El municipio de Soacha, Cundinamarca, afronta una fuerte situación de vulneración de derechos humanos. En lo que va corrido del año se suman 19 hechos violentos, registrados por el CINEP, que preocupan y alertan a sus habitantes. La presencia de los grupos armados ha cultivado el miedo, pero, ante este contexto, también hay líderes que hacen del trabajo comunitario y de la música una forma clara de resistencia.
Por Elizabeth Otálvaro
Fotografías: Víctor Calixto y Asociación Codo a Codo
Un límite difuso entre lo rural y urbano se traza a 40 minutos a pie desde el parque principal de Soacha hasta el cerro El Esparto, donde se levantan dispersas las casas que forman el barrio Altos de la Florida. Pero ni las facilidades de lo urbano ni la tranquilidad de lo rural son dueñas de la cotidianidad de los habitantes de esta fracción de la Comuna 6 del municipio de Soacha, quienes desde que este cerro comenzó a poblarse –a principios de la década de 1990–, han visto como las problemáticas de la informalidad son la ley.
Al recorrer las calles que van cicatrizando la montaña, cada vez más y con más fuerza al ritmo de un excesivo crecimiento poblacional, y al escuchar las voces de sus líderes, quedan claras las principales angustias de los habitantes del territorio que a sus espaldas tiene la grandeza del Sumapaz. La inseguridad, la drogadicción, la frecuencia de los homicidios, la mal llamada “limpieza social” y el problema de la titulación de predios a manos de los “tierreros” –personas que se apropian de porciones de tierra para luego estafar a otros–, son algunas de las situaciones por las que se reclama atención a esta comunidad.
Por ello, casi entre susurros y con el miedo como velo, se manifiesta la preocupación de sus habitantes al ver como en los últimos meses se viene agravando la situación de violencia. Lo que ocurre en Altos de la Florida no está lejos de las complejidades vividas por otros sectores del municipio de Soacha; tan solo para lo transcurrido en el 2017, el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) registra 19 casos de violación a los derechos humanos.
Barrio Altos de la Florida, municipio de Soacha.
Estas acciones tienen unos presuntos responsables y responden a intereses macro que reconocen la ubicación estratégica de este lugar, pues es la conexión de la capital con buena parte del sur del país. De acuerdo con el informe de la Defensoría del Pueblo del 30 de marzo de 2017, “para el municipio de Soacha, presuntos grupos armados autodenominados Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) han ampliado el control territorial en aquellas zonas donde pretenden manejar los circuitos asociados al tráfico de sustancias psicoactivas”.
El informe agrega que las vulneraciones a la dignidad humana derivadas de la presencia de estos actores no han sido ejecutadas de forma aislada ni independiente; al contrario, se asocian con el accionar de bandas y grupos delincuenciales locales. “Las autodenominadas Águilas Negras presuntamente hacen presencia en seis comunas de Soacha […], podrían estar inmersas en una oferta de servicios que puede ser conveniente para una estructura con mayor grado de organización a nivel nacional como las AGC, en la medida en que facilita su hegemonía sobre los circuitos locales y regionales de actividades ilegales, sin llamar la atención directa de las autoridades sobre su posible responsabilidad en actos delictivos”, explica la Defensoría del Pueblo.
Esta situación, que parece escalar con el tiempo, no es una extrañeza para quienes habitan el barrio Altos de la Florida, es su cotidianidad; sin embargo, no por esto esperan normalizar la vulneración a su dignidad. Este panorama evidencia como a pocos minutos al sur de Bogotá hay quienes aun no ven hecha realidad aquella promesa de una paz con justicia social.
Altos de la Florida: un ejemplo de cómo resistir a través de la música y el encuentro con el otro
Cuando cae la noche y como si se tratara de luciérnagas, se ven las luces en la colina sobre la que se levanta Altos de la Florida; las mismas que, después de algunas acciones organizativas se lograron encender en el año 2000. Y es que la espontaneidad que no conoce planes de ordenamiento y que, por demás, se derivó de los desplazamientos del conflicto armado colombiano, permitió el asentamiento informal de las familias que conforman los cuatro sectores de este barrio, quienes aun hoy siguen librando la lucha por el acceso a los servicios públicos básicos: al agua, por ejemplo, que solo llega en carrotanque y en ocasiones puede tardar semanas en hacerlo.
En medio de tal oscuridad, también hay otras luciérnagas; asoman una vez se pisa el barrio. Son algunos jóvenes que se resisten al miedo con el que han convivido desde que Altos de la Florida es para los grupos armados y las bandas delincuenciales el escenario ideal. Han visto morir a sus amigos, han crecido escuchando el sonido de las balas y aun así han decidido hacer de la música la trinchera contra un futuro que, a simple vista, no parece muy prometedor en este rincón de Soacha.
Maicol Ortíz es uno de esos jóvenes que usa su guitarra contra el miedo. Él hace parte de los voluntarios de la Asociación Codo a Codo que se dedican a formar niños y niñas en el programa de musicalidad ofrecido por la fundación. “No hay que temer, hay que decirles ‘hey, aquí estamos un grupo de personas que queremos lo mejor para el barrio’”, dice al referirse a actividades que Codo a Codo y organizaciones como Kairós, Fe y Alegría, la Casa Pastoral y el Servicio Jesuita a Refugiados, convocan y lideran.
Una muestra del poder de lo colectivo y del arte se dio cita el último sábado de julio en Altos de la Florida. El Servicio Jesuita a Refugiados (SRJ) invitó alrededor de 30 niños, niñas y jóvenes con distintos talentos musicales para que se presentaran en el festival artístico y cultural “Cultura de paz y reconciliación”, instalado justo al lado del “Árbol del amor”, un roble icónico no solo para los habitantes de la comuna sino para todos los soachunos.
En el Festival «Cultura de paz y reconciliación» se mostró el trabajo de la Casa Pastoral, ubicada en barrio Altos de la Florida. En este espacio se protegen los niños y los adolescentes.
El encuentro tuvo el objetivo claro de integrar a la población. En palabras de Maryi Marroquí, integrante del SRJ, “se logró mostrar cómo la cultura, la música, el arte, el baile, empiezan a movilizar masas para contribuir a la transformación social”, para ella el sentido de agrupar diferentes esfuerzos y esperanzas se agranda si se recuerda que el país entero camina hacia un escenario de reconciliación y que para ello es preciso comenzar por encontrarse con el vecino, con el otro.
Ritmos urbanos, africanos, andinos, canciones infantiles y baladas románticas se escucharon en una tarde en la que no fue precisamente el miedo el invasor. Los juegos, el compartir y, por supuesto, la música sirvieron de excusa para reunir a un estimado de 50 personas de la comunidad, entre ellas los integrantes de las organizaciones sociales presentes en el territorio y otros invitados interesados en acompañar los procesos comunitarios que allí se gestan, como es el caso de la Corporación Nysqua: Semillas de Justicia y Dignidad, un colectivo interdisciplinar de profesionales enfocado en la defensa de los derechos fundamentales de la población más vulnerable.
“Me pareció que el evento fue importante porque nos permitió un acercamiento personal, es decir, en nuestra formación jurídica siempre nos enseñan a ver el problema, pero se nos olvida la parte humana o sencillamente uno la refunde entre todo el trámite y los papeles. Ese evento nos permitió conocer a fondo las personas por las cuales vamos a iniciar procesos o lo que haya que hacer por ellos”, manifiesta Andrea Angulo, abogada e integrante de la Corporación Nysqua.
La Corporación Nysqua, Semillas de Justicia y Dignidad acompañó la jornada cultural del 29 de julio.
Pero todo esto tiene un origen en aquellos que creen en la juventud y en el arte. “La importancia que tiene la formación musical con los niños de Soacha y en el barrio en particular es arrancarnos un poquitico de esos problemas tan fuertes a nivel social. Sabemos que estos niños constantemente están influenciados por problemas de seguridad, pandillismo, microtráfico, así que la música siempre va a rescatar vidas”, esta es la opinión que comparte Ricardo Londoño, coordinador del programa de musicalidad de la Asociación Codo a Codo.
Es entonces así como la identidad por el territorio está enraizada en esos jóvenes que caminan y viven las calles de Altos de la Florida, Maicol Ortíz es uno de ellos. Ante las problemáticas no es ingenuo, pero en sus ojos, en sus palabras y en su canto está la fuerza de la juventud y la esperanza que no se desvanece con la violencia. “Los buenos en el barrio somos más”, dice con plena contundencia y sabe que así como a él, a aquellos niños y niñas que forma a través de la música, el arte los puede salvar.