Cuando los pájaros no cantaban, título del Volumen Testimonial de la Comisión de la Verdad, sirvió como base para un taller que exploró cómo el estigma y los condicionamientos sociales impactan la memoria colectiva sobre el conflicto armado en Colombia. Reflexión, pedagogía y diálogo social convergieron.
Por Ingrid Molano Osorio*
Michelle Pérez Cardozo*
Viviana Garcés Hernández*
Cuando los pájaros no cantaban, título del Volumen Testimonial de la Comisión de la Verdad (2022), evoca el silencio que puede ocasionar la violencia, producto del conflicto armado colombiano, en las personas, territorios o entornos naturales que la han padecido.
Su lectura permite desentrañar, entre otras cosas, los alcances de la violencia en la vida cotidiana de las víctimas, que incluye el silenciamiento de la palabra, por el mutismo ante las atrocidades de la guerra o por el miedo que impide testificarlas. De ahí que en algunos testimonios del informe se considere la palabra como víctima del conflicto armado. A través de las palabras, del lenguaje, también es posible ejercer violencia de carácter simbólico, como ocurre con la estigmatización. Cuando se estigmatiza, se atribuyen características descalificadoras, que pueden estar asociadas a ideas de anormalidad o de peligrosidad, a personas, comunidades o instituciones.
Uno de los problemas en el contexto de la guerra colombiana es que la estigmatización se ha empleado por los distintos actores armados no sólo para ejercer dominación y control, sino para justificar la violencia, en su amplio repertorio de prácticas, como las masacres, torturas y desplazamientos. Otro de los problemas es que se condiciona la percepción de la violencia en la población colombiana, debido a la estigmatización que se configura, por ejemplo, a través de los medios de comunicación.
El grupo de trabajo “Narrativas de violencia y memoria en perspectiva” se propuso realizar un taller[1] para reflexionar sobre la influencia que ha podido ejercer la construcción de estereotipos y estigmatizaciones en las visiones e interpretaciones sobre el conflicto armado colombiano y las formas de violencia vinculadas con el mismo.
Las actividades del taller pretendían no sólo propiciar un espacio de relacionamiento entre los asistentes, sino activar sus recuerdos de infancia y familiares, a partir de la ubicación de sus lugares de nacimiento en el mapa de Colombia. Dichas actividades, que se sumaron a la identificación de los hitos personales de los asistentes en los últimos cinco años, permitieron vislumbrar los vínculos que pueden tejerse entre la memoria individual y la colectiva.
Entendemos por memoria individual aquella de carácter subjetivo que está intrínsecamente relacionada con la identidad personal y por eso le confiere cohesión a las experiencias de cada individuo; esta, a su vez, se entrecruza con la memoria de los demás miembros de la sociedad a la que se pertenece. Dicha conexión tiene que ver con los contextos socioculturales y políticos en los que se enmarcan las comunidades.
A partir de la experiencia del taller, se hizo evidente la existencia de un marco interpretativo ya configurado sobre el conflicto armado, pues la mayoría coincidió en que los primeros acercamientos a este fueron propiciados por los noticieros o por familiares, que calificaban como buenos y malos a los diferentes actores; catalogación en consonancia con la estigmatización que puede favorecer la construcción de imaginarios colectivos que tienden a establecer dicotomías, como las mencionadas, las cuales responden a los estereotipos asignados para quienes se consideran de uno u otro grupo. El establecimiento de este tipo de divisiones desconoce, entre otras cosas, la complejidad que caracteriza el conflicto armado colombiano, por la diversidad de factores implicados en su origen y en su largo accionar.
Otro aspecto notorio es que la mayor parte de los participantes del taller manifestó haber experimentado algún tipo de violencia derivada del conflicto armado, en su vida familiar y cotidiana, en distintos lugares de Antioquia, como desplazamiento forzado o secuestro de personas cercanas. Asimismo, las personas asistentes al taller consideraron que es necesario un relato histórico sobre el conflicto armado, como lo plantea Daniel Pécaut (2003), con múltiples voces y puntos de vista, que pueda ser conocido y comprendido por los miembros de la sociedad colombiana en general. Al respecto se mencionó que en el contexto educativo deberían promoverse reflexiones críticas que trasciendan las aulas y los relatos testimoniales y permeen los diversos ámbitos sociales, con interpretaciones históricas, conceptuales, contextuales, amplias y diversas, del conflicto colombiano.
La estigmatización
La estigmatización es un tipo de violencia simbólica que opera a través de un lenguaje descalificador. Según el filósofo Slavoj Zizek (2009), la violencia simbólica se expresa, entre otras, a través “de las relaciones de dominación social reproducidas en nuestras formas de discurso habituales” (p. 10), de tipo racial, de género o religioso, capaces de imponer determinadas maneras de interpretar el mundo.
Este poder de condicionamiento también es producido por el lenguaje estigmatizador, con palabras cargadas de connotación negativa para referirse a una condición física o social. El condicionamiento, en el caso de la estigmatización, puede darse mediante ejercicios de marcación, con expresiones como anormal, que impiden ver más allá de las etiquetas a las que son reducidas personas, instituciones o comunidades víctimas de dichos procesos.
Durante el taller tuvimos la oportunidad de reflexionar acerca de algunas consecuencias que traen consigo tales acciones. Hablamos de la posibilidad de discriminar, inferiorizar o conferirles peligrosidad a los estigmatizados. Estas ideas se relacionan con los postulados del sociólogo Erving Goffman (2006), quien considera el estigma como una indeseable diferencia del otro, con respecto al que se cataloga como normal.
En el contexto de la confrontación colombiana, cobra relevancia lo que dice el sociólogo sobre la afectación a las condiciones de vida que pueden llegar a enfrentar quienes sufren estigmatización, debido a que algunos actores armados han recurrido a la creación de etiquetas que menoscaban la identidad de personas y poblaciones enteras, al tildarlas de “guerrillos”, “milicos” o “paracos”, para hacerlas ver como colaboradoras e incluso pertenecientes a los grupos armados contrarios y así justificar el uso de la violencia física, en muchos casos extrema.
Los apartados que leímos del Volumen Testimonial nos ayudaron a indagar sobre algunas formas de estigmatización que se han configurado durante el conflicto armado y que han propiciado desenlaces nefastos, como se observa en «De pronto no haya sido mi hijo», testimonio de una madre quien menciona que antes de ser asesinado y posteriormente desaparecido, su hijo fue víctima de advertencias para que abandonara su territorio, con acusaciones falsas por parte del grupo armado:
Ellos dijeron en la versión libre que sí, que al otro día lo habían matado. Supuestamente asesinaron a mi hijo que porque era vendedor de droga y que por trata de blanca. La verdad, eso no fue así, como les dije yo en el 2014 que estuvimos frente a frente en la cuestión del perdón. Yo les dije que eso no había sido por eso, sino porque él era… él era del gremio LGBTI. Por eso lo habían matado, porque era gay (2022, p. 32).
Al respecto, uno de los grupos de participantes del taller resaltó cómo se justifica el asesinato y desaparición de una persona que demuestra una identidad sexual diversa recurriendo a estrategias estigmatizantes. Estas estrategias, de alguna manera, tratan de imponer no sólo la idea de una heterosexualidad obligatoria, que solapa la existencia de otras identidades sexuales, sino también determinada masculinidad, la que se deriva de las posturas occidentales que consideran al hombre como modelo supremo de normalidad, con comportamientos estereotipados de lo masculino: rudeza, fuerza física, violencia, agresividad, en comparación con la mujer, a la que se le carga de connotaciones de ternura, dulzura, «feminidad», emocionalidad, y que desconocen completamente enfoques distintos, como las nuevas masculinidades. Este testimonio dio pie para reflexionar sobre las formas masculinas de ejercer el poder, que pueden conducir a violencia de género. Y sobre cómo los actores armados han llegado a determinar maneras específicas de habitar los territorios, a través de la violencia, que se asume como natural o esencialmente masculina.
Otro de los apartados del Volumen Testimonial que trabajamos en el taller permitió reflexionar acerca de la estigmatización delimitada por el racismo. Es el caso de «Tabaco, un pueblo en el aire», en el cual se narra el desplazamiento forzado que toda la comunidad afrocolombiana de este pueblo debió padecer por las presiones ejercidas por una importante compañía minera del país. Como lo señala la voz testimonial, en el territorio donde se establecieron algunos de los habitantes de Tabaco fueron discriminados por su condición de personas racializadas:
Cuando llegamos acá, los vecinos nos rechazaron. “Ay, ya llegaron los negros esos, los joscos esos”. A mí en mi casa me dicen “la Negra”, pero tú sabes cuando te quieren insultar diciéndote “negra”. “Los negros inmundos esos, ¿por qué no se van pa otro lao?” (2022, p. 194).
Palabras como joscos o inmundos asocian el color negro de la piel, por un lado, con lo animal, debido a que una de las acepciones de josco se refiere a un vacuno de pelaje oscuro, y por el otro, con lo inmundo, con lo sucio, lo repugnante o asqueroso. La animalización de una persona estigmatizada, como lo plantea también Goffman (2006), lleva implícita una idea de inferioridad que no sólo menoscaba su identidad, sino que puede constituirse en una estrategia para justificar el uso de la violencia física, que puede poner en riesgo la vida de los estigmatizados.
Pero las instituciones también pueden ser objeto de estigmatización. En el marco del conflicto armado del país, algunas universidades han sido señaladas de albergar entre sus estudiantes a guerrilleros, vándalos o criminales. Como lo menciona el profesor Manuel Alberto Alonso, refiriéndose a la Universidad de Antioquia, en el podcast Plazoleta Central, episodio: “Señalar y apretar el gatillo” (2023), a partir de estos señalamientos se puede reducir la comunidad universitaria a la condición de etiquetas estigmatizantes, que pueden terminar desvirtuando la entidad, sus integrantes y quehaceres, por medio de la creación de imaginarios colectivos que se difunden, por lo general, a través de los medios de comunicación.
El pasaje del testimonio que leímos en el taller: «Porque éramos punkis», donde se narra la violenta arremetida que sufren dos jóvenes punkeros por parte de un grupo paramilitar en Medellín, da cuenta de esto:
Lo que querían era información y no encontraron nada. No sé por qué decidieron soltarnos, pero hubo una pregunta clave: «¿Ustedes en qué colegio estudian?». «No, nosotros ya nos graduamos». «¿Y qué van a hacer?». «Nooo, pues… hay que estudiar». «¿Y pa dónde van a estudiar?». «Nos vamos a presentar a la Universidad de Antioquia y a la Nacho». «Ah, en las universidades de la guerrilla». Nos dijeron un poco de chimbadas. Un desprecio por la ropa. Nos gritaban que dejáramos esa música, que eso iba en contra de la sociedad y de la Iglesia, y que primero Dios (2022, p. 287).
En la cita, además de la estigmatización de la Universidad de Antioquia, se observa el estigma contra el punk. Aquí también se nota un condicionamiento hacia lo contracultural, como es la música, la vestimenta, la estética punk, por considerar que atenta contra los valores tradicionales y religiosos. Dentro de las reflexiones que surgieron entre los participantes del taller, se expresó que este testimonio desvela cómo la identidad, en este caso punkera, puede convertirse en objeto de estigmatización, por el hecho de expresar una visión distinta, incluso crítica, del mundo o de intereses particulares de diversos miembros y entidades de la sociedad. Pues, como ha sucedido durante el conflicto, se ha buscado silenciar las personas con voces disidentes, como las de los artistas, por tratar de representar, resignificar, denunciar, cantar o rememorar los dolores y afectaciones causadas por las múltiples violencias provocadas por los distintos actores, armados y no armados, en la búsqueda de satisfacer intereses económicos o políticos, y de imponer determinados órdenes sociales que, precisamente, universidades como la de Antioquia se encargan de visibilizar.
Consideramos que la realización del taller fue clave para permitirnos conectar la teoría con la práctica, esto es, las reflexiones académicas desarrolladas en torno a la violencia en el marco del conflicto armado, el Volumen Testimonial, el ejercicio pedagógico y de diálogo social que se dio en el taller mismo.
Es fundamental para nosotras confirmar que la construcción y la reflexión, en torno a la memoria colectiva, es un ejercicio vivo, que parte de que cada uno de los actores sociales pueda tener el tiempo y el espacio para expresarse y escuchar a las otras personas.
Este proceso en el taller evidenció su resonancia al cierre, pues la mayoría de las personas asistentes manifestó su interés en seguir profundizando en los temas tratados, tanto en su vida académica, como en su ámbito personal, e incluso a manera de multiplicadoras en el trabajo social y pedagógico, lo que nos habla sobre los posibles alcances de la actividad pedagógica propuesta y la necesidad de continuidad de ejercicios como estos en diferentes escenarios sociales.
*Ingrid Molano Osorio: Magíster en literatura de la Universidad de los Andes, Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Pontificia Bolivariana, y médica de la Universidad de Antioquia. Interesada en la investigación de los vínculos entre el cuerpo, el arte, la literatura y la memoria.
*Michelle Pérez Cardozo: Licenciada en Filología e Idiomas-Alemán de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y Magíster en Literaturas Internacionales de la Universidad de Tubinga, Alemania. Actualmente adelanta sus estudios doctorales en la Universidad de Colonia, Alemania, sobre narrativas memoriales del conflicto armado colombiano.
*Viviana Garcés Hernández: Candidata a Doctora en Humanidades, Universidad EAFIT, Magíster en Ciencia Política y Comunicadora Social – Periodista, Universidad de Antioquia. Docente universitaria. Interesada en los campos del análisis de medios y del discurso, historia de la prensa, de las ideas y de los conceptos.
[1] El taller se realizó de manera presencial el 11 de julio de 2024, en el Edificio de Extensión de la Universidad de Antioquia, con la participación de seis personas. En la estructuración del taller participamos las autoras del texto, así como Alexandra Vega y Johanna Carvajal, en calidad de integrantes del grupo de trabajo; además contamos con la asesoría metodológica de Camila Rodríguez y Lizbeth Chaparro, a quienes agradecemos por permitirnos aplicar diversas ideas de su autoría en la realización del taller. También agradecemos el apoyo que nos brindó Hacemos Memoria, en cabeza del profesor Víctor Casas.
Referencias
Castañeda, C. (Entrevistador). (2023, 18, 04). Señalar y apretar el gatillo [Núm. 3] [Episodio del podcast de audio]. En Plazoleta central. En: https://open.spotify.com/episode/4N7ChmSUI2STBzwQavoN7O?si=V7QOC7xVR0GgokIUoed2Lw
Comisión de la Verdad. (2022). Cuando los pájaros no cantaban: historias del conflicto armado en Colombia. Volumen Testimonial del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. En: https://www.comisiondelaverdad.co/hay-futuro-si-hay-verdad
Goffman, E. (2006). Estigma: la identidad deteriorada. Amorrortu.
Pécaut, D. (2003). Violencia y política en Colombia: elementos de reflexión. Medellín, Hombre Nuevo.
Zizek, S. (2009). Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Paidós.