Con su labor, Diana Mery Jembuel aporta al empoderamiento político de la mujer indígena y contribuye a la red de periodistas del departamento del Cauca, donde en cinco años fueron asesinados tres comunicadores.
Por: Pompilio Peña Montoya
Imágenes: cortesía Diana Mery Jembuel
Diana Mery Jembuel Morales es una orgullosa comunicadora Misak. Es periodista y magíster en Comunicación Política, pero, ante todo, es una “hija del agua y el arcoíris”, con la capacidad de “enrollar y desenrollar la vida y la palabra”, dice. Desde hace once años, su vida transcurre entre Bogotá, donde para ella: “se vive sobre el tiempo”, entre clases, ponencias, asesorías y reuniones; y el Cauca, donde realiza entrevistas y salidas de campo para sus investigaciones periodísticas que van desde notas radiales hasta crónicas y reportajes, las cuales dan cuenta de la realidad que viven los pueblos indígenas en este departamento.
Diana Mery es oriunda de Silvia, un municipio ubicado en el suroccidente del Cauca, a poco más de dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera central. En este territorio de páramos, frailejones y afluentes de agua como el río Piendamó, habitan los ancestros de la comunicadora: los indígenas Misak, quienes, dice ella, conviven con los espíritus de la naturaleza que han mantenido en armonía el ecosistema para que su gente are el campo y teja sus telas al son de cumbias andinas y carrangas.
Esta comunicadora nació en el seno de una familia empoderada por las mujeres “en un pueblo profundamente patriarcal”, como ella misma lo afirma. Creció bajo el consejo de su Mamá, Dominga Morales, y de su abuela paterna, Mamá Antonia Velasco, ambas reconocidas entre su pueblo como reivindicadoras del papel político de las mujeres, sobre todo Mamá Antonia, quien en los años 80 lideró procesos de reclamación de tierras que les fueron usurpadas a los indígenas.
Su madre y su abuela fueron quienes le enseñaron a Diana Mery a tejer, a sembrar la huerta casera, a relacionarse con los mayores y mayoras que conforman el gobierno de cabildo, a conocer el simbolismo de sus ropas y a descifrar, de la naturaleza, los días de cosecha, los rituales de sanación, las plantas medicinales y los mensajes que traen los sonidos de los páramos a través de los sueños. Lea también: “Cauca es referente histórico de una lucha que no han podido callar”: Jhoe Sauca
La radio para la identidad
Tres hechos marcaron el camino de liderazgo en comunicación de Diana Mery. El primero ocurrió cuando era niña y apreció un noticiero de televisión; las entrevistas la inquietaron, el hablar frente a un micrófono y una cámara, dar testimonios sobre un hecho u otro. “Me decía que sería hermoso ver una mujer Misak hablando sin miedo y apareciendo en televisión como líder”, afirma Diana, quien hoy procura mantener redes de medios de comunicación, nacionales e internacionales, que se ocupan del mundo indígena.
El segundo hecho fue una toma guerrillera al municipio de Silvia, ocurrida el 19 de mayo de 1999. Por ese entonces, Diana Mery vivía en el pueblo donde cursaba el bachillerato. Aunque en aquel día en la noche escuchó varias explosiones, pensó, al igual que su madre, que se trataba de juegos pirotécnicos de alguna fiesta privada. Pero cuando llegó al colegio, hacia las siete de la mañana, una profesora entró agitada al salón y les pidió a los estudiantes que salieran pronto hacia sus casas, porque el pueblo estaba siendo atacado con disparos y pipetas bomba.
En vez de huir a su vivienda, Diana Mery caminó en dirección a la estación de policía: “Recuerdo ver a mucha gente llorando, diciendo que el mundo se iba a acabar; la estación de la policía estaba destruida y el banco que quedaba en frente tenía llamas; la gente corría de un lado a otro y, por primera vez, en mi vida vi un cuerpo desmembrado. Entonces, asustada, salí corriendo a la casa”, recordó. Este hecho cambió la dinámica del pueblo y de la comunidad Misak, cuyas mujeres comenzaron a liderar, con mayor fuerza, procesos de gobernanza en los que Diana tomó parte. Lea también: El arte de tejer en familia, puntadas de memoria y sabiduría
El tercer hecho ocurrió en el 2010, cuando tenía 25 años y el cabildo, recién escogido, al mando del Taita Jesús Pechené, el Taita Jesús María Aranda y todo el cuerpo de autoridades de ese año, la designó para liderar el programa de comunicación radial Namuy Wam (en español: ‘nuestra palabra’).
Diana Mery recuerda desconocía por completo cómo hablar frente a un micrófono, cómo manipular una consola de audio y cómo armar una parrilla con programación variada para los cerca de 28 mil habitantes que tenía el municipio para entonces. Y aunque sintió miedo por su inexperiencia, recordó las palabras de su madre y de su abuela sobre nunca rendirse.
“Entré y en el programa de radio encontré a personas a las que agradezco mucho porque fueron mis maestros: el Taita Pedro Chavaco, y los compañeros Taita Jeffersón, Rolando, Taita Floro Trochez y Johan Fredy, ellos me ayudaron a formarme en comunicación”, recuerda Diana Mery.
Rápidamente la comunicadora aprendió a entrevistar, pero sobre todo a reconocer en la radio un vehículo de construcción de identidad de su comunidad. Entonces comprendió que hacer radio va más allá de informar sobre un proyecto, una problemática, una decisión del cabildo: se trata de un mecanismo para extender lazos de confianza, de diálogo constructivo y de cooperativismo, expresa.
La universidad
En el año 2012 Diana Mery fue elegida secretaría de Cabildo, uno de los puestos más importantes dentro del pueblo Misak. En este cargo trabajó de la mano de las autoridades más importantes, tomando parte de las decisiones trascendentales, sobre todo aquellas que tenían que ver con el liderazgo de las mujeres y sus proyectos. Poco antes de terminar este periodo de su vida, al cabildo llegó una delegación del Programa de Interacciones Culturales de la Universidad Externado de Colombia con el fin desarrollar una serie de trabajos académicos. En esta delegación había indígenas que, en ese momento, cursaban carreras como antropología y sociología. Estas personas dejaron en Diana el deseo de seguir formándose. Meses después envió su hoja de vida a Miguel Rocha, quien para entonces coordinaba el programa, y esperó pacientemente una beca, aunque sin muchas ilusiones.
“Una vez terminado mi cargo como secretaria, pensé que lo mejor era volver a la agricultura, a sembrar la huerta de mi madre, pero el 15 de enero del 2013 me llamaron de la Universidad y me dijeron que tenía que ir a una entrevista. Viajé a Bogotá y a la semana siguiente, para mi sorpresa, estaba dentro de un salón de clases, matriculada en la carrera de Comunicación Social”, afirmó Diana Mery.
La comunicadora recordó que los primeros meses en la capital la dejaron intranquila y algo enferma, por el ruido, la polución, el afán, el gasto continuo de dinero y el duro golpe de enfrentarse a la academia, a las largas lecturas y a las teorías que conceptualizaban un mundo que ella había aprendido a comprender desde la práctica de la radio y entre la tranquila familiaridad de los páramos.
Pero Diana Mery supo sobrellevar la situación y mientras transitaba su carrera en comunicación, se unió a proyectos investigativos que la fueron acercando a dar un siguiente paso: realizar una maestría en Comunicación Política, en la misma universidad, que finalizó en marzo del 2021. Según ella, la maestría le ayudó a comprender el duro proceso histórico por el que ha transitado su pueblo y cómo la identidad de este, sustentada en la memoria oral de los mayores, adquirió relevancia gracias a la palabra nativa y a la comunicación de historias que los une a la madre naturaleza.
Por aquellos años, Diana Mery tuvo la oportunidad de viajar a México y a Bolivia, en representación de su comunidad en las cumbres continentales de comunicación indígena. Además, escribió para medios internacionales y se acercó a la Corporación de Juristas Indígenas Akubabaura, que en lengua Embera Chamí significa ‘ayudantes’, de la cual continúa haciendo parte. En esta corporación “trabajamos en el Guaviare y en el Chocó, porque allí están los pueblos más alejados de las realidades en las que nos encontramos y hacemos asesorías en temas jurídicos y de comunicación”, afirmó.
Entre tanto en el Cauca, los retos de los pueblos indígenas se dan en todos los frentes y uno de ellos es la comunicación, cuenta Diana Mery, refiriendo que en los últimos cinco años han sido asesinados tres comunicadores indígenas mientras desarrollaban actividades: María Efigenia Vásquez Astudillo, asesinada el 8 de octubre del 2017, reportera y presentadora de la estación de radio Renacer Kokonuko; Eider Campo Hurtado, asesinado el 5 de marzo del 2018, y José Abelardo Liz, asesinado el 13 de agosto del 2020, mientras cubría una manifestación indígena. Lea también: La situación del Cauca es “una bomba de tiempo” para los pueblos indígenas: Joe Sauca
Para Diana Mery, en su región faltan garantías para que los comunicadores ejerzan su labor libremente, pues además de que realizan su trabajo en condiciones precarias: con pocas herramientas y casi siempre sin recursos económicos, el territorio en el que realizan su labor es controlado por grupos armados como el ELN, las disidencias de las Farc, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia y bandas del narcotráfico, cuya violencia atraviesa conflictos alrededor de la minería, los ingenios azucareros, la ganadería, los proyectos petroleros y las hidroeléctricas.
Pero aun en este contexto, Diana Mery insiste en hacer lo que más le gusta: trabajar de la mano de los suyos, caminando el territorio y escribiendo sus historias porque, dice: “Hay que seguir hilando y tejiendo la palabra para nunca callar, porque somos la vida y la esperanza de nuestros pueblos y comunidades ancestrales”.