Las víctimas del municipio de Granada emprendieron una campaña de recolección de fondos para recuperar el Salón del Nunca Más y mitigar los problemas de infraestructura que tienen en peligro su lugar de memoria.
Por: Esteban Tavera
La Asociación de Víctimas Unidas de Granada, Asovida, y la Mesa de Participación de Víctimas de ese municipio, iniciaron una recolección de fondos para reparar algunos de los daños de infraestructura que presenta el Salón del Nunca Más, ubicado en el edificio de la Casa de la Cultura.
La campaña, que para el viernes 7 de septiembre había sumado un millón seiscientos cincuenta mil pesos, estará abierta hasta el 14 de noviembre y la meta es recoger cien millones de pesos.
Según Edwin Piedrahita, arquitecto de la Universidad Nacional, cuyo trabajo de grado fue un estudio sobre el edificio de la Casa de la Cultura, en el que se encuentra el Salón del Nunca Más, la intervención que necesita la infraestructura del lugar no se puede hacer de manera fragmentada, sino que deben ver la construcción como un solo cuerpo. “Es normal que después de ochenta años de uso intenso, la carpintería, los suelos y los zócalos presenten deterioro. Todos los esfuerzos que se emprendan para mejorar las condiciones de ciertos espacios deben hacerse entre todas las entidades que habitan el edificio y con una carta de navegación clara”, explica el arquitecto.
Como su investigación culminó hace un año y medio, Piedrahita recomienda hacer un nuevo estudio técnico que determine cuáles son las patologías de la estructura, además, sugiere tres cosas: “En primer lugar, pienso que se debe suprimir la parte posterior del edificio, donde se hicieron diez habitaciones para que durmieran las monjas que antes habitaban el lugar. También hay que construir una comunicación vertical entre el primero y el tercer piso, es decir, habría que conectar el Salón del Nunca Más con el patio de la parte posterior de la Casa de la Cultura. Y debe adecuarse la circulación para que pueda ser recorrido por personas con discapacidad”.
Los problemas del Salón no son solo físicos
Para la socióloga Laura Cartagena, quien por más de seis años ha desarrollado procesos de investigación en Granada, el deterioro en la estructura física del Salón es síntoma de un problema de fondo: “El Salón se ha sostenido por los proyectos que llevamos allá profesoras y profesores, pero muchos cuentan con recursos limitados y parten de los intereses de quienes los presentan. Lo que hace falta es que Asovida, que es la organización que sostiene el espacio, tenga la oportunidad de preguntarse cuáles son sus propios intereses y cuáles son sus necesidades más apremiante”.
Por su parte, Luis Carlos Manjarrés, curador del Museo Nacional de Memoria Histórica, cree que la situación del Salón es un ejemplo de que la negación contra la que tuvieron que batallar en 2009 las víctimas de Granada, para abrir el Salón, sigue existiendo. “Una manera de silenciar las comunidades es permitiendo que los espacios de memoria decaigan, que pierdan su fuerza. Por eso, ver ese deterioro es ver unas intencionalidades claras de silenciar y de olvidar”.
En el caso de Granada, la responsabilidad de mantener vivo el Salón ha recaído en las víctimas, quienes no cuentan con recursos ni para pagarle un salario a quienes ofrecen los recorridos guiados por el lugar. Esto, pese que la Ley de 1448 de 2011 establece que el deber de hacer memoria es del Estado y no de las víctimas. El problema es que los dineros que destina el Estado para esa labor, se quedan muchas veces centralizados en los lugares de memoria que son responsabilidad directa de la institucionalidad, como el Museo Nacional de Memoria Histórica, en Bogotá y la Casa Museo de la Memoria, en Medellín.
Aunque por ley la financiación de los lugares de memoria recae sobre la nación, según Manjarrés los entes departamentales y locales deben jugar un rol más protagónico. “En Argentina y Chile tienen modelos de salvaguarda de los lugares de memoria o de objeción de conciencia. Eso es algo que aquí no se ha resuelto y que hay que promover para que nuestros lugares reciban ese tipo de respaldo que puede pasar a nivel nacional, pero quienes directamente deben responder son los entes departamentales y locales”.
Desde la Red Colombiana de Lugares por la Memoria proponen que los gobiernos garanticen que los recursos destinados a la memoria se distribuyan equitativamente entre los espacios institucionales y los espacios comunitarios de memoria, así lo explica Mónica Álvarez, secretaria técnica de la Red: “Nuestra propuesta es que el Museo Nacional no sea un museo sino una red de museos o un museo en red, de tal manera que lo recursos del Estado no se centralicen en espacios nacionales o en las ciudades capitales como Bogotá y Medellín, que tienen la capacidad de sostener esos espacios y que los someten a las políticas del gobernante de turno; sino que también apoyen a los lugares que están en las regiones, sin que pierdan su autonomía”.
Luis Felipe Saldarriaga, arquitecto del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, agrega que, además de que hace falta un direccionamiento claro que le indique a las instituciones cómo deben apoyar a los espacios de memoria, en los territorios falta mayor gestión, “que haya personas en los municipios que se articulen con instituciones del orden departamental, regional e incluso internacional. Lo mismo en las organizaciones que promueven la memoria. Si ellas son las que conocen el territorio, deben ser ellas las que llamen la atención para que se lleven a cabo las ideas y los proyectos que más les sirven según sus necesidades”, explica el arquitecto.