Los paramilitares amenazaron a 23 miembros de la Alma Máter

El miércoles 10 de mayo del 2006 circularon en el Campus Universitario varios panfletos con un mensaje de amenaza contra 23 miembros de la institución, entre profesores y estudiantes. Los documentos, firmados por las Autodefensas de la Universidad de Antioquia (Audea), fueron repartidos por personas con capuchas.

El profesor Bladimir Ramírez, quien en ese entonces era estudiante de la Facultad de Derecho, recuerda que el día de la amenaza permaneció en la Universidad hasta tarde. Ese miércoles “yo estaba en el computador [de la oficina estudiantil de la Facultad de Derecho] y me acuerdo que subieron unos compañeros que me dijeron: ‘Blado, hay unos dos o tres capuchos raros de las autodefensas repartiendo unas cosas, unos comunicados’. Uno de los compañeros bajó, trajo un comunicado y era la amenaza. Entonces empezamos a decir: ¿cómo así?, pero ¿qué pasó?, ¿son los paracos?”, cuenta. 

Ese día, Bladimir salió de esa oficina alrededor de las ocho de la noche. Pasó por el bloque 13 y luego por el bloque 12 de la Universidad. Recuerda que, aunque había poca gente, todos estaban leyendo el comunicado. “Lo primero que hice fue coger el teléfono y llamar a varios parceros. Ese día llamé a muchas personas desde el teléfono del 12. Eso fue horrible”, relata.

Las amenazas causaron temor porque, dice Bladimir, aparecieron en un contexto en el que “cada semana desaparecían o mataban a una persona. Fue una época muy represiva. Existía mucha estigmatización, señalamiento y persecución a los estudiantes”. En ese periodo, explica, el país atravesaba diversas confrontaciones políticas y sociales que también se dieron en la Universidad y que sucedieron en un contexto de reconfiguración del paramilitarismo.

“En 2006 hay un repliegue de estructuras insurgentes, de los movimientos sociales y una consolidación del paramilitarismo sobre todo en la ciudad. Se consolida el proceso de la Ley 975 de Justicia y Paz, que permite la desmovilización de 42 estructuras paramilitares en 36 ceremonias colectivas, pero también comienza a evidenciarse un proceso de reciclaje armado”, señala Bladimir. 

En medio de este adverso escenario, el movimiento estudiantil estaba tomando fuerza y se reactivaba principalmente en defensa de un grupo de 14 estudiantes que fueron capturados en el 2005 por orden de la Fiscalía en las operaciones Algebra I y Algebra II. A los detenidos se les acusaba de participar en las protestas del 10 de febrero del 2005, cuando una explosión en el bloque 1 de la Universidad les ocasionó heridas a 18 personas, entre ellas Paula Ospina, estudiante de Ciencia Política de la Universidad de Antioquia, y Magaly Betancur, estudiante de Ingeniería Física de la Universidad Nacional, quienes murieron el 18 de febrero a causa de las quemaduras que sufrieron. Ver en esta línea de tiempo: Dos estudiantes murieron en una explosión dentro de la Ciudad Universitaria

“Tras el tropel universitario en el que resultan muertas Paula y Magaly, y heridas varias personas, se desata una dinámica reactiva por parte del Estado en el sentido de judicializar, perseguir e investigar. En respuesta a eso, se afianzan iniciativas estudiantiles de reivindicación y defensa de los derechos humanos”, así reconstruye los hechos Leider Perdomo, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, quien en ese entonces era estudiante de la misma facultad.

A la resistencia simbólica de los estudiantes se sumó la acción de un grupo de profesores de la Facultad de Derecho, quienes lideraron el proceso judicial que llevó a la liberación de los estudiantes capturados. Un año después, el 10 de febrero del 2006, en un acto de conmemoración por los acontecimientos del 2005, un grupo de encapuchados compartió un comunicado con una frase icónica para el movimiento estudiantil: “Sí se puede, 10F”. Esta acción, considera Leider, “generó un efecto de movilización que otra vez sube el ánimo de la Universidad y, en particular, de los estudiantes. Empiezan las asambleas nuevamente, se habla de los detenidos y, en ese contexto, salen las amenazas”, en las que además de estudiantes se incluía a algunos de los profesores que participaron en la estrategia de defensa penal y administrativa de los 14 detenidos.

Julio González, docente de la Facultad de Derecho, quien hoy está jubilado, fue uno de los amenazados. Según González, existen diversos motivos por los que pudo haberse presentado la intimidación, más allá de la defensa de los estudiantes detenidos. “Esas amenazas pudieron relacionarse con otros hechos, y es que también en ese tiempo se estaba adelantando un proceso penal en el cual estaba involucrado un profesor de la facultad como sindicado. Se le acusaba de ser alguien muy cercano a las FARC. Se le hizo un proceso penal y algunos profesores de acá testificamos a favor de él, y por eso un periódico virtual, que se hacía llamar B2, decía que había una serie de profesores que eran de las FARC. Además, era un ambiente muy propio de esa época de Álvaro Uribe de intimidación, persecución, y los estudiantes que estaban en la lista eran muy activos en el movimiento estudiantil, entonces eran muy visibles”, expresa.

Acerca de la autoría del panfleto, las tres personas consultadas para esta línea de tiempo tienen apreciaciones diferentes. La hipótesis de González indica que “el mensaje pudo provenir de estudiantes de la Facultad. Aquí había estudiantes que eran simpatizantes de Álvaro Uribe, y yo creo que en parte se cruzó todo ese contexto y no simpatizaban con nosotros”. Por su parte, Leider Perdomo piensa que las amenazas eran “el reencauche de las Autodefensas Universidad de Antioquia (Audea), que fueron muy activas en los noventa y con esta amenaza querían intimidar”. Pero otro análisis tiene Bladirmir, quien explica que si bien el panfleto estaba firmado por las Audea, “nos dimos cuenta de que no habían sido las autodefensas porque ellos ya no existían, pues ya estaban desmovilizados, además porque la escritura era diferente”.

Independientemente de quiénes fueron los autores, lo que concluye Bladimir es que “esa amenaza buscaba que las personas que se estaban acercando al movimiento estudiantil no volvieran más, pero eso antes generó una acción de solidaridad y más actividad por parte de los estudiantes, con más asambleas y murales”.

50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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