Fragmentos, de Doris Salcedo, pesa 37 toneladas. Es el resultado de fundir cerca de nueve mil armas dejadas por la guerrilla de las Farc en el proceso de paz. Es una creación colectiva de la artista con mujeres víctimas de violencia sexual (violadas por hombres armados de diferentes bandos).
Por: Alejandro González Ochoa, profesor de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia
Ellas martillaron el metal hasta darle forma a un piso corrugado, a un contra-monumento que no se erige, que no exalta, que no constituye un homenaje a la guerra ni reivindica a los bandos que participaron en ella por más de cincuenta años. La obra está en Bogotá, a tres cuadras de la Casa de Nariño, en el Espacio de Arte y Memoria. En mi mano, el contador de visitas con el que don Luis, vigilante del lugar, registra una a una las personas que llegan allí cada día.
Justamente, don Luis me dijo cuando le devolví el contador: “Este espacio es una verraquera”. Era un sábado a las 5 de la tarde. Faltaba una hora para que el espacio cerrara. Le pregunté sobre el promedio de visitas y me contestó: “Todos los días vienen unas 600 a 700 personas”. A las 6 de la tarde, cuando salimos, el contador marcaba 615 ingresos.
Llegué al lugar con Andrea y su padre. Luego del ingreso nos pusimos a ver los muros con los que convive la obra; los vestigios de una casa aparentemente colonial, parecida a las que quedaron abandonadas luego del Bogotazo. Todo el tiempo pensé en la casa en la que fue rodada La estrategia del caracol, la famosa película de Sergio Cabrera.
Llevábamos un rato embebidos con las ruinas. De pronto, Andrea miró el piso y dijo: “Ya estamos pisando la obra”. Entonces, tomé la segunda foto. El frío que sentí fue tremendo, como acompañado de un corrientazo. Comencé a dimensionar lo que representaba ese piso, lo que la artista había querido resignificar, la posible catarsis a martillazos de las mujeres que trabajaron en su construcción, los días fundidos del conflicto con las Farc.
Tomé más fotos. Poco después se las mandé a mi hermano Óscar, con quien venía hablando sobre la obra. Solo con él puedo hablar de estos temas en mi familia, que se dividió en dos para votar por el SI y el NO en el Plebiscito, y que casi toda votó por Duque en la segunda vuelta de las elecciones. Él, mi hermano, arquitecto y constructor independiente, quien se vio afectado por la infame “Cláusula Petro” (ese asqueroso invento del Centro Democrático para meter miedo, para obligar a los pequeños y medianos empresarios a que votaran por Duque) me pidió lo siguiente cuando vio las fotos: “Dale duro a esas placas”. Lo hice. Les di duro. Las pisé fuerte. Pero no tuve que hacer mucho esfuerzo, porque cada paso que allí di se sintió pesado, como si mis pies fueran de un polo y el piso de otro. También me agaché y toqué varias de las placas como si fueran una piedra de río en la que busqué descargar las malas energías.
Durante el recorrido se hace una pausa para ver un documental de veinte minutos. En la pieza se muestra el proceso de elaboración de la obra. Hablan las mujeres que martillaron cada placa. Habla la artista. Entiende uno más del proceso. Pero, muy al final del documental, se muestran todas las armas dejadas extendidas en el suelo, encima de una manta blanca. Es una toma realizada con un dron que se va elevando lentamente durante unos cuarenta segundos y que descubre la totalidad de armas. Es tan impresionante esa toma que lloré. Porque no se ven dos o tres fusiles nada más. Lloré con rabia porque inmediatamente pensé en todas las mentiras dichas por los enemigos de la paz, por los que deshumanizan a los guerrilleros y prefieren verlos muertos, los que quieren mantener una guerra desde sus despachos sin untarse de ella, sin que sus hijos estén en el frente de batalla, esos que de ninguna manera apoyarán una salida negociada al conflicto con el ELN y otros grupos armados.
Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de Hacemos Memoria ni de la Universidad de Antioquia.
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