El Parque Monumento es una iniciativa de memoria de la Asociación de Familiares Víctimas de Trujillo que denuncia la masacre de Trujillo y dignifica a las víctimas mediante una pluralidad de espacios, lenguajes y expresiones. Allí, los osarios de vida y esperanza representan el trabajo de duelo hecho a mano con la memoria.
Por Andrés Suárez*
Foto: Afavit
La Asociación de Familiares Víctimas de Trujillo (Afavit) es un emblema de la memoria como aliada de la justicia en Colombia, pues su trabajo de memoria con el acompañamiento del padre Javier Giraldo permitió documentar la masacre de Trujillo, negada por la justicia ordinaria, pero reconocida por la justicia internacional (Comisión Interamericana de Derechos Humanos), lo que condujo a una solución amistosa con el Estado colombiano en el año 1994 ante la inminencia de su condena internacional.
La Comisión de Investigación de los Hechos Violentos de Trujillo fue uno de los compromisos de la solución amistosa, y su informe final condujo al reconocimiento de la responsabilidad del Estado por parte del presidente Ernesto Samper Pizano en enero de 1995. Ese informe final reveló la trama de impunidad que se tejió para negar los hechos y proteger a los responsables, incluyendo a agentes de Estado que fueron parte de la alianza criminal junto con paramilitares y narcotraficantes.
El Parque Monumento fue otro de los compromisos, entendido como una medida de reparación simbólica que reconocía los hechos y dignificaba a las víctimas en un lugar de memoria.
Fueron muchas las vicisitudes y las dificultades que tuvo que afrontar la construcción del Parque Monumento, al igual que las otras medidas del primer Plan de Reparación Colectiva que se ha formulado en Colombia. Retrasos en la adquisición del lote, ausencia de financiación para la infraestructura y carencia de dotación del lugar de memoria.
Un lugar de memoria que se fue construyendo poco a poco, en medio de una relación ausente algunas veces, conflictiva en otras, con el Estado. Hoy en día, el Parque Monumento cuenta con una galería de la memoria, un aula cultural, un sendero nacional de la memoria, el muro internacional del amor, el mausoleo del padre Tiberio, la capilla de la memoria dedicada al padre Tiberio, la ermita del abrazo (dos árboles literalmente abrazados) y las terrazas de los osarios.
A esa historia de dificultades se suma el asedio de la violencia por parte de quienes fueron denunciados con esta iniciativa de memoria. Las balas permanecen como testigos de la memoria violentada en los nichos del Muro Internacional de la Memoria que fue ataco a disparos. Pero el terror no pudo quebrar la resistencia y la dignidad de Afavit, porque si algo distingue a esta iniciativa de memoria es que se ha forjado en el desafío permanente del terror.
Del poder de los violentos no escapó ni siquiera el mausoleo del padre Tiberio que fue profanado. Profanar su tumba fue una transgresión más de los victimarios, que hicieron con su sepulcro lo que habían hecho con su cuerpo cuando fue asesinado, pues el padre fue descuartizado y solo su tronco pudo ser recuperado de las aguas del río Cauca.
El padre Tiberio no era simplemente el párroco de un pueblo, ni solo un guía espiritual, era su conciencia, palabra y acción conjugada para denunciar las injusticias y para intervenir con miras a su superación, por eso conformó cooperativas comunitarias para mejorar la calidad de vida de los campesinos y los habitantes urbanos, apoyó el paro cívico del 29 de abril de 1989 que reclamaba mejores condiciones de vida para los campesinos, y no conforme con ello, denunció a políticos, autoridades y narcotraficantes locales por los hechos violentos que estaban ocurriendo en su municipio.
Tiberio se convirtió en el mártir de los hechos violentos de Trujillo cuando fue desaparecido y asesinado en abril de 1990 por una alianza regional contrainsurgente conformada por narcotraficantes y miembros de la Fuerza Pública. Su cuerpo descuartizado se volvió el centro de la iconografía del martirio que reivindican las víctimas de Trujillo y que dispone en el Parque Monumento de una capilla presidida por su figura como un cristo crucificado, pero mutilado, en la que se encuentran sus ornamentos religiosos, fotografías y hasta un libro con las cartas que le escribieron todos sus feligreses para honrar su memoria.
La figura de este sacerdote es tan emblemática que el libro Tiberio vive voy: Testimonios de vida de un mártir fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO e incluido en su Registro de la Memoria del Mundo en 2015.
Una memoria hecha a mano
Uno de los aspectos más destacados del Parque Monumento es la zona de osarios, donde hay una iniciativa que resalta la importancia de la memoria para el trabajo de duelo de las víctimas. Se trata de las esculturas que esculpieron familiares de las víctimas como una forma de representar a su pariente asesinado o desaparecido.
Las esculturas, hechas a mano por los familiares de las víctimas, se ubican en la parte inferior de las placas que identifican los osarios, una zona del Parque Monumento compuesta por terrazas en las que yacen los restos de las víctimas o los objetos significativos de aquellas personas que fueron desaparecidas de manera forzada. Se trata de la única sección del Parque Monumento que es visible desde cualquier lugar del casco urbano de Trujillo, haciendo del Monumento una memoria presente y viva que interpela permanentemente.
La escultura que hacen los familiares es una representación de sus seres queridos que no solo reproduce su silueta y su apariencia física, sino que reivindica el oficio de las víctimas: quiénes eran y qué hacían.
Cuando las esculturas son hechas para víctimas de desaparición forzada su simbología va más allá. En el documental Trujillo, una tragedia que no cesa, publicado en octubre de 2012 por el Centro Nacional de Memoria Histórica, Yamileth Vargas, hija de uno de los ebanistas desaparecido el 1 de abril de 1990, nos comparte el significado de las esculturas para quienes buscan a un desaparecido: “Siempre va a ser doloroso, el dolor va a permanecer, pero por lo menos que no nos ponga tan mal, que no todas las noches nos acostemos a llorar, que no todos los días sigamos esperando a la persona desaparecida, porque como no tenemos su cuerpo, creemos que existe la posibilidad de que esa persona esté viva, por eso el hacer las esculturas acá es una forma de afrontar las cosas, porque estoy tratando de reconstruir a mi familiar masacrado y desmembrado, y volverle a poner sus miembros, y volverlo a vestir, eso hace parte de la elaboración de duelo”.
Esculpir una escultura para un desaparecido implica para sus familiares devolverle su presencia y restituir la integridad de su corporalidad si la víctima ha sido desmembrada. Quien devuelve a la vida es el familiar con sus manos definiendo cada contorno, cada rasgo y cada detalle. Pero no se debe perder de vista algo profundo que narra Yamileth Vargas, “volverlo a vestir”, lo que denota el cuidado del otro, devolverle la dignidad a las víctimas que fueron despojadas de su ropa y de sus documentos de identidad, para luego ser ingresadas desnudas con un costal sobre su cabeza al lugar en donde fueron torturadas y asesinadas, tal como lo narró en su momento el testigo Daniel Arcila. Son los vejámenes sobre cuerpos sin rostros a quienes los familiares les devuelven no solo ese rostro sino su cuerpo y su proyecto de vida.
La esposa de una de las víctimas (cuya identidad no se precisa en el video documental) representa las esculturas como un cuerpo que recupera su voz a través de la memoria: “Esta es la memoria que tienen ellos, a ellos les callaron su voz, a ellos los silenciaron, pero entonces nosotros, a través de este proceso, estamos mostrando que ellos no están callados, que ellos están gritándole a Trujillo y al mundo, que aquí estamos, y no importa que nos hayan masacrado, no importa que nos hayan picado, como picaron a muchos, no importa que nos hayan desaparecido y no aparezcan por ningún lado, pero ahí están, y están diciendo: No más”.
Osarios de Vida
En el documental Voces de Trujillo, un retorno a la vida, publicado en abril de 2018 por la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos y Asuntos Internacionales, se refiere el poema Osarios de vida y esperanza, escrito por la hermana Maritze Trigos. En este se lee: “Es lugar de muertos o de vivos, se preguntan hoy asombrados. De los muertos hay siembra de raíces, símbolo de memoria. De los muertos nacen flores, expresión de resistencia. De los muertos salen rostros que hablan de proyectos. Es la vida que trasciende más allá de la muerte, es el Parque Monumento: reparación, dignidad, espacio de justicia, lucha contra la impunidad. No es lugar de muertos, es lugar de vivos gritando libertad”.
Las palabras de la hermana Maritze Trigos nos recuerdan que las esculturas hacen posible los rostros y que con estos se cuentan historias, se narran proyectos, se resiste y sobre todo se grita, son vivos que reclaman justicia y libertad.
Donde otros ven muerte, donde otros solo escuchan silencio, las tumbas hablan e interpelan, se vuelven rostros, cuerpos y cotidianidad que reclaman su lugar en el presente.
Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de Hacemos Memoria ni de la Universidad de Antioquia.
* Andrés Suárez es sociólogo y magister en estudios políticos de la Universidad Nacional de Colombia. Fue investigador y asesor del Centro Nacional de Memoria Histórica, así como coordinador del Observatorio de Memoria y Conflicto de la misma entidad.