Cada persona que puede ser identificada y entregada dignamente a quienes la buscan representa una victoria frente a la angustia y la incertidumbre de la desaparición. Para los familiares de Liberto Antonio Pineda Godoy y para los habitantes de la vereda donde falleció, la recuperación de sus restos y el reencuentro con los suyos constituyen un acto de reparación.

Por Luis Daniel Botero*

El 31 de julio del 2001 hubo un combate entre guerrilleros del Bloque José María Córdova de las FARC-EP y paramilitares del Bloque Metro de las Autodefensas Unidas de Colombia en la vereda La Inmaculada del municipio de Alejandría, Antioquia. Después de doce horas de enfrentamiento, se reportó la muerte de al menos 17 guerrilleros de las FARC y 16 del lado de las AUC. Los paramilitares, que habían logrado replegar a la guerrilla durante las últimas horas del combate, tras la llegada de refuerzos, recogieron los cuerpos de sus combatientes y los llevaron hacia el corregimiento El Jordán del municipio de San Carlos, mientras que apenas el 5 de agosto, la Fiscalía General de la Nación llegó hasta la vereda para realizar la inspección a los cadáveres de los guerrilleros.

La población de La Inmaculada pasó horas de horror durante la batalla, en medio de las balas y estallidos de granadas. Por lo tanto, luego de aquel escenario de guerra se desplazaron hacia el casco urbano de Alejandría. Después de la diligencia adelantada por la Fiscalía, el párroco del municipio, Raúl Atehortúa, oró por los muertos del combate que fueron enterrados en el lugar, por el estado en que se encontraban los cuerpos y la falta de bóvedas en el cementerio local, según lo relató Marleny Rendón, la inspectora de Policía de aquel entonces.

Con el tiempo, todos los vecinos de la vereda sabían de la presencia de los cuerpos en el lugar y durante dos décadas convivieron con ellos, como si se tratara de su cementerio y de sus muertos, tanto así que, una vez el árbol del Chocho, característico del alto donde quedaron algunos de los cuerpos, fue removido, los mismos vecinos de La Inmaculada pidieron un memorial enmarcado con una imagen del Ángel del Silencio, para recordar y honrar la memoria de los muertos, además de rogar por ellos, pensando en que, si fueran sus muertos desaparecidos, también les gustaría saber que una familia en algún lugar los custodiara y les ayudara en su tránsito después de la muerte. De esta forma, los vecinos de La Inmaculada convivieron con los cuerpos y con el recuerdo de aquella batalla que los marcó de por vida.

A pesar de que uno de los cuerpos fue identificado plenamente durante la diligencia de la Fiscalía, por llevar en uno de sus bolsillos el documento de identidad y hacer el respectivo cotejo de huellas digitales, el cuerpo fue enterrado allí en medio del potrero, junto a los demás cadáveres. Se trataba de Liberto Antonio Pineda Godoy, combatiente de las FARC y quien portaba una billetera con un documento de identificación expedido en Fresno, Tolima, según lo constató Hacemos Memoria durante su proceso de investigación sobre el caso, realizado en el primer semestre del 2022. Igualmente, en expedientes de la Fiscalía, reposaba la denuncia interpuesta en el 2013 por su madre, Gladys Godoy, pues desde el 7 de enero de 1996 ella no volvió a saber de él. A pesar de su identificación y de su búsqueda, Liberto no fue entregado a la familia.

Por este motivo, Hacemos Memoria, en su compromiso de un periodismo que trabaja por la memoria, para contribuir a la no repetición de hechos atroces y con el imperativo de que todos los desaparecidos deben ser buscados, desarrolló una investigación al recibir documentos del caso por parte de una fuente y terminó por constatar la inacción del Estado frente a la entrega de estos cuerpos a sus familias.

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La colaboración y los testimonios de los campesinos de La Inmaculada, de algunas funcionarias, exfuncionarias, excombatientes, líderes y lideresas de Alejandría y San Carlos, fueron claves para reconstruir los hechos y esclarecer la trama de lo ocurrido, así como para entender la trayectoria investigativa de la Fiscalía a lo largo de veinte años y, finalmente, para que se llegara al encuentro de la familia de Liberto y de otros de los combatientes que murieron en la vereda, cosa que fue posible en unos meses de inmersión en el caso.

Sin embargo, más allá de lo que implicó, en medio de procesos legales para acceder a la información, y lo que se constató durante este proceso, hay un asunto, a mi modo de ver, más importante que quiero destacar: las consecuencias de la investigación. Después de dos años de culminado el trabajo, con la publicación y la socialización ante la comunidad de La Inmaculada, el cuerpo de Liberto Antonio Pineda Godoy fue entregado a su familia el pasado miércoles 17 de julio, a casi 23 años de su muerte en combate.

Liberto desaparecidos en combate

Gladys Godoy murió sin saber del paradero de su hijo, aun cuando la Fiscalía contaba con los elementos suficientes para darle razón de él y entregar sus restos. Ahora los hermanos Pineda Godoy han recibido por fin a Liberto, en un acto de entrega realizado en Aguachica, Cesar, por parte de la Fiscalía. Sin duda, para la familia constituye un acto de reparación después de tantos años de incertidumbre, teniendo en cuenta que su desaparición ocurrió en 1996. Mientras estuvo inhumado en la vereda La Inmaculada, los campesinos fueron sus custodios.

Para ellos y ellas, que sufrieron el desplazamiento por los combates entre grupos armados, que manifestaron su compasión por unos muertos sin dolientes, que pensaron en las familias que los buscaban, que oraron por ellos tantas veces, que sintieron su presencia algunas noches, que los consagraron al Ángel del Silencio y que les dieron un espacio en sus vidas cotidianas como una forma de abrazar y reconciliarse con aquel recuerdo tormentoso de la guerra; para ellos también es un acto de reparación que las familias se vayan reencontrando con sus seres queridos y recuperen la humanidad perdida en medio de la guerra, pues, como manifestó uno de los campesinos consultados en la investigación, “da mucho pesar ver que quedaron ahí enterrados como animales”.

Por eso, como parte del deber con el tipo de periodismo que practicamos, Hacemos Memoria se comunicó con algunos de los habitantes de La Inmaculada para contarles sobre esta noticia, pues, producto de una investigación en la que participaron y gracias a sus testimonios, fue posible llegar a este resultado. Además de manifestar su satisfacción por la noticia, algunos expresaron alegría y sentirse aliviados; otros, tranquilos por saber que ahora la familia se ha reencontrado con Liberto. Una persona se ofreció a poner la información de Hacemos Memoria sobre el caso en todos los grupos de WhatsApp de la vereda, con la finalidad de que todos se enteren, porque seguro les dará alegría saberlo.

Es esta la contracara del sufrimiento en medio de la guerra, pues no solo fueron víctimas los combatientes, también lo fueron sus familias que por tantos años han esperado una noticia y, además, fueron víctimas los campesinos que, por asuntos de las estrategias de la guerra, quedaron atrapados en medio del fuego cruzado y con una marca para siempre por aquellas doce horas de terror. Paradójicamente, solo quienes terminaron siendo los custodios de sus verdugos, en su humildad y sentido común, vieron en ellos al ser humano detrás del guerrero.


* Periodista y coordinador del Diploma en Memoria Histórica. Especialista en Periodismo Público, magíster en Comunicación y Opinión Pública, y en Ciencias Sociales. Trabaja las vinculaciones entre memoria, comunicación y acción colectiva. Hizo parte del equipo de periodistas que realizó la investigación Liberto, un nombre desaparecido en combate, de Hacemos Memoria.