La oleada de ataques que sufrió en julio la Comisión de la Verdad en Colombia no fue espontánea. Hace parte de una estrategia de propaganda que empezó desde el inicio del proceso de paz y que se extiende a los mecanismos de justicia transicional del Acuerdo.
Opinión por Esteban Tavera
Hasta julio de 2020 en Colombia no había pasado algo lo suficientemente polémico o extraordinario como para que, durante más de una semana, la atención del país estuviera puesta en las hojas de vida, las opiniones y las posturas políticas de los once comisionados que integran la Comisión de la Verdad. En solo seis días, entre el 8 y el 14 de julio, se publicaron 15.851 trinos que atacaron a esa institución, y a las personas que la integran, con acusaciones sobre supuestas relaciones con actores armados ilegales. Así lo registró El Espectador, en una nota publicada agosto 9 de 2020, titulada “El juego sucio en redes contra la Comisión de la verdad”.
El asunto que desencadenó esta avalancha de ataques fue un mensaje de Juan Carlos Pinzón, exministro de Defensa y excandidato presencial, quien trinó: “La Comisión de la Verdad no es creíble para toda la sociedad. Tiene una visión sesgada. Mayoría de los comisionados registran afinidad ideológica o nexos con grupos armados”. No citó a una fuente, no entregó argumentos ni ofreció alguna explicación, solo lanzó ese mensaje y, en pocas horas, logró que miles de usuarios replicaran su visión.
Aunque casi todos los medios citaron este tuit como el primero en sugerir que los integrantes de la Comisión tenían sesgos ideológicos, habría que preguntarse si ese comentario poseía tanta fuerza como para que, por sí solo, hubiese generado la oleada de críticas y cuestionamientos que produjo. Pareciera que no. En realidad, el trino de Pinzón se sostiene en una serie de presupuestos que forman parte de una estrategia de propaganda contra el Acuerdo de Paz que tiene su mejor escenario en Twitter, y que se remonta hasta el inicio mismo del proceso de paz entre la entonces guerrilla de las Farc-ep y el gobierno de Juan Manuel Santos.
Una de las principales cualidades de esta estrategia es la simplificación de todos los aspectos que tienen relación con el proceso de paz, con un énfasis marcado en las instituciones creadas dentro del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. Con frases como “acuerdo final de impunidad”, “comisión de la censura” o “justicia especial para las Farc”, esta estrategia ha generado un clima negativo para cada una de las entidades del Sistema.
La palabra impunidad es la más usada por los promotores de dicha estrategia para cargar de sentido negativo todo aquello que quieren atacar. Esto sin que haya una reflexión de fondo sobre el significado del término. Para evidenciar la forma imprecisa o manipulada en que lo usan, basta mirar las cuentas de Twitter de políticos del partido Centro Democrático como el expresidente y exsenador de la República, Álvaro Uribe Vélez, principal opositor al acuerdo de paz y máximo líder de esa colectividad; Iván Duque, presidente de Colombia; y María Fernanda Cabal, senadora de la República, entre otros integrantes de ese partido.
Indagar en estas cuentas permite notar que muchas de las técnicas de propaganda usadas por los enemigos del Acuerdo de Paz, cumplen con los criterios propagandísticos que implementó Joseph Goebbels como ministro para la Ilustración Pública y la Propaganda del Tercer Reich en Alemania. Para cotejar la relación entre los mensajes que usa el uribismo y las técnicas de propaganda usadas por los nazis, me apoyo en el estudio de la profesora española Ema Rodero Antón, titulado Concepto y técnicas de la propaganda y su aplicación al nazismo, publicado en el año 2000.
La propaganda Nazi contra el proceso de paz
El término propaganda viene del latín propagare que era usado para aludir a la práctica del jardinero que introduce en la tierra los esquejes frescos de las plantas para multiplicarlas. También era usado por la iglesia católica para designar a las personas encargadas de difundir la doctrina cristiana por fuera de Roma, tal y como lo reseña Fernando López en el texto Periodismo y propaganda, publicado en 2009. Pero, como lo explica Rodero en su estudio, fue luego de la Primera Guerra Mundial que quedaron establecidos los preceptos que convirtieron al término propaganda en una herramienta de la política.
Esos primeros usos políticos de la propaganda durante la Guerra llamaron la atención de Adolf Hitler, al punto de introducirlos en su obra Mein Kampf y luego ponerlos en práctica con la ayuda Joseph Goebbles, quien es reconocido como uno de los máximos exponentes de las técnicas de propaganda.
Goebbles hizo famosa una frase que citan Fernando López y Ema Rondero en sus estudios, la cual dice: “con una repetición suficiente y la comprensión sicológica de las personas implicadas, no sería imposible probar que de hecho un cuadrado es un círculo”. Así condensó una de las técnicas más importantes para el régimen nazi: la reiteración.
En esto, los enemigos del Acuerdo de Paz en Colombia son certeros.
Estas dos imágenes corresponden a momentos distintos. Una es del 14 de julio de 2016, cuando el entonces senador Álvaro Uribe publicó siete tuits terminados con la frase: “No es esto impunidad?” (sic). Y la otra es del 13 octubre de 2017, cuando el entonces senador Iván Duque, publicó más de siete tuits sobre el mismo tema, finalizados siempre con la fórmula “JEP=Impunidad”.
En los tuits de los dos políticos también puede evidenciarse la aplicación de la segunda técnica de la propaganda Nazi: la simplicidad. “La mayoría de la gente quiere creer que los problemas son sencillos en vez de complejos, quiere que se confirmen sus prejuicios, quiere sentir que no está marginada, lo que implica que los otros sí lo estén, y necesitan señalar a un enemigo que cargue con sus frustraciones”, dijo James Brown, otro estudioso de la propaganda.
Una de las manifestaciones más comunes de este principio es el uso que los tuiteros uribistas hacen del término impunidad, que les sirve para nombrar a todo aquello que quieren desvirtuar. Con la fórmula “impunidad = no cárcel”, simplifican los complejos mecanismos de justicia transicional que han sido creados alrededor del mundo para resolver conflictos. En su simplificación, propagan la idea de que el único fin de la justicia es el castigo (no la reparación, ni la verdad, ni la transformación de los conflictos para que haya garantías de no repetición), y lo que es peor: que la única forma de castigo es la prisión.
Como lo señaló el relator de la ONU Louis Joinet en su Informe Final del Relator Especial sobre la impunidad y principios para la promoción y protección de los derechos humanos, publicado en 1997; la impunidad se produce cuando un Estado no activa todos los mecanismos que tiene a su alcance para investigar la verdad de lo que ocurrió y cuando no abre espacios que garanticen el derecho que tienen las víctimas a acceder a la justicia. Algo que la JEP y la Comisión de la Verdad están haciendo como parte de su misión.
Lo cierto es que, en su simplificación, a los tuiteros uribistas la manipulación de este concepto les sirve para cualquier fin: “Que tal Simón Gaviria!! Q lamenta mucho lo de Londoño pero q hay q seguir con el Marco Legal para la Impunidad!! Q inmoralidad!” (sic), dijo María Fernanda Cabal el 15 de mayo de 2012.
Años más tarde, el 23 de agosto de 2016, Uribe publicó: “Preparados para enfrentar el acuerdo final de impunidad, sabemos el afán del Gbno (sic) para imponer más impuestos después del plebiscito”. Una reiteración que se extiende hasta el presente.
Simpatizar con la causa y atacar por varios frentes
Otra de las técnicas que el régimen Nazi perfeccionó es la simpatía. “Las opiniones no se combaten con opiniones ni los argumentos lógicos con argumentos, opiniones y argumentos, se combaten con provocaciones dirigidas directamente a los sentimientos” dice Ema Rodero sobre el uso que hizo el régimen Nazi.
Uno de los ejemplos de este uso en Colombia es un tuit de Álvaro Uribe publicado el 13 de junio de 2012: “Gbno Santos a Pereira a promover empleo y en el Congreso promueve impunidad frente al terrorismo. Así deterioran el empleo”.
Con el uso de esta técnica, Uribe lo que busca es generar indignación con un tema sensible como el desempleo para canalizar ese sentimiento hacia el rechazo por el Acuerdo de Paz como el culpable de las frustraciones de la sociedad. Algo muy inspirado en las lecciones del nazismo, que hacía lo mismo con los problemas de la Alemania de la primera postguerra.
Finalmente, en la estrategia de los opositores al Acuerdo de Paz se puede ver la técnica de la orquestación que, como ya puede notarse en los ejemplos citados, se usa a través de la publicación de los mismos mensajes en cientos de cuentas diferentes. Dice Rodero: “Ya nos hemos referido a la defensa que Goebbels hacía de la reiteración del mensaje, pero de forma orquestada para que no derivara en un discurso monótono”.
A la multiplicidad de cuentas y lenguajes (memes, fotos, videos), se suma que muchos de los mensajes distribuidos llegan a algunos medios de comunicación que los replican casi al pie de la letra, tal cual fue emitido por alguna de las cuentas de Twitter de congresistas, ministros o partidarios del Centro Democrático.
Esto se hizo evidente en el programa El Control, de la Revista Semana, que luego del trino de Juan Carlos Pinzón sobre el supuesto sesgo ideológico de los comisionados de la verdad, dedicó un episodio a escarbar en el pasado de cada uno de ellos para encontrar formas de justificar el supuesto sesgo.
Con el uso orquestal que Hitler y Goebbels hicieron del cine, la radio, y la prensa, entre la sociedad alemana se propagó un odio que terminó legitimando aún las prácticas más crudas de barbarie. En Colombia aún estamos a tiempo de contener a las maquinarias propagandísticas que pretenden propagar el odio contra quienes trabajan por la búsqueda de una verdad que nos ayude a prevenir una nueva ola de violencia.
Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de Hacemos Memoria ni de la Universidad de Antioquia.