Como crítica a la manera en que los medios de comunicación invisibilizan y discriminan la labor de las fotoperiodistas, Natalia Botero invitó a un grupo de colegas para elaborar y publicar una galería en Hacemos Memoria. Este trabajo expone imágenes tomadas por 20 mujeres que, en medio de la adversidad y la exclusión mediática, han retratado la realidad política, social, económica y deportiva en Colombia y México.

 

Por Natalia Botero, fotógrafa e investigadora

En el terreno del fotoperiodismo y del activismo político de hacer imágenes, la mirada de la estética femenina en la construcción de relatos de la cotidianidad marca un hito para, por un lado, romper la visión excesivamente masculina de la vida misma y, por otro, reivindicar la experiencia, la memoria y la creatividad íntima que envuelve el sentido de las mujeres.

Las mujeres fotógrafas asumimos el reto de llevar una cámara con la idea de contar historias y poner a través de nuestro lente miles de situaciones, personajes y territorios que están dispuestos para ser narrados. En el encuentro con el otro y lo otro, entendemos de antemano los retos que asumimos al subjetivar los imaginarios de la vida real en una fotografía, creada a partir de lo que sentimos, vivimos y percibimos. Esto hace que nuestro compromiso exija asumir un papel muy importante dentro de la existencia humana, en el que la ética, la estética y la honestidad son principios fundamentales de nuestro hacer fotográfico.

Nosotras ejercemos un papel activo detrás del lente, somos portadoras de la voz que denuncia y confronta, que dialoga pero que, a su vez, propone otro lugar para la mujer como sujeto que construye su versión de la historia, de ahí la empatía al servicio del sentido fotográfico. Nuestra mirada fotográfica deja fluir la construcción de proyectos en colectivo para lograr avanzar en las ideas de la igualdad y de la equidad de participación. Miramos a nuestro alrededor para recorrer de la mano de los otros los caminos que debemos construir desde la empatía del servicio de la fotografía en su función más esencial: narrar, protestar, visibilizar y dejar huella en el día a día; como la fotografía de Dorothea Lange, que se acercó a otra mujer para fotografiarla e inmortalizarla en la imagen conocida como la Madre Migrante, ícono de la Gran Depresión estadounidense de los años treinta.

Ahora bien, en el terreno de trabajo, nosotras nos enfrentamos a los riesgos que la profesión nos expone día a día. El afuera es hostil, rudo y masculino, y lo es desde los inicios de la historia de la fotografía, en 1826, cuando mujeres como Constance Talbot y su colega botánica Anna Atkins, tuvieron que enfrentar esta realidad. Aun así, en un acto valiente y casi heroico, las fotógrafas exponemos nuestras vidas por hacer clic, arriesgando nuestra propia integridad y luchando por llegar a casa satisfechas del trabajo logrado, para abrazar a nuestras familias. Nosotras, con nuestra mirada, nuestro lente y nuestras posiciones, superamos la discriminación en soledad con la mística que exige poner “el ojo, el corazón y la mente”, como decía Bresson.

Un estudio de World Press Photo, reveló que sólo un 15% de los fotoperiodistas en el mundo somos mujeres y dejó en evidencia la profunda desigualdad de la profesión y la gran disparidad en las condiciones laborales y económicas entre hombres y mujeres.

Esto se evidencia permanentemente en situaciones adversas que encontramos en los medios, en los que nuestro camino se vuelve más difícil y duro. En las salas de redacción encontramos situaciones de discriminación: nuestras fotos no alcanzan la primera página del periódico, los editores nos dicen que ya no hay espacio, nuestras fotos se dañan cuando se las dejamos al compañero de turno para pasarlas a redacción; a las mujeres nos cambian el turno porque un fotógrafo hombre pidió cubrir ese tema por el que tanto luchamos toda la semana, o simplemente nos dicen que los equipos pesan mucho y que por eso es mejor enviar a un hombre, o que es de noche y puede ser peligroso, o que el viaje es largo y nos podemos cansar, o que con quién vamos a dejar a nuestros hijos.

¿Quiénes somos las mujeres fotógrafas? ¿Dónde estamos ubicadas? ¿Por qué no nos encuentran? Son preguntas que permanentemente se hacen en los escenarios donde habita la fotografía, como exposiciones, museos, conferencias, la academia y, por supuestos, los periódicos. Todas estas preguntas habría que hacérselas de manera directa a quienes a diario están inmersos en estos escenarios, pues son quienes tienen el poder de visibilizarnos, más en muchas ocasiones, de manera tendenciosa, se nos pone como cuota de leyes y decretos, o se nos destaca porque hubo un escándalo y hay que bajar los ánimos.

Las aclaraciones que se nos ofrecen a diario no dejan de ser más que disculpas, frases vacías, sin sentido, posturas retóricas que relegan nuestro papel en diversos escenarios: en los equipos de fotógrafos, en los medios, en los concursos de fotografía, en los premios de periodismo, en los paneles académicos, en las publicaciones y, por supuesto, en la presencia real de nuestras imágenes como testimonios y de nosotras en la historia de la fotografía.

Siempre hemos tenido que cargar con la mezquindad perversa y soberbia de los hombres frente a nuestro trabajo. El campo de la fotografía, como muchos otros, devela la desigualdad de género poniendo nuestro trabajo como de segunda categoría, ya que las labores de la calle y las exigencias físicas son exclusivas de los hombres. Para un valiente, una valiente y medio… Las mujeres fotógrafas tenemos una inteligencia emocional a prueba de todo, incluso de los abusos a los que a diario nos exponemos: violencia sexual, sicológica, gestual y laboral; violencia de género que no deberíamos tener que soportar para continuar en el ruedo de la fotografía.

Si bien nosotras también hemos caminado de la mano de muchos hombres, de los cuales hemos aprendido en la fotografía y con quienes hemos discutido, compartido y superado nuestras diferencias sin ningún temor, este tipo de escenarios son escasos y aún son insuficientes para que nuestro trabajo adquiera el mismo valor, importancia y renombre que el de los hombres.

Por eso hoy, 8 de marzo, originalmente denominado Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las mujeres caídas en la huelga de 1908, quiero hacer visible y homenajear la labor de las fotógrafas, representadas en algunas de nosotras, 20 mujeres que con nuestra mirada elaboramos esta galería que ahora publicamos en Hacemos Memoria para dejar huella de nuestro trabajo.

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Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de Hacemos Memoria ni de la Universidad de Antioquia.