Con retratos y testimonios de personas del común que han vivido los conflictos en las periferias de Colombia, el proyecto periodístico Relatos Vivos busca acercar las realidades del campo y la ciudad como una forma de aportar a la reconciliación.

 

Por Camilo Castañeda Arboleda

Fotos: @jams.verbo – Relatos Vivos

El 2 de octubre de 2016 los colombianos, a través de un plebiscito, rechazaron el Acuerdo de Paz logrado por el Gobierno y las FARC en La Habana, Cuba. Los habitantes de las ciudades, donde vive el 74% de la población del país, inclinaron la balanza hacia el No. Mientras en los lugares rurales, que han sufrido la guerra con más intensidad, la gente votó mayoritariamente por el Sí. Ante esta brecha entre el país urbano y el rural, Jenny Moncada y David González, dos periodistas bogotanos que no podían creer que se negara la posibilidad de poner fin a un conflicto armado de 50 años, decidieron crear Relatos Vivos: una estrategia periodística para visibilizar la realidad de las periferias, dedicada a publicar retratos de gente del común acompañados por su testimonio.

El primer viaje a esa Colombia profunda lo realizaron a los pocos días de la jornada electoral del plebiscito. El destino escogido fue el municipio de La Uribe, departamento del Meta, recordado por ser uno de los bastiones de las FARC. Allí asistieron a una vigilia por la paz en la que participaron excombatientes del grupo insurgente, campesinos, ganaderos y citadinos que llegaron desde distintas ciudades. Jenny conoció en el bus a una mujer quien le contó que iba a buscar a su hija. Cuando se bajaron del vehículo alguien le gritó: “mamá”, y se dieron un abrazo intenso. La hija era integrante del grupo guerrillero y no se veían desde hacía catorce años.

“Ver esa escena —comenta Jenny— fue salir de la burbuja y enfrentarme con esa realidad que desconocía. Me llevó a preguntarme por qué este país es tan desigual, por qué tenemos que vivir en guerra y empecé a concluir que lo que nos hace falta es reconocer al otro, sus necesidades”.

De esas experiencias con las comunidades periféricas, e inspirado en el Sulha (una forma de tramitar los conflictos en el mundo árabe basada en la humanización del otro a través de la escucha), emergió el espíritu de Relatos Vivos: “Nuestra idea es aportar a la reconciliación dando a conocer al otro, generando empatía. Lo hacemos a través micro relatos, de gente común y corriente que vive en el campo. Creemos que un retrato y el relato en primera persona puede permitir que el lector no sienta la vida del otro como ajena, que sienta esa historia como propia”, explica Jenny.

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Carmen Mora, Villavicencio

“La última vez que vi a Silvio, fue el 5 de noviembre de 1991, fue a jugar tejo con sus amigos, llegaron unos hombres quienes se identificaron como integrantes del Grupo B2 (Unidad de Inteligencia Militar) lo retuvieron, se lo llevaron y hasta el día de hoy no he vuelto a saber de él".
Fotos: jams.verbo

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"Empecé la búsqueda de mi esposo porque en el camino de la vida me reencontré con una vieja amiga, a quien también le desaparecieron su hijo. A través de ella conocí al grupo de teatro El Tente, somos mujeres víctimas de desaparición forzada, por medio del teatro denunciamos esta herida imborrable. Llevamos ese mensaje a otras víctimas que están en silencio, muchas después de vernos se atreven a denunciar. El mensaje es sanador para nosotras y nuestros hijos, es poderoso y empoderado".

"Empecé la búsqueda de mi esposo porque en el camino de la vida me reencontré con una vieja amiga, a quien también le desaparecieron su hijo. A través de ella conocí al grupo de teatro El Tente, somos mujeres víctimas de desaparición forzada, por medio del teatro denunciamos esta herida imborrable. Llevamos ese mensaje a otras víctimas que están en silencio, muchas después de vernos se atreven a denunciar. El mensaje es sanador para nosotras y nuestros hijos, es poderoso y empoderado".

"Empecé la búsqueda de mi esposo porque en el camino de la vida me reencontré con una vieja amiga, a quien también le desaparecieron su hijo. A través de ella conocí al grupo de teatro El Tente, somos mujeres víctimas de desaparición forzada, por medio del teatro denunciamos esta herida imborrable. Llevamos ese mensaje a otras víctimas que están en silencio, muchas después de vernos se atreven a denunciar. El mensaje es sanador para nosotras y nuestros hijos, es poderoso y empoderado".

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"Escribimos y pintamos en nuestros cuadernos de la memoria, en muchas ocasiones son mis nietos quienes me acompañan. Allí consigno todo lo que recuerdo de mi vida con Silvio, al hacerlo encuentro un gozo, ya no siento odio en mi corazón”.
Esta lucha me ha llevado a cumplir nuevos sueños, todo lo que me propongo, lo cumplo. He montado en avión, he presentado la obra de teatro ante mucha gente en distintas ciudades, y he salido en televisión. Me fascina cocinar, soy chef, he hecho muchos cursos en el SENA de platos típicos. Sueño con volver al campo, ensillar mi caballo y andar de un lugar a otro, sentirme libre”.

"Escribimos y pintamos en nuestros cuadernos de la memoria, en muchas ocasiones son mis nietos quienes me acompañan. Allí consigno todo lo que recuerdo de mi vida con Silvio, al hacerlo encuentro un gozo, ya no siento odio en mi corazón”.

"Escribimos y pintamos en nuestros cuadernos de la memoria, en muchas ocasiones son mis nietos quienes me acompañan. Allí consigno todo lo que recuerdo de mi vida con Silvio, al hacerlo encuentro un gozo, ya no siento odio en mi corazón”.

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Jenny dice que su vida en Bogotá ha sido cómoda y agrega que creció con unos referentes sobre la realidad del campo y del conflicto armado construidos por los medios de comunicación y por lo que escuchaba en la familia y en otros espacios. Pero todos esos referentes distaban de lo que pudo observar cuando conoció de cerca a las comunidades campesinas. “Cuando uno va al campo y ve que esa realidad es cruel, de personas que han sido víctimas de todos los actores armados, incluido el Estado, que han sufrido la desaparición forzada, el desplazamiento, el asesinato de sus seres queridos y que a pesar de ello no pierden la esperanza de que las cosas cambien y le apuestan a la paz, eso le cambia a uno la perspectiva”, comenta Jenny.

En ese sentido, Jenny cuestiona el rol de los medios de comunicación que han centrado su información en las zonas urbanas del país y en las fuentes institucionales que dan una mirada sesgada de la realidad. Y dice que en el momento actual, en el que el país avanza en una transición política tras la dejación de armas de las FARC, “los periodistas tienen la responsabilidad de mostrar historias de la Colombia profunda, de los ciudadanos excluidos. Tienen que estar en los territorios y contar lo que pasa allí”.

Es precisamente esa Colombia profunda la que se observa en los perfiles de Facebook e Instagram donde Relatos Vivos publica los micro relatos y las fotografías. La diversidad de Colombia se ve reflejada en los rostros de indígenas, campesinos, negros y de otras personas que realizan distintos oficios en variados paisajes. “Hay fotos tomadas en La Uribe, los Llanos del Yarí, Mocoa, Quibdó, la región del Ariari, Ciudad Bolívar, Soacha y muchos otros lugares que han vivido la guerra. Hay algo muy particular: la gente empieza a identificarse y a decir: ese es mi vecino, lo veo en el portal de Usme y le compro dulces. Esto crea lazos de reconciliación, de resiliencia y de memoria”, comenta Jennny.

Ella considera que, en últimas, el escuchar y presentar las historias de esos excluidos que hablan de su vida actual, de los conflictos que viven en el territorio y, en muchas ocasiones, de los daños que sufrieron por cuenta de la guerra, son aspectos que convierten a Relatos Vivos en un repositorio de las memorias de unos colombianos que históricamente han estado olvidados y silenciados.