Esta mañana, Fabiola Lalinde donó su archivo al Laboratorio de fuentes históricas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. En el acto público, Lalinde expresó su deseo de que esa “herencia” que le deja a la sociedad sea conservada en Medellín, ciudad en la que vivió con sus hijos y donde tuvo lugar su lucha.
Por: Natalia Maya
El Fondo Documental Fabiola Lalinde está integrado por fotografías familiares, cartas, manuscritos, documentos legales, expedientes judiciales, fallos, grabaciones, videos, mapas, diarios autobiográficos y cientos de recortes de periódicos que documentan el caso de la desaparición y ejecución extrajudicial del estudiante de derecho Luis Fernando Lalinde Lalinde, la lucha de su familia por encontrarlo y la resistencia de una “madre común y corriente” frente a las amenazas y persecuciones que terminaron por convertirla en una reconocida defensora de los derechos humanos.
La memoria de la “Operación Cirirí”, como Fabiola Lalinde decidió nombrar su búsqueda sin descanso para hallar la verdad del paradero de su hijo y exigir justicia, es un acervo documental que contiene 25 kilogramos de verdad recopilados instintiva pero sistemáticamente durante más de 30 años. El valor histórico de este archivo llevó a la Unesco a incluirlo en 2015 en el Registro Regional del Programa Memoria del Mundo, y al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) a digitalizar una parte que se encuentra disponible para su consulta desde 2016 en el Archivo Virtual de Derechos Humanos.
Desde este 17 de abril el Fondo Documental Fabiola Lalinde reposará completo en el Laboratorio de fuentes históricas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. En el acto público de la donación, Ignacio Mantilla, rector de la Universidad Nacional, recordó que Luis Fernando Lalinde había nacido un 10 de abril de 1958 y que la entrega del archivo se hacía justo al cumplirse sesenta años de su nacimiento.
Mantilla expresó que el Fondo es una poderosa herramienta pedagógica, “no solo para las madres a las cuales les han arrebatado a sus hijos y han quedado en la angustiosa incertidumbre, sino también para todos los investigadores de las ciencias sociales que buscan dar cuenta de la intrincada realidad que experimenta nuestra sociedad. La Universidad Nacional lo recibe como una de las contribuciones más importantes para generar una conciencia en las nuevas generaciones sobre los hechos que no pueden repetirse más en nuestro país”.
En su discurso, Fabiola Lalinde contó que en los últimos 34 años de su vida se ha dedicado a buscar, primero a su hijo y luego la verdad y la justicia: “encontré a Luis Fernando, pero no he podido dejar de buscar y de preguntar… Mucha gente me cuestiona por qué sigo buscando después de tantos años, preguntando esto y lo otro, después de haber encontrado a mi hijo”.
Su respuesta es que después de encontrar, de obtener lo que buscaba, se dio cuenta de que ese era solo un paso, de que la verdad no es certeza absoluta ni dogma, y que por eso donaba su archivo a la Universidad Nacional, porque espera que quienes lo consulten lo hagan hablar y no dejen que guarde silencio y porque quiere que sea conservado en Medellín, donde han tenido lugar sus luchas.
Lalinde mencionó además los nombres de algunas de las 200 organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales que la han acompañado en su Operación Cirirí, y de personas que han sido fundamentales para ella y su familia, como Héctor Abad Gómez, quien llevó su caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, organismo que posteriormente condenó al Estado colombiano, y los profesores de la Universidad Nacional Rodrigo Uprimny, quien la acompañó en la búsqueda y exhumación de los restos de Luis Fernando en abril y mayo de 1992; y José Vicente Rodríguez, el antropólogo forense que se encargó posteriormente de la reconstrucción de los restos.
Para Uprimny, la búsqueda de Fabiola Lalinde y de su familia marca tres precedentes importantes en Colombia en torno a la labor humanitaria de buscar a personas desaparecidas: “el de su hijo fue el primer caso donde hubo un pronunciamiento internacional atribuyendo la responsabilidad del Estado colombiano; fue también uno de los primeros casos en los que se encontraron restos de un desaparecido en el país; y el último precedente tiene que ver con el acto de hoy, la importancia de los archivos y la gran enseñanza de Fabiola para las víctimas: no limitarse, a pesar del dolor que sufren, a hacer los reclamos inmediatos, sino que también realicen una labor de documentación que sirva como construcción de memoria, verdad y justicia, no solo para las familias sino como para la sociedad en su conjunto como garantía de no repetición”.
Por su parte José Vicente Rodríguez, doctor en antropología física, fue enfático en asegurar que si en Colombia existe la actividad forense es gracias a dos instituciones: “doña Fabiola Lalinde, que es una institución, por todo lo que ha hecho y nos ha enseñado, y la Universidad Nacional de Colombia. Digo que doña Fabiola es una institución porque nos enseñó todos los pasos de la antropología forense, ella se hizo antropóloga forense sin título, nos buscó y trabajamos juntos en el proceso de documentación, luego la búsqueda arqueológica y todo el trabajo de laboratorio y la comparación de los datos. La antropología forense le debe mucho a doña Fabiola porque ella insistió, persistió y demostró de que efectivamente servía”.
“Doña Fabiola, yo tengo más o menos la edad de su lucha, treinta y tantos años”, le dijo Alejandra Gaviria, una de las fundadoras del Colectivo Hijos e Hijas, antes de agradecerle por las enseñanzas de más de 15 años de amistad y trabajo. “Además de la alegría y el humor pese a las adversidades, Fabiola Lalinde nos insistió siempre que dejáramos todo por escrito y documentado, porque nos advertía que nos podrían decir que estábamos locos, que no teníamos sentido común, y que el papel iba a poder ser una prueba importante de lo contrario. Esa es una gran enseñanza y de ella hoy tenemos un gran resultado”.