Entre muros repintados, residencias desmontadas y archivos estudiantiles, la Universidad Nacional emerge como un territorio donde las memorias se habitan. Una exposición recorre esas marcas.
Foto: cortesía Archivos del Búho
En el campus de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá se han documentado 125 lugares de memoria asociados a hechos ocurridos desde la década de 1940. La cifra, resultado de una investigación de Archivos del Búho, revela un espacio universitario marcado por la violencia y la resistencia.
Ese inventario no es estático. Como explica Rodrigo Torrejano Jiménez, curador principal de la exposición Del lugar de la amnesia al espacio habitado, “es un inventario vivo que ha venido aumentando en los últimos años; la investigación que cierra a finales del 2024 tiene un total de 122 lugares, pero en el último año han venido emergiendo otros nuevos, ya sea por descubrimiento en los procesos de remodelación de los edificios antiguos de la universidad o porque han sido instaladas nuevas placas”, afirmó.
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La exposición, abierta en el restaurante universitario Chucho León Patiño, parte del inventario de lugares de memoria para reconstruir cómo se habitó y se transformó la Ciudad Universitaria. Torrejano explica que se trata de una curaduría colectiva sustentada en años de trabajo.
La muestra, desarrollada por Archivos del Búho con el apoyo del Museo de Memoria del Centro Nacional de Memoria Histórica y la Vicerrectoría de la sede Bogotá, se basa en un proceso de largo aliento que ha involucrado a estudiantes de pregrado y posgrado mediante una curaduría participativa y un archivo construido dentro de la propia universidad.
Desde esa perspectiva, Torrejano dice que la exposición propone “una lectura cercana a las experiencias de las memorias colectivas del espacio universitario, sus comunidades, con un diálogo directo con los archivos del movimiento estudiantil”.


Memorias desde adentro
Las antiguas residencias estudiantiles, que durante décadas alojaron a jóvenes provenientes de distintas regiones y estudiantes de escasos recursos, aparecen en la exposición como escenarios donde convivían la vida cotidiana, la organización colectiva y la militancia. Hasta su cierre en 1984, fueron viviendas y espacios de encuentro cuyos rastros permanecen en fotografías: ropa tendida en los balcones, niñas jugando en los pasillos, paredes cubiertas de consignas.
La muestra también recuerda que la universidad fue escenario directo de la violencia estatal. El 16 de mayo de 1984, la Fuerza Pública ingresó al campus con clara intención letal, según lo documentado en Reventando silencios. Cerca de 80 personas fueron detenidas y sometidas a torturas y tratos inhumanos. El impacto fue inmediato: la Universidad Nacional cerró durante once meses y su rector, Fernando Sánchez Torres, renunció.
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Esa fecha fue un parteaguas en la vida universitaria. Semanas después, el periódico 16 de mayo, elaborado por organizaciones estudiantiles y familiares de los detenidos, se convirtió en el primer intento por documentar los hechos y contradecir el silencio oficial que empezaba a instalarse.
La exposición incorpora también las formas de resistencia que acompañaron estas violencias. Bonos de solidaridad, marchas, tomas de edificios, intervenciones estudiantiles y la disputa constante por la Plaza Che muestran cómo la comunidad universitaria respondió ocupando y resignificando el espacio público. La Plaza, nombrada por el estudiantado y repintada a lo largo de las décadas, condensa ese impulso de intervención y disputa por el sentido del espacio: cada intervención en sus muros es una manera de argumentar, tensionar y permanecer.

Memorias en tránsito
Respecto a la exposición, “la idea es que el otro año itinere por distintas partes de la universidad. La apuesta es que esté en por lo menos las once facultades de la sede de Bogotá, para que siga aportando a la circulación y discusión sobre los lugares de memoria al interior del campus”, explica Torrejano.
Del lugar de la amnesia al espacio habitado insiste en que la memoria no es un asunto del pasado. Funciona como práctica activa: caminar, reconocer, devolver nombre a lo que se intentó borrar. La muestra propone que la memoria no se conserva sola, sino que se sostiene en quienes la recorren, la nombran y la disputan.

