Capítulo 3: Modalidades y repertorios de violencia
Asesinatos selectivos, desplazamientos forzados, secuestros, masacres, casos de violencia sexual, desapariciones forzadas y daños a bienes civiles son algunas de las modalidades de violencia que desde mediados de la década de 1960, y con mayor intensidad entre 1980 y 2004, se han desatado en Medellín en el marco del conflicto armado.
Por Andrea Vivas Molina
A través de talleres de memoria, entrevistas y grupos focales con víctimas y población en general, el equipo investigador del capítulo “Modalidades y repertorios de violencia”, liderado por el sociólogo y docente de la Universidad de Antioquia, Manuel Alberto Alonso, intentó reconstruir las formas de victimización asociadas al conflicto armado. En esta entrevista, Alonso cuenta algunos detalles de la investigación que los llevó a definir quiénes fueron las víctimas y quiénes los posibles responsables de esta guerra urbana.
Teniendo en cuenta la diversidad de actores que se enuncian en el capítulo, ¿qué dificultades tuvieron para identificar las modalidades de violencia en Medellín?
El gran reto que teníamos era hacer una línea de tiempo para entender qué pasó en Medellín, y empezamos a hacerla a partir de cada uno de los textos que consultamos. Nos sentamos y empapelamos un salón de la Universidad de Antioquia con todas las líneas de tiempo e intentamos leerlas. Como eso no nos dio resultado, entonces tomamos las propuestas de los grupos focales y empezamos a hacer la línea de tiempo que construyeron las víctimas. De esa forma logramos identificar momentos.
En ese instante tuvimos la imagen. No conocíamos una sola cifra porque el Observatorio del Centro Nacional de Memoria Histórica aún no las consolidaba para nosotros. Nos preguntamos por las formas de victimización, cómo se victimizaba, y empezamos a escribir sobre los cuatro periodos que identificamos, con el riesgo de que las cifras nos cambiaran todo. La gente ve el texto y parece elaborado sobre las cifras, pero estas llegaron al final. Es un relato construido a partir del relato de las víctimas.
¿Por qué en Medellín, tal y como se enuncia en el capítulo, la violencia no discriminó a nadie?
A Medellín la explican dos cosas. Por un lado, definitivamente, el gran drama de la ciudad es que las violencias políticas se cruzaron con las violencias criminales, y esos dos mundos nunca se pudieron disociar. En el cruce de esos dos mundos, las violencias fueron de todas las naturalezas, en todos los sentidos, no tenían a quién regentar. Por otro lado, en Medellín persiste el antiestatismo. Todos estamos sacando al Estado y en último término, en una sociedad más o menos organizada, para que la violencia no se esparza de la forma en que se esparció en Medellín, alguien tiene que regentarla, alguien tiene que manejarla.
En este capítulo solo se abordan las modalidades de violencia asociadas al conflicto armado, pero ¿cómo separar de ese análisis los hechos aislados de violencia?
A final de cuentas todos los hechos aislados tienen que ver con problemas nacionales. Hay conflictos locales que se insertan en la guerra y adquieren una dinámica en la guerra y se tramitan a través de la guerra. Pero también hay conflictos privados que se tramitan con actores de la guerra. Pretender diferenciar eso es muy difícil.
En Medellín el conflicto se manifiesta con el mundo de la criminalidad y con el mundo del narcotráfico. Entonces, aquí los de la Oficina de Envigado y los pillos terminaron siendo un grupo totalmente contrainsurgente, que se termina creyendo el cuento de que está librando una lucha contrainsurgente.
¿Por qué no encontramos en el informe la memoria de los victimarios?
Porque se propuso una memoria de víctimas. Esa fue una discusión que tuvimos y no quisimos que esas dos memorias se cruzaran. De entrada, la propuesta del Centro Nacional de Memoria era esa; es más, en un principio el informe se llamó “Memorias de las víctimas de la violencia asociada al conflicto armado en Medellín”, y era claro: era la memoria de las víctimas. Pienso que hay que hacer memorias de victimarios, pero hay que tener cuidado de no cruzarlas con las de las víctimas.
¿Cuál es el propósito de un informe como el ¡Basta ya!, Medellín?
El sentido fundamental del ¡Basta ya! es enlazar momentos, representaciones e imaginarios de la ciudad en una historia colectiva y acercar los mundos generacionales. Además, cierra brechas entre sectores de la ciudad, porque la guerra para la gente que vive en El Poblado terminó hace mucho rato con Escobar, pero para la gente que vive en el Popular I o en Altavista la guerra no ha terminado.
La profesora María Teresa Uribe dijo que Medellín, en términos de violencia, acumuló papeles que se fueron arrugando y que se convirtieron en una gran bola de papel. En esta ciudad todo el mundo da por sentada la violencia, pero nadie entiende qué hay allí. Lo que hace un informe como este es empezar a desarrugar papeles, pero no son nuestros papeles, son los de las víctimas y los de todos los que participaron en el conflicto.
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