El domingo 25 de marzo, después de un año dedicado a hablar de paz y reconciliación en distintos escenarios del país, Antún Ramos retomó sus labores como sacerdote en el municipio de Lloró, Chocó. Una región en la que, asegura, son tangibles los efectos del Acuerdo de paz con las Farc. Sin embargo, reconoce que el conflicto armado sigue vigente debido a la confrontación entre el Eln, las Bacrim y la fuerza pública.
Por Juan Camilo Castañeda
Foto de apertura: cortesía Antún Ramos
Dice Antún Ramos que tiene todas las razones para odiar: su madre fue asesinada por las Farc en un hostigamiento a Quibdó, uno de sus hermanos fue secuestrado por el Eln y 120 feligreses de la parroquia en la que era sacerdote, en Bojayá, murieron en mayo del 2002 en una de las acciones de guerra más recordadas por el país.
Sin embargo, el sacerdote apuesta por la reconciliación. En un evento conmemorativo del 9 abril, Día nacional de la memoria y solidaridad con las víctimas, compartió mesa con dos de sus verdugos: Fredy Rendón, excomandante del Bloque Helmer Cárdenas, que fue conocido con el alias de “El Alemán”; e Isarel Zúñiga, quien fue comandante del Frente 34 de las Farc en Chocó y que se hacía llamar «Benkos Bioho».
Fue la segunda vez que Ramos conversó con Fredy Rendón. La primera, fue en abril de 2002, en Bojayá, cuando discutió con él debido a las reglas que impuso en el pueblo como comandante del Bloque Hélmer Cárdenas de las Autodefensas. Días después, el 2 de mayo de 2002, en medio de combates entre ese grupo paramilitar y miembros del Frente 58 de las Farc, un cilindro bomba lanzado por los guerrilleros impactó el templo del municipio donde murieron, según Ramos, 120 civiles.
Yo tengo todas las razones para odiar. Pero he decidido trabajar por la reconciliación porque un odio más no le cabe a este país.
Antún Ramos
¿Cómo fue encontrarse con dos personas que le hicieron tanto daño?
Para mí no fue fácil, pero sobrepones un bien mayor que es la paz a tus odios, tus rabias, tu raciocinio político. Es mejor iniciar con ellos un hermanamiento distinto. Ellos, Israel Zúñiga y Fredy Rendón, en el conflicto armado fueron unas personas agresivas, pero ahora la vida los ha puesto del lado de nosotros y no podemos responderles con la misma agresividad que caracterizó su pasado. Hacia allá apunta mi invitación, a los excombatientes los vas a ver como vecinos, en el bus, en el metro ¿Qué vas a hacer? ¿Los vas a agredir? ¿Los vas a incitar a volver a la guerra? o por el contrario los acogemos, los perdonamos y los ayudamos en su proceso de volver a ser ciudadanos.
¿Qué mensaje les transmite esa imagen a las personas que siguen creyendo en que la salida es la guerra?
Mucha gente pensará que yo voy al evento y me tomo la foto porque soy cura. Pero yo hablo como víctima. El grupo de Israel, que en la guerra se llamaba Benkos, dio una orden para hacer un hostigamiento en el que murió mi mamá; y después, los dos que están en la foto participaron en el ataque a Bojayá, mataron a 120 personas y yo quedé herido. Tenía todas las razonas para no participar en este evento, para odiar e incitar al odio, pero yo no lo hago. Insisto en que mejor apostemos por la paz y la reconciliación e invito a otros que han sido tan víctimas como yo a que construyamos paz, que paremos estos 200 años de violencia que no han servido para nada.
Tras un año de la implementación del Acuerdo de paz y la desaparición de las Farc como guerrilla ¿Cómo ve la situación de orden público en Chocó?
El Acuerdo de La Habana para el Chocó ha sido una bendición, para en unas zonas más que para otras, por supuesto. El solo hecho de que ya no estén las Farc como actor armado ha sido bueno. Hemos visto que muchos campesinos volvieron a sembrar, a vivir en sus parcelas, a transportarse por los ríos, gente que no iba a su pueblo desde hace 40 años, volvieron en caravana.
Sin embargo, hay temor, porque al salir las Farc que tenían casi resguardada una territorialidad, se vio que el Clan del Golfo y el Eln entraron en algunas zonas. Y siempre y cuando estén dos actores que son enemigos en confrontación, la posibilidad de que se repita algo como lo de Bojayá es latente.
En la implementación falta mucho. Nosotros insistimos que la presencia del Estado no debe ser solamente con fuerza pública. Reclamamos inclusión, más oportunidades, servicios públicos, que se nos traten con honestidad y dignidad. Esperamos que el Acuerdo se cumpla y, por extensión, hacemos un llamado al Eln para que avancen en los diálogos.
¿Cuáles son esos hechos que afectan a las comunidades del Chocó y por las que en este momento exigen un acuerdo humanitario para la región?
En el Chocó sigue habiendo desplazamientos, confinamientos, hay gente a la que obligan a meterse en el tema de cultivos ilícitos, se ha denunciado el reclutamiento de menores, hay actores armados que utilizan a las comunidades como escudo o proveedor.
Nosotros estamos a merced del Eln. Los grupos del Eln que están en el Chocó parecen ruedas sueltas, parece que no se sienten representados por los que están en Quito, por eso hemos pedido que tengan una representatividad allá. En la región hay una tensión permanente por la posición geográfica: por Panamá sacan droga y entran armas, controlan rutas, entonces, no sé si todo el Eln está interesado en la paz. Por las acciones que hacen le dan a uno a entender que no.
La situación es muy complicada, la gente se mueve con miedo porque ya están subiendo otra vez los grupos de Bacrim, como llaman hoy a los paramilitares; está el Ejército y la Policía que tienen un accionar muy limitado. En los pueblos que están lejos hacen presencia estos actores y la gente no quiere que se repita algo como lo de Bojayá.
¿Qué se debe atender con urgencia en ese acuerdo humanitario para el Chocó?
Lo primero es que el Eln se comprometa a no atacar a la población civil. Pienso que el Eln no debería estar en los campos habitados. Deberían dejar que los productos lleguen, hay poblaciones donde no llegan porque se cobran unas vacunas muy altas. Pero creo que el acuerdo humanitario no se debe direccionar solo sobre el Eln, sino que sea amplio y que también lo cumplan las fuerzas del Estado. Además, es necesario que deje de ser una excusa la presencia de grupos armados para que no lleguen las inversiones del Estado.
El cese al fuego es fundamental, que sea verificable en el tiempo y en el espacio para poder dar tranquilidad. El Eln durante el anterior cese al fuego asesinó a un gobernador indígena en el Chocó, entonces, perdieron credibilidad. Creo que son cientos de preocupaciones que se incrementan con la presencia del Eln y de esos otros actores que son enemigos entre sí y, como siempre, la población civil está en el medio. La exigencia del acuerdo humanitario es una alerta temprana que se está lanzando.
¿Cómo se vivió en el Chocó ese cese al fuego en los últimos meses del 2017?
Creo que bajarle a la beligerancia del conflicto le da tranquilidad y esperanza a la gente . En gran parte, el cese al fuego en el Chocó se cumplió. El aspecto complicado fue la muerte del líder indígena. Pero la gente vio con optimismo el no hostigamiento de la población civil.
¿Qué hacer con esos otros actores que están en el territorio y con los que no se negocia?
Independiente de que la normatividad vigente pareciera prohibir establecer acuerdos con estas organizaciones no estructuradas políticamente y catalogadas como delincuenciales, es necesario buscar caminos de acercamiento porque ellos generan violencia y también golpean a las poblaciones. Si se da el acuerdo con el Eln y quedan estos grupos, lo que cambia es el actor provocador de guerra, sale un grupo y entra otro. Entonces, hay que buscar caminos para todos los grupos que están creciendo, las bacrim y sus otros nombres, las disidencias y demás. Nosotros como sociedad civil proponemos que se negocie con estos actores ilegales, que son organizaciones armadas sin una estructura política pero que generan mucha violencia, zozobra y miedo en la población civil.
¿Cómo ejerce un liderazgo social en el Chocó en un momento en el que hay varios actores armados en la zona y en el que los líderes son amenazados?
Trato de manejar un perfil bajo. Soy una persona pública, si a mí me quisieran coger lo harían muy fácil, porque son casi veinte comunidades que visito donde no hay un policía. A veces está el Eln u otros actores. Yo espero que me dejen trabajar, que no me agarren ni a mí ni a nadie. Por supuesto que hay temor, nos toca ser prudentes, por eso, auspiciamos distintos espacios de reconciliación, de resiliencia, de esperanza, de paz, para que a quienes nos dedicamos de una u otra manera a promover valores humanos y cristianos se nos deje hacer nuestro trabajo.