiempo.
Pena, desolación, desesperanza y desconfianza. Es lo que deja cada avanzada violenta contra un líder o una líder social. Pero no con respecto a una u otra causa, ni a una u otra forma ciudadana de alcanzarla o de defenderla, sino con respecto al propio sentido y valor de la acción colectiva. Por todo ello, el alma de las comunidades y de la sociedad, como la nuestra, se visten de luto.
El Alma está de luto. Pero no calla: ratificamos hoy nuestro compromiso con la paz y nuestra solidaridad con los líderes y las líderes sociales que la hacen posible.
*Discurso pronunciado por el rector de la Universidad de Antioquia, John Jairo Arboleda Céspedes, en la apertura de El Alma está de luto, el lunes 29 de julio de 2019.