Este excombatiente de las Farc sabe dónde está el cuerpo de su hermano. Lo enterró hace veinte años en la vereda La Inmaculada de Alejandría, Antioquia, después de un combate entre esa guerrilla y paramilitares de las ACCU. Este es su testimonio.

 

Por Karen Sánchez Palacio

En imagen de portada: Óscar Gallego. Foto: archivo familiar

Óscar Gallego era guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y murió en un enfrentamiento de esa guerrilla con las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), el 31 de julio de 2001en Alejandría, Antioquia. Veinte años después su hermano Gilberto espera recuperar sus restos.

Óscar murió mientras manipulaba explosivos fabricados de manera artesanal durante el combate. Cuando le estallaron en las manos murió al instante. Gilberto, su hermano, y quien también hacía parte de las filas guerrilleras, recuerda aquella tarde como una de las peores de su vida. Su hermano mayor era la persona más importante que tenía. Fue por él que le pidió al Frente 47 de las Farc que se lo llevara en 1997, cuando apenas tenía 14 años y este grupo armado llegó a reclutar a su hermano y a otros dos muchachos de la vereda El Vaio, en El Santuario, Antioquia.

Gilberto Gallego es el tercero de seis hermanos nacidos en la vereda Río Verde de los Montes, de Argelia, Antioquia. Cuando tenía cinco años murió su padre y su madre no tenía recursos para mantenerlo a él y a Oscar, su hermano dos años mayor. Entonces, a él se lo llevaron los abuelos a vivir en la vereda El Vaio; mientras que a Óscar lo mandaron a vivir con un tío en San Carlos, Antioquia. Pasaron casi ocho años hasta que los dos hermanos se pudieron reencontrar nuevamente.

En 1997, los hermanos fueron reclutados por Marco Fidel Giraldo Torres, alias ‘Garganta’, comandante del Frente 47 que operaba en el Oriente antioqueño. “Tenía 14 años y de hecho la guerrilla no me quería llevar por lo pequeño, pero yo insistí porque no quería desprenderme otra vez de mi hermano. En ese tiempo hasta dormía a los pies de mi abuelo. No había pensado en eso de estar en las Farc y en dejar de dormir con mis abuelos para dormir en un cambuche en el monte. Fue un cambio, pero a mí no me importó porque yo iba con la mente de estar con mi hermano, de estar con él”, recuerda Gilberto.

Gilberto, su hermano Óscar y los otros dos muchachos reclutados en El Vaio, entre ellos un primo hermano suyo; fueron llevados por las Farc a un campamento de entrenamiento en Río Verde de los Montes, la vereda de Argelia de donde eran oriundos, pero a la que no habían vuelto. Allí estuvieron durante tres meses: “volvimos a esa zona, pero en unas condiciones muy distintas”. Para ese momento su madre y sus otros hermanos ya vivían en Manizales.

Pasado el entrenamiento los hermanos fueron separados de nuevo. A Gilberto lo mandaron en una comisión del Frente 47 que operaba en el departamento de Caldas; mientras que a Óscar lo dejaron en Antioquia. “Fue duro empezar a agarrar caminos distintos. En el mismo frente, pero en distintas zonas. Pero bueno, siempre tenía la esperanza de que en algún momento nos volvíamos a ver. Y por la comunicación uno sabía dónde estaba el hermano”, cuenta Gilberto.

Era tanto el cariño de Gilberto por su hermano Óscar, que se negó a desertar: “nos encontramos por los lados de Sonsón. Yo estaba muy enfermo en esos días, con fiebre y todo eso. Entonces hablé con él y le dije que yo me pensaba volar. Que me sentía muy mal y no quería estar más ahí. ¿Qué me dice usted? le pregunté. ‘La verdad, le aconsejo que no lo haga porque imagínate, si te cogen te van a matar. Eso es lo más fijo y yo no sería capaz de resistir eso, hermanito, realmente es mejor seguir acá, porque preferiría morirme yo primero antes que ver que le pase algo a usted’, me respondió. Al final desistí de esa idea; me recuperé y otra vez cada quien en sus comisiones”, recuerda Gilberto.

Los hermanos se volvieron a encontrar en 2001, en Argelia, Antioquia. Para ese entonces Gilberto era un mando medio del Frente 47 de las Farc y operaba en el departamento de Caldas, entre los municipios de Pácora, Salamina y Aguadas. Por su parte, Óscar, su hermano, estaba con el mismo Frente 47, pero en la comisión que operaba en Antioquia entre los municipios de Sonsón, La Unión y La Ceja. Ambos fueron llamados a conformar un equipo para participar en un ataque que le harían a las ACCU en Alejandría.

Represa San Lorenzo vista desde el Alto de Cruces en la vía a La Inmaculada. Foto: Julián Roldán, Hacemos Memoria.

Fueron cinco meses de entrenamiento y preparación antes del combate que inició la madrugada del 31 de julio de 2001. Tanto Gilberto como Óscar iban en el mismo frente de ataque.  “Como a las 5:30 de la mañana fue el choque en la parte donde yo estaba. Los frentes que iban por otro lado también se encontraron con otros grupos de los paramilitares y también se prendió por allá la plomacera, pero los que primero reventaron fue donde estábamos nosotros, por la parte del camino”.

Pasadas algunas horas “la vaina estaba muy complicada, entonces pedimos unos niples, unos tubos de PVC que se armaban con metralla, pólvora y eso. Mi hermano los trajo. Él agarró uno, algo nervioso, lo desactivó mal, lo tiró y no explotó. Venga yo lo hago, le dije. Eran cinco niples, entonces lo desactivé y lo tiré. Eso estaba dando resultados. Tiré tres en total y quedó uno que mi hermano guardó en su bolso”, detalla Gilberto, quien pese a los años recuerda con detalles aquel momento del combate.

A eso de las 3:30 de la tarde, después de once horas de combate, mandaron a Óscar a otro lugar para servir de apoyo. Entonces, escuchó que por un radio teléfono alguien dijo: “mire, ‘Alejandro’ se jodió”. Cambió la frecuencia para tratar de saber lo que pasaba y confirmó que se trataba de su hermano: “cuando le preguntaron a la muchacha que informó ella dijo: ‘se jodió mucho’”. A Óscar en las Farc lo conocían como ‘Alejandro’ o ‘Cachama’. Durante el enfrentamiento, el grupo con el que iba se encontró con algunos paramilitares. Óscar, nervioso e inexperto, como lo recuerda su hermano, sacó el explosivo artesanal que le quedaba, lo desactivó y antes de poderlo lanzar le estalló en las manos. Óscar murió y las esquirlas de la explosión hirieron a cinco más.

“Cuando escuché ese dato abandoné el sitio que estaba cubriendo. Ya estábamos planeando la retirada porque escuchamos que venía apoyo de los paramilitares. Cuando los encontré, lo traían en una camilla que hicieron con una hamaca. Vi a mi hermano y lo primero que le toqué fue la mandíbula porque la tenía vuelta nada, destrozada totalmente. La mano también creo que se la voló y en la sien tenía un triángulo de una esquirla muy grande. Cuando le vi eso dije: no, con eso ya tiene. Y claro, yo lo moví y él lo que hizo fue boquiar solamente, pero ya estaba muerto”, narra Gilberto mientras su voz se quiebra. “Es una sensación muy horrible. Siente uno que camina por inercia, como por encima de la tierra. No sabe uno cómo es capaz de moverse”.

Cuenta Gilberto que a Óscar lo cargaron por unos veinte minutos y a eso de las 6:30 de la tarde, cuando ya empezaba a oscurecer, encontraron una casa y decidieron enterrarlo cerca de ella, a unos cincuenta o cien metros: consiguieron una pala, hicieron un hueco superficial, de unos cincuenta centímetros de profundidad, le quitaron las botas y lo envolvieron en la hamaca o en una carpa plástica, Gilberto no recuerda este dato con exactitud.

“A mí no me cabía en la cabeza eso de dejar a mi hermano allá. Por mi pensamiento pasaba cómo meterme en ese hueco para no dejarlo solo. Yo ya no le encontraba ningún sentido a la vida ni a seguir ahí”. Después del enfrentamiento Gilberto quería irse de la guerrilla, pero en ese momento la única posibilidad era un cambio de zona y de frente. Entonces, lo trasladaron para el Frente Aurelio Rodríguez, en Risaralda. Un año después, en agosto de 2002, logró desertar.

desaparecido combate La Inmaculada

Escuela de la vereda La Inmaculada de Alejandría, Antioquia. En este sector de la vereda se concentró el combate entre las FARC y el bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá el 31 de julio de 2001. Foto: Julián Roldán, Hacemos Memoria.

Gilberto pasó casi veinte años en silencio hasta que el 26 de enero de 2021, expuso su caso ante Nubia Chávez, Fiscal de Medellín. El 3 de septiembre del mismo año fue contactado por Vladimir Pinzón, quien se identificó como investigador del caso y le informó a Gilberto que habían encontrado los restos de un hombre, menor de edad, en un cañaduzal ubicado en la vereda La Inmaculada de Alejandría, Antioquia. Querían confirmar si se trataba de los restos de Óscar, por lo que le pidieron la ubicación exacta del cuerpo, pero “ubicarme en el terreno sin ver ninguna foto es muy difícil. Me dijo que iban a regresar a identificar otros cuerpos, para ver si yo le daba la ubicación. Me preguntó si yo estaba dispuesto a ir con ellos y le dije que sí, pero ya ha pasado un año y no me han vuelto a llamar”, relata.

Gilberto confiesa que solo cuando encuentre los restos de su hermano podrá tener tranquilidad y terminar con la incertidumbre y frustración de haber dejado su cuerpo enterrado en un hueco sin cristiana sepultura: “recuperar el cuerpo de mi hermano siempre ha estado en mi mente. Eso sería para mí un gran alivio”, concluye.