Esta experiencia escénica representa la memoria del conflicto, la violencia, las búsquedas por la dignidad y la paz en Buenaventura. Primera entrega de una serie de reseñas sobre experiencias escénicas creadas por víctimas del conflicto en Colombia.
«Mujer: he llegado a la sala de mi casa a sacudir la neblina del polvo en mi memoria, mientras de mí pecho salen entrecortados sollozos. Entren por mis palabras, mientras yo desde la soledad de la Bahía los guardo por siempre y para siempre. Emprendí el retorno cuando la luna inclinaba sus cabellos y abrí los portones de la noche. No sin esfuerzo subí una a una las escaleras de mi infancia. Al llegar a lo alto encontré la puerta cerrada, deteriorada por el comején y el tiempo… Empezaron a caer del cerrojo las cancarrias y el murmullo de súplicas de las cansadas bisagras que pedían gotas de aceite».
Fragmento de Tocando la marea. Poema de Mary Grueso Romero.
Reseña por: Jesús Eduardo Domínguez Vargas*
Portada: Florencia Arrechea. Fotografía: César Romero, Centro Nacional de Memoria Histórica
¿Cómo se borra el polvo que se posa en nuestra memoria, que no es más que el olvido? Con la marea de la memoria, con la activación de los recuerdos, aceitando las súplicas de las voces que nos acompañaron y trayéndolas al presente. Tocando la marea es una obra que agita las aguas de la memoria de Buenaventura y nos embarca a un viaje a través de la escena, la música, la tradición oral y la danza.
Esta experiencia escénica fue creada bajo el método de creación colectiva, una técnica que adquirió relevancia en Latinoamérica con el trabajo de los colombianos Santiago García, el Teatro La Candelaria de Bogotá y Enrique Buenaventura, con el Teatro Experimental de Cali (TEC). Esta técnica se diferencia de otras por la participación de todo el grupo en el proceso de creación a través de investigaciones, improvisaciones, escrituras, análisis, sugerencias, etc. Es decir, no es un dramaturgo el que crea la obra, sino todo el grupo. Por lo tanto, tiende a buscar una creación más horizontal y una participación por medio del trabajo colaborativo.
Por eso, en el proceso de Tocando la marea se hicieron varias improvisaciones: algunas desde las memorias personales y colectivas sobre el conflicto armado y la violencia; otras, desde la oralidad, los rituales, la música folclórica y popular; unas más, desde el habitar del territorio bonaverense; y también desde el informe Buenaventura, un puerto sin comunidad (2015), creado entre diferentes organizaciones sociales, eclesiásticas, comunitarias y culturales de Buenaventura con el CNMH, donde se socializa y reflexiona acerca de las causas y consecuencias del conflicto armado en este municipio del Pacífico colombiano entre los años 2000 y 2013.
Esta obra fue coordinada por el Semillero de Teatro por la Vida de Cormepaz, la Corporación Centro de Pastoral Afrocolombiana (Cepac/Buenaventura) y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), además cuenta con la participación de diferentes proyectos y organizaciones que conforman la Minga por la Memoria de Buenaventura.
La idea de este proyecto escénico surgió en una conversación en el 2012, en medio de la gran Minga, entre John Erick Caicedo, director del Semillero y miembro de Cormepaz; Héctor Fabio Micolta, director del Grupo Folclórico Juvenil Arambeé y miembro de la Cepac; y Óscar Javier Martínez, integrante de Memoria Urbana y miembro de Cormepaz; quienes le propusieron al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) hacer una pedagogía diferente acerca del informe que esa entidad planeaba hacer sobre la memoria del conflicto armado en Buenaventura. La propuesta fue aceptada y ellos tres y sus organizaciones realizaron una convocatoria a las diferentes organizaciones artísticas y comunitarias del territorio. La dirección la asumió de John Erick Caicedo, con el apoyo de Juana Ibanaxca Salgado, para esa época representante del CNMH, quien realizó la producción.
“Pensamos: ‘cuando salga el documento, ¿qué va a pasar? ¿Se va a quedar en las universidades, en los anaqueles? ¿Qué va a pasar con el documento?’ Desde el área de prácticas artísticas [el CNMH] venía haciendo ejercicios de cómo acompañar esos ejercicios de publicación de los informes. Nosotros, acá, pensando en eso, quisimos montar una obra de teatro, reflexionando que somos un territorio más oral, que a la gente le entran más las cosas cuando se las cuentan. La cultura del Pacífico es tradicionalmente oral. Desde ahí comenzamos el proceso”, afirma John Erick Caicedo.[i]
Es decir, esta obra es una de las formas de socialización de un informe creado entre una institución estatal de la memoria y la comunidad. Es una práctica artística pensada como un instrumento de socialización, pero también, de reflexión crítica, de resistencia y re existencia, y de diálogo entre generaciones, puesto que en la obra participan personas de diferentes edades como Florencia Arrechea Venté, quien es adulta mayor:
Mujer: Cuando yo llegué a Buenaventura, la única casa que había era Casa Blanca. De Casa Blanca bajaba un puente, donde vivía una señora Sara, entonces la señora Sara me dio posada ahí y yo salí a buscar trabajo con el agua aquí y me cambiaba la ropa ahí, y me iba pal centro. Entonces qué pasaba, que en Puertos de Colombia pelaban el mangle y entonces todo el mundo iba adosando su pedazo de Tierra e iba rellenando a golpe el mangle. Entonces ahí en el Santa Elena, se recogía la basura y se iba rellenando poco a poco la tierra, así que todo eso se rellenó a golpe de basura, por eso le digo yo a ustedes que no se dejen quitar su territorio […]
En este fragmento extraído de la dramaturgia original, monólogo de doña Florencia, hay uno de los temas de la obra: el llamado a las nuevas generaciones para que defiendan los derechos ganados desde las luchas sociales y comunitarias. Durante la obra se desarrollan otras líneas temáticas y dramáticas: una protesta de las nuevas generaciones contra la violencia y el conflicto armado; un anhelo por un momento pasado —idealizado algunas veces— que fue mejor, más próspero y tranquilo; el río en las canciones como un elemento de identidad; un coro preguntando por las personas desaparecidas; el puerto como eje de desigualdad y racismo; el abandono estatal, el despojo y la lucha por la tierra; el fenómeno del “norteñismo” y el narcotráfico, el reclutamiento de grupos ilegales; la falta de trabajo, entre otros. Es un ir y venir entre recuerdos y memorias, es una comparación constante entre el pasado y el presente, porque toda la obra es fragmentaria: cada escena es una memoria de alguien del grupo, una construcción escénica de un recuerdo colectivo, de una memoria personal sobre un suceso, de una fábula, de una canción, de un relato del informe, etc. Es una marea que va y viene, una obra en oleaje, a veces suave y otras veces en marejada, torrentosa y dolorosa, que recorre historias de los habitantes de Buenaventura y no cifras o estadísticas, o datos de instituciones que comúnmente son tomados como argumentos de autoridad para hablar sobre el conflicto en Colombia. En Tocando la marea es el pueblo bonaverense el que se agencia para hablar sobre su historia reciente, sus dolores, su anhelo por una vida digna y su trabajo en colectivo.
A todos estos temas los acompañan cuadros de danza y música en vivo que hacen de transiciones entre los fragmentos. Las melodías son interpretadas por músicos pertenecientes al Grupo Folclórico Juvenil Arambeé de la Cepac y por las voces de las cantadoras del Grupo Folclórico San Pedro Apóstol, dirigidas por Carmen Celorio. Algunas personas de este grupo pertenecen a la Capilla por la Memoria, un proyecto liderado por mujeres que, por varios años, han buscado en Buenaventura a personas desaparecidas de manera forzosa y que crearon un espacio de la memoria en la Casa Social, Cultural y Memoria de Cormepaz, como una forma de reparación simbólica y de resistencia.
En esta marea escénica que va y viene, memorias pendulares que se mecen entre el pasado y el presente al ritmo de la música, los cuerpos y las voces, entre luces azules que recuerdan a los ríos y el mar y luces cálidas que asemejan el clima del Pacífico, varias tablas se hacen presente; elementos simbólicos que representan la importancia de la madera en el Pacífico, en especial, de las casas palafíticas. El comienzo de la obra es un caminar de todas las personas sobre las tablas, en una especie de puente, un ritual con el agua que marca el comienzo y embebe al público a entrar a un espacio diferente con una energía distinta, una transición entre el afuera y el adentro de la escena. Estas tablas se convierten a lo largo de toda la obra en diferentes representaciones: una casa, un barrio, un límite entre una persona y otra, un sostén para llevar un muerto, un camino, un instrumento musical.
En el último fragmento de la obra, después de un vaivén de recuerdos y narraciones, se extiende otro puente con las tablas, como un cierre del acto simbólico del principio, pero bailando esta vez, festejando en la “gozadera”, demostrando que hacer memoria no solo es un acto doloroso, sino que es un puente entre el pasado y el presente, y que las artes han sido un fenómeno en Buenaventura, como dice Héctor Fabio Micolta, de “resistencia, re existencia y resiliencia”, para encontrarse de nuevo en la vida, la dignidad y la felicidad, sacudiendo la niebla y el polvo de la memoria.
Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de Hacemos Memoria ni de la Universidad de Antioquia.
*Jesús Eduardo Domínguez Vargas es actor, dramaturgo y director de teatro. Investigador, en temas de arte, memoria y política. Miembro activo de Pequeño Teatro de Medellín y director de Tercer Timbre Teatro. Actor de la Escuela de Formación de Actores de Pequeño Teatro, filólogo hispanista de la Universidad de Antioquia, magister en escrituras creativas de la Universidad Eafit y candidato a doctor en Artes de la Universidad de Antioquia.
[i] En entrevista personal el 02 de octubre del 2020 con el proyecto de investigación Prácticas corporales y artes escénicas en procesos de reconciliación, construcción de memoria y paz en cuatro municipios del Chocó y del Pacífico Medio, de la Universidad de Antioquia y la Royal Holloway University of London.
Agradecimientos a John Erick Caicedo, Héctor Fabio Micolta y al proyecto Prácticas corporales y artes escénicas en procesos de reconciliación, construcción de memoria y paz en cuatro municipios del Chocó y del Pacífico Medio de la Universidad de Antioquia y la Royal Holloway University of London.