“Legado para la democracia. Narraciones visuales de la Unión Patriótica” es una muestra fotográfica que busca dignificar, reconstruir y valorar el papel que tuvieron en la democracia colombiana los líderes y militantes de la Unión Patriótica. La exposición estará en el Museo Casa de la Memoria hasta el próximo 11 de agosto.
Por Juan Camilo Castañeda
Consuelo Arbeláez sostiene entre las manos un libro titulado “Memoria narrada, narración de una historia”. Lo abre en la última página donde están las fotos en blanco y negro de algunos militantes de la Unión Patriótica (UP) que fueron asesinados. “A muchos de los que aparecen en estas fotos los conocí, trabajé con ellos –dice y señala con el dedo algunas de las imágenes–. Alberto León Muñoz, Diego de la Hoz, Julio César Uribe, Alirio Córdoba, Octavio Palma, Alberto Angulo, Carlos Gónima, Mario Cuartas, Hernando Gutiérrez, y mire aquí a Gabriel Jaime, mi esposo, con esa cara de tristeza”.
La UP surgió en 1985 como un partido político que pretendía agrupar los esfuerzos de la izquierda colombiana. Consuelo Arbeláez y Gabriel Jaime Santamaría se unieron a este partido para continuar con el trabajo que adelantaban desde la década de 1960 en Medellín y Antioquia. En 1986 Gabriel Jaime fue elegido como diputado de Antioquia.
A Gabriel Jaime Santamaría desde muy joven se le vio liderando procesos sociales y políticos. En el Liceo Antioqueño fue líder estudiantil y posteriormente fue uno de los dirigentes de las Juventudes Comunistas en Antioquia, donde compartió con Consuelo actividades propias de la movilización social y política.
“Él no buscaba otra cosa –asegura Consuelo– que mejorar las condiciones de vida de los campesinos y los trabajadores”. Las ideas de izquierda que se promovían desde la UP incomodaron a algunos sectores políticos de derecha. Organizaciones armadas persiguieron y asesinaron a los militantes de este partido hasta eliminarlos del escenario político del país.
Gabriel Jaime denunciaba con frecuencia y vehemencia en la Asamblea Departamental las incursiones paramilitares en el nordeste antioqueño. “Esto fue un factor –explica Consuelo– que aceleró la persecución y el asesinato de Gabriel”. Le hicieron tres atentados. En el segundo, en 1987, lo atacaron con una granada mientras se desplazaba en un vehículo por el barrio Tricentenario de Medellín en compañía de uno de sus amigos.
Las amenazas y los atentados lo distanciaron de sus dos hijas y de su esposa. Vivió como refugiado en Alemania, Cuba y la Unión Soviética. Se sentía tan desesperado por la separación, que salió de Alemania y apareció en Medellín de sorpresa. “Él no se quedó en otro país porque estaba comprometido con su gente y con Colombia”, comenta Consuelo.
El 27 de octubre de 1989, en el edificio de la Asamblea Departamental y ante la mirada de las personas que laboraban en el lugar, un sicario joven lo asesinó. El homicida también fue asesinado en el lugar; Consuelo cree que lo hicieron para silenciarlo y proteger a los verdaderos responsables.
A casi tres décadas de su muerte, Luisa Fernanda Santamaría Arbeláez, hija menor del matrimonio, adelantó una investigación para recuperar la narrativa visual y la memoria de los militantes de la UP asesinados: “Queremos mostrar que los miembros de la UP eran seres humanos como cualquiera: con una familia y con una rutina; además, buscamos quitarles ese estigma de ser el brazo político de la guerrilla”, explica Luisa.
En la investigación, Luisa Fernanda realizó una serie de talleres con 25 familias de militantes de la UP. En estos espacios logró construir un relato fotográfico que narra la vida íntima y el accionar político de los militantes de este partido.
Estos álbumes fotográficos, que se constituyen en un archivo de Derechos Humanos, estarán expuestos hasta el 10 de agosto en el Museo Casa de la Memoria de Medellín. Isabel Dapena, curadora del Museo, dice que la exposición “Legado para la democracia. Narraciones visuales de la Unión Patriótica” aporta a la consolidación de una memoria colectiva, “pues es posible conocer la historia del individuo que buscaba transformar con sus ideas y acciones la sociedad; al mismo tiempo, es un hecho que está conectado con el exterminio y el silenciamiento de un partido político en el país”.
Dapena también resalta que esta exposición es un relato directo en el que las familias de las víctimas describen a sus familiares; por esta razón, “el espectador encontrará en la exposición el dolor, pero al mismo tiempo la vida”, asegura.
Un hombre locuaz, cariñoso y disciplinado
Entre las fotografías que reúne la exposición, aparece la imagen de un hombre alto, de bigote abundante y gesto serio. Era el abogado egresado de la Universidad de Antioquia Alberto León Muñoz. Quienes lo conocieron lo recuerdan como un tipo elocuente, inteligente y de buen humor. Yomaira Agudelo, su esposa, lo recuerda como un hombre cariñoso y disciplinado: “Alberto dormía cuatro horas. Trabajaba todo el día, estudiaba un posgrado y leía mucha literatura académica sobre derecho. Antes de las amenazas, se despertaba a las cinco de la mañana para hacer deporte”.
Alberto León Muñoz era el Secretario Ejecutivo de la Unión Patriótica en Medellín. Aseguraba que su misión en el partido era estar detrás de las personas que aspiraban a los cargos de elección popular. En 1987, por ejemplo, Alberto acompañó al candidato de la UP, Gonzalo Álvarez Henao, en la campaña política por la Alcaldía de Medellín. Alberto escribía los discursos y, aprovechando su empatía y elocuencia, subía los ánimos con sus intervenciones.
El último año de vida de Alberto León Muñoz estuvo lleno de miedo y tristeza. En 1986 asesinaron a Darío Henao, uno de sus mejores amigos, quien era concejal de la UP en el municipio de Fredonia, suroeste antioqueño. “Después del homicidio de Darío, comenzaron a perseguir a Alberto”, cuenta Yomaira. El 6 de noviembre de 1987, mientras caminaba por la Avenida La Playa, tres sicarios que se movilizaban en un automóvil lo interceptaron y le dispararon diecisiete veces.
Para Yomaira los álbumes fotográficos que componen esta exposición son una forma de hacer catarsis y de sensibilizar a la sociedad sobre el respeto a la vida: “Nuestros muertos –dice Yomaira– pusieron una semilla en esta tierra y eso no se puede perder. Ellos lucharon por un mejor país y los asesinaron por eso. En este proceso de negocian no se puede repetir lo que pasó con los miembros de la UP. Se tiene que respetar la vida de todos: exguerrilleros, políticos y civiles”.
Por su parte, Consuelo Arbeláez siente melancolía y tristeza porque su esposo y los demás integrantes de la UP no están presentes en este momento histórico que tanto anhelaron: un proceso de negociación entre el gobierno y las Farc que, al parecer, culminará con la firma de un acuerdo de paz.