Aunque participaron activamente en la creación y consolidación del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), las mujeres indígenas han tenido que luchar por su reconocimiento dentro de este proceso organizativo.
Por: Lucy Fernández Mestizo
Fotos: Facebook Cric
Las mujeres indígenas han sido fundamentales en los procesos de resistencias del movimiento indígena en el departamento del Cauca. Sus aportes van desde el cuidado de las tradiciones, a través de prácticas ancestrales como el tejido, hasta la lucha por la tierra y la autonomía de los pueblos ancestrales mediante su participación en el desarrollo de movilizaciones y acciones de resistencia. Sin embargo, su labor sigue siendo poco conocida y muchas veces aparece en segundo plano. Por eso, este artículo recupera la memoria sobre los aportes de las mujeres al proceso de creación y consolidación del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric) que acaba de cumplir 50 años de existencia.
Desde la creación del Cric en 1971, hasta el día de hoy, las mujeres han sido un pilar fundamental, dijo Guillermo Tenorio, fundador de la organización. Las mujeres, explicó, son las encargadas de hacer perdurar la cultura a través de sus tejidos como el anaco, las mochilas, y los sombreros. Ellas caminaron junto a los mayores y acudieron a “las reuniones previas y posteriores a la conformación de la organización, en las que se encargaban de cocinar para las personas que participaban en estos encuentros, que eran la preparatoria para la recuperación de tierras”. Y lo más importante, concluyó, es que ellas al igual que los hombres cruzaron los extensos campos de las veredas caucanas en una caminata exigente por las tierras que, antes de ser usurpadas, habían sido de sus ancestros.
En la lucha por la recuperación de las tierras, hombres y mujeres integraban los grupos de trabajo, las mujeres buscaban la leña para preparar los alimentos e igualmente iban a trabajar en las fincas junto con los hombres. Además, había un grupo de mujeres que hacía las veces de escudo humano, armadas de palos y piedras para proteger a los hombres cuando los terratenientes enviaban a la policía a desalojar las tierras. Fueron las mujeres quienes se enfrentaron con la policía para defender a sus esposos, padres y hermanos. En estos enfrentamientos algunas fueron encarceladas, “a muchas nos tocó pagar cárcel y a veces con hijos en la espalda. A mí me llevaron con un niño que apenas tenía 8 meses. Nos tenían allí tres días en un calabozo sin comida”, recordó Margarita Avirama del territorio del Coconuco.
“El rol de la mujer fue muy importante para el movimiento indígena, sin ellas no habríamos podido resistir, ellas eran las que evitaban que se llevaran a los hombres. Su aporte fue muy valioso, aunque en ese momento no se reconoció”, observó Guillermo, quien contó que el Cric fue tomando fuerza después de lograr la recuperación de tierras, pero fueron los hombres quienes ejercieron el liderazgo haciendo parte de las directivas, mientras que a las mujeres se les relegó a otros espacios en los que no fueron tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones. “En el proceso organizativo no se reconocía ninguna labor realizada por las mujeres y no eran nombradas en la directiva, es decir, no eran mencionadas para nada”, reconoció.
Debido a esto en 1987 varias mujeres se reunieron en pequeños grupos para discutir su preocupación, porque si bien habían participado activamente en las actividades calificadas como organizativas en la recuperación de tierras, cuando se trataba de asumir la dirección del trabajo organizativo el aporte era muy poco. “Antes había mucho machismo y la idea que se tenía era que las mujeres no estaban capacitadas y que no iban a ser capaces de liderar”, relató Guillermo.
En parte, esta situación tenía algo de cierto, explicó Ana Deida, líder indígena del resguardo de Huellas en Caloto, porque las mismas mujeres sentían que no podían ejercer el rol político, pues ellas nunca habían recibido capacitaciones y mucho menos habían asistido a la escuela, porque en la familia el hombre era quien tenía el derecho a estudiar y la mujer quedaba relegada a la cocina o “se quedaba al cuidado de los hijos, de la casa, de la huerta, de los tejidos y no tenía tiempo para capacitarse”.
Las mujeres logran su participación en la directiva del Cric
Para 1993 las mujeres que participaron en la creación del Cric reclamaron su derecho dentro de la estructura organizativa y en el congreso de Corinto, Cauca, realizado ese mismo año, se creó el Programa Mujer indígena, el cual debía tener una cobertura departamental con el objetivo de elaborar un proyecto que unificará a los comités zonales, capacitará futuras dirigentes, creara fondos de solidaridad para la mujer e intercambiara experiencias. “En ese congreso de 1993, por primera vez, las mujeres hicieron parte de la directiva del Cric y de los cabildos”, recordó Guillermo.
Sin embargo, en el congreso de 1993 se dieron varias discusiones, pues hubo personas que no estaban conformes con la creación del programa y tampoco con la participación de la mujer en el rol político. “Hubo mucha polémica y había muchos compañeros que no estaban de acuerdo con la mujer dentro de la estructura organizativa, pero habíamos otros que apoyábamos ese proceso”, relató Guillermo. Pese a las diferencias, algunos dirigentes entendieron el rol de la mujer y reconocieron que su aporte también había sido fundamental, de modo que aceptaron la propuesta.
Cuatro años después, en 1997, las mujeres presentaron un primer balance en el que señalaban como dificultades la falta de apoyo por parte de los cabildos a la labor de las mujeres en las capacitaciones y demás actividades que fueran para su beneficio, pero a pesar de esto había fortalezas, pues la conformación de grupos de mujeres logró ejecutar pequeños proyectos productivos, entre ellos la cría de especies menores y las huertas caseras, además de la realización de eventos de análisis y capacitación, y la coordinación con los médicos tradicionales. Así mismo, el informe destacó la activa participación de la mujer en diferentes espacios de la vida comunitaria.
En los años siguientes, gracias al trabajo comunitario que realizaron dentro de las comunidades, las mujeres lograron ganar espacios y finalmente ejercieron el liderazgo como autoridades indígenas. Pero para llegar a este punto, relató Ana Deida, las mujeres iniciaron su trabajo desde la familia: “Es un proceso que no nace de arriba, nace desde abajo desde la familia, desde el territorio, desde la comunidad, en las reuniones es donde uno se forma y eso no es fácil para nosotras las mujeres”.
En este caminar las mujeres, desde sus conocimientos, sabiduría y valores, han trasmitido ese saber sobre las tradiciones, prácticas culturales, los tejidos, el liderazgo y el trabajo comunitario a las nuevas generaciones, siendo esta la principal fortaleza de las mujeres indígenas en la región. Sin embargo, aún continúa presente la discriminación hacia ellas por el hecho de ser mujeres y de ser indígenas, pues el machismo, que aun permea a las comunidades, ha sido un obstáculo cuando ejercen el rol político dentro de las organizaciones. “Cuando estamos en estos espacios, otros hombres también nos colocan cascaras para hacernos resbalar y luego criticarnos y dejarnos fuera de los espacios”, reveló Ana Deida.
Pero cada vez que esto sucede, las mujeres recuerdan a sus antecesoras, quienes tras un largo caminar han logrado mantenerse, como es el caso de Aida Quilcue, una lideresa que es referente dentro del proceso indígena: “El liderazgo de Aida no tiene discusión, ella es una mujer de carácter fuerte que se ha mantenido en la dirigencia copada en su mayoría por los hombres y, por eso, la admiramos mucho y es nuestro referente a seguir, entre otras que están desde los territorios”, expresó Ana Deida.
Ganar estos espacios dentro de la organización les ha costado a las mujeres, en algunos casos, la familia e incluso la vida, pero ellas tienen claro que deben seguir luchando porque a “nosotras no toca resistir en medio de la resistencia, porque nosotras somos las que vamos regando esa semilla, porque vamos guiando a otras compañeras, porque nosotras podemos y somos ejemplo para nuestras familia y nuestra comunidad”, comentó Yoli Chantre Salazar, lideresa del Movimiento de la Mujer Hilando Pensamiento del resguardo de Toribio.
Pese a los tropiezos, las mujeres indígenas del Cauca tienen claro que el aporte dentro del Cric se da desde cualquier espacio y territorio. Que ellas a través de su persistencias y sabiduría han logrado mantenerse en el rol político en aras de defender el territorio, y que es un liderazgo que se ejerce desde la familia, porque “cuando uno orienta desde la base tiene mucho que aportar, pues allí están los jóvenes que son el futuro de la organización, eso nos permitirá resistir otros 50 años más como pueblos indígenas”, concluyó Yoli Chantre.