Tras dos años de trabajo conjunto, varias universidades del país y cuatro costureros de mujeres víctimas del conflicto construyeron un Archivo Digital de Textiles Testimoniales. Hacemos Memoria conversó con ellas y recogió apartes de su experiencia.

 

Por: Daniela Jiménez González

Fotos: cortesía Isabel González

Janiris Pulido no está acostumbrada a coser con dedal. A veces, cuenta, se pincha el dedo con la aguja y el malestar momentáneo le recuerda que algo está cambiando; no se modifica solo el bordado sobre la tela, que va tomando forma entre sus manos, sino también un sentimiento adentro suyo. Cada vez que zurce los retazos, esos recuerdos que le duelen van quedando atrás mientras el hilo se hace un camino.

Pulido integra el grupo de Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz Mampuján de María La Baja en la región de los Montes de María, departamento de Bolívar. En 2004, cuatro años después de sufrir el desplazamiento forzado de sus veredas, las primeras tejedoras de este colectivo comenzaron a reunirse para fabricar piezas textiles que dieron cuenta del despojo, las masacres y los secuestros cometidos en la zona. En sus telares y tejidos también retrataron la vida cotidiana que se hizo paso al margen de la violencia: las recetas de turrones, el café, el mondongo, el patrimonio de sabores de la región, las plantas de tamarindo. “En ese tiempo yo estaba pasando por momentos muy duros, tratando de superar el proceso de una pérdida, las compañeras me ayudaban”, recordó Pulido.

Entre 2019 y 2020, Tejiendo Sueños y Sabores de Paz, junto a otros tres colectivos de mujeres del país que se dedican a tejer, bordar o coser las memorias del conflicto armado, hicieron parte del proyecto de investigación Remendar lo nuevo: practicando reconciliaciones a través del quehacer textil y la memoria digital en la transición al postconflicto de la Colombia rural.

El proyecto surgió por iniciativa de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia, la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de los Andes y el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia. Su ejecución fue financiada por el Fondo Newton-Caldas, con el apoyo de la facultad de Ingeniería Multimedia de la Universidad Militar y de tres universidades en Inglaterra: Nottingham, Lancaster y Warwick.

 

El proceso permitió que las tejedoras de María La Baja conocieran a las mujeres de Artesanías Guayacán en Bojayá (Chocó), Artesanías Choibá en Quibdó (Chocó) y al Costurero Tejedoras por la Memoria de Sonsón (Antioquia). Y posibilitó que los investigadores pudieran conocer más de cerca el trabajo de estos colectivos con el objetivo estudiar la relación de los quehaceres textiles con la reconciliación en Colombia. La meta fue buscar la manera de implementar nuevos prototipos digitales y usar tecnologías para complementar los relatos, por lo que en la investigación participaron profesionales de las áreas de ciencias sociales, diseño e ingeniería.

 

La hazaña del archivo de textiles digitales

Una de las principales hazañas que construyeron las tejedoras con la asesoría del colectivo feminista Artesanal Tecnológica, fue el Archivo Digital de Textiles Testimoniales. Se trata de un espacio digital abierto para la documentación, conservación y consulta de las piezas con las que estas comunidades han documentado sus vidas y los estragos del conflicto en sus territorios. Este archivo define los textiles testimoniales como artefactos de memoria que desde el bordado y la costura “denuncian acontecimientos o experiencias en medio de un proceso de resignificación (…) Esto hace que tengan una dimensión política y social para los colectivos que les han realizado, y que ayuden a configurar sentidos compartidos sobre los hechos que están narrando en estos formatos”.

Luz Dary Osorio es una de las integrantes del Costurero de Sonsón, que acaba de cumplir 10 años, quien ha acompañado al grupo desde sus inicios y ha participado en este proceso, menciona que la digitalización de los textiles permite que estas piezas tengan un mayor alcance.

Para Luz Dary, este archivo textil es una forma de “recordar que en estos municipios sí se vivió el conflicto y que, a pesar de la ausencia del Estado, fuimos capaces de sobrevivir y ser lo que somos ahora. El proyecto nos recuerda que es posible remendar el dolor de otras personas que no han podido sanar. Destaco la fortaleza que nos damos las unas a las otras”.

Luz Dary y Macaria en Quibdó, Chocó.

En el archivo, cuando el usuario ingresa al repositorio interactivo encuentra un mapa de Geografías Textiles en el que el proyecto identificó 30 iniciativas que configuran una red de tejedoras por la memoria en los departamentos de Antioquia, Bolívar, Cauca, Cundinamarca, Chocó, Putumayo, Nariño y Valle del Cauca. Sin embargo, por el momento, el archivo solo recoge 10 de estas experiencias.

 

Un tejido que es una forma de ir sanando

En su Cartografía de Mampuján (2011): un bordado hilado con algodón y poliéster que fue recogido en el Archivo Digital, las mujeres de María La Baja conmemoraron los 11 años del desplazamiento. Trajeron a la memoria cómo era la vida en el pueblo con sus casas, árboles, arroyos, parejas bailando y personas cocinando. En el repositorio digital no solo es posible escuchar los relatos de las tejedoras, superpuestos sobre la tela como ventanas adicionales, sino conocer el estado de conservación del telar.

Janiris Pulido dice que tejer es conectar, unir los pedazos dañados. Y recuerda, incluso, que en uno de los talleres del proyecto pudo, por fin, ver y dibujar a su hermana fallecida en una foto: “Pude dibujarnos a ambas, vestir a mi hermana de un color que a ella le encantaba. Y yo siento que algo se rompió allí porque pude hacerlo, a medida que iba creando el bordado también iba sanando”.

La antropóloga Tania Pérez-Bustos estuvo al frente del proyecto como directora e investigadora principal. Al respecto, explicó que este trabajo también intentaba comprender la forma en que las comunidades han venido fomentando y usando narrativas textiles, y cómo ellas comienzan a hablar no solamente de lo que les pasó, sino también de lo que añoran y desean, de la vida que quisieran tener.

Los tres hallazgos más importantes, según Pérez-Bustos, fueron el encuentro entre ellas, la compresión de las piezas como herramientas pedagógicas y el entendimiento del espacio cotidiano del hacer textil como resistencia política. Así, dice, tejer, bordar y coser les permite a estas mujeres no solamente hacer denuncia política, sino que esas denuncias se conviertan en formas de pedagogía y encuentro entre ellas. La principal resistencia al dolor es la vida cotidiana, inventarse formas de reparar las prendas que están rotas y, a la par, trabajar en el duelo que se tiene.

“En lo personal, estos colectivos se pliegan también a los espacios domésticos, a las casas, a los haceres más cotidianos del trabajo textil, que ya no tienen que ver solamente con la documentación de lo que pasó, sino con adornar la casa, hacerse una falda, remendar una pieza. Es cómo esas cuestiones que son más cotidianas están profundamente en el corazón de su propuesta política”, dijo Pérez-Bustos.

 

Son los tiempos de la escucha

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Daylester Amor Rivas Chaverra es tejedora en Artesanías Choibá hace 10 años. Choibá es un árbol maderero y el colectivo toma su nombre como símbolo de fortaleza. Las mujeres de este costurero llegaron desplazadas desde varias veredas de Chocó y Urabá al coliseo de Quibdó en la Navidad de 1998. Se refugiaron allí a manera de protesta por la desatención del Estado y aprendieron a tejer de la mano de la teóloga y psicóloga Úrsula Holzapfel. El arte del tejido pasó a sus hijos y así entre varias generaciones, las muñecas negras de Choibá son su pieza textil más representativa.

Amor entró al grupo motivada por su abuela. Comenta que el tejido le enseñó a perdonar, a mirar las cosas desde otro punto de vista. Ahora sabe que es posible remendar las cosas que se creían que estaban perdidas y que ya no tenían arreglo. “Si comparo el acto de remendar y reparar con mi vida, es como organizarla nuevamente. Pasó algo, estuvo un poco desarreglada, estuvo rota. Remendarla es como no mirar atrás, es mirar para adelante. Se puede llegar a cosas nuevas”, contó.

Durante el trabajo con los demás costureros, empezó a tejer una falda que ya tiene casi terminada: “Lo que más me gusta de la falda es saber quién la va a lucir; saber que la va a lucir mi hija es lo que más me encanta de ella”, expresó Amor.

Las creaciones de estos cuatro colectivos, como parte del proyecto, se convirtieron también en la exposición digital Los tiempos de la escucha.  En este sitio es posible consultar algunos de los tejidos que fueron creados durante la investigación, entre ellos el Telón de la Reconciliación, elaborado por las mujeres de Artesanías Guayacán en mayo de 2019. Es una tela de fondo amarillo que contiene escenas e imágenes cotidianas de la vida en el río Atrato.

Las Tejedoras de Sueños y Sabores de Paz incluyeron su Olla de la reconciliación, un tejido de 65 X 65 cm creado por cerca de 20 integrantes del grupo. Por su parte, las Tejedoras por la Memoria de Sonsón presentaron allí su telar La puerta de la reconciliación, elaborado junto al calor del chocolate caliente y el fogón de leña en la casa de la tejedora Aída Henao.

En Los tiempos de la escucha, también es posible ver algunos parches que fueron bordados por diferentes personas, acompañados con mensajes sonoros. “Hacemos nuestro trabajo con mucho amor y orgullo.  Mientras tejo o bordo estoy en paz. Se va viviendo la tranquilidad”, menciona Maritza Mendoza, tejedora de Quibdó, quien bordó uno de los parches sonoros del repositorio.

Se trata de un corazón rojo sobre una tela rosa, acompañado de dos personas y una flor. Sobre el parche, su voz recuerda: “Para mí la reconciliación es algo que nace de nosotros mismos, de nuestra alma, de nuestros seres, porque si nosotros mismos como personas, como seres humanos, no nos reconciliamos, no estamos en paz, en tranquilidad, nadie nos puede dar esa paz. Cuando nosotros reconocemos que no fue por nuestra culpa, ni que tuvimos nada que ver ahí en ese conflicto, en esa violencia, entonces nos reconciliamos”.

La antropóloga Isabel Cristina González Arango, quien en el proyecto fue responsable del trabajo etnográfico con los colectivos, explica que “el espíritu de esto, más que volver a esos relatos que de alguna manera conocemos tanto, es entender hoy en qué estamos y quiénes son hoy estos grupos de mujeres”.

González apoyó en el 2009 la creación del Costurero de Sonsón. En esta década las víctimas también consolidaron el Salón de la Memoria de Sonsón y otros costureros de los municipios vecinos de Nariño y Argelia, en la zona Páramo del Oriente antioqueño.

“Son textiles que te están invitando a escuchar. Pensando en esas construcciones de memoria, uno entiende cómo esa historia personal e individual se enlaza con otras. Nos damos cuenta de que no estamos solas. Esa escucha atenta que es capaz de hacer conexión es uno de los ejes del proyecto”, comentó González.

El sueño es, entonces, que la oportunidad de escuchar estos relatos a partir de los tejidos no se agote solo en lo local. Algunas de las piezas textiles de estos costureros no se han quedado solo entre estas mujeres, ni en el repositorio digital, sino que han sido llevadas fuera de Colombia. Las creaciones de Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz Mampuján ya están en exposiciones en Francia, Canadá y Suiza. Varias mujeres de estos colectivos se dedican a enseñar este arte en recorridos por estos países.

Janiris Pulido, entretanto, destacó la fuerza que ha conseguido siendo docente para otras mujeres que recién empiezan a tejer. “Tuve la experiencia de ser maestra y eso me dio más fuerza. Llevo cinco años en el costurero, el año pasado pude realizar muchos talleres en el corregimiento de María La Baja. Aprendo cada día que tenemos que seguir. Un corazón lleno de odio no te permite ser libre”, recordó.