En la Comuna 13, la Corporación Sal y Luz construye desde hace tres años la ruta Memoria Viva. El 8 de noviembre compartieron su experiencia con la comunidad para fortalecer los recorridos y conectar con jóvenes mediante la danza y el teatro.
Por Fabián Uribe Betancur
Foto de portada: Julián Roldán Álzate
En las escuelas y bibliotecas de la Comuna 13, hoy la memoria se pinta, se canta y se baila. Allí los colectivos artísticos como los cirqueros de Arte Trece y los bailarines de The Big Boss Dance han hecho del territorio un escenario lleno de color y ritmo, como lo dejaron ver el sábado 8 de noviembre en la ruta Memoria Viva, liderada por la Corporación Sal y Luz, que recorrió las instituciones educativas Pío XII, Amor al Niño y Las Independencias y la Biblioteca Centro Occidental, para resignificar esos lugares que sirvieron de refugio y resistencia a las comunidades de los barrios vecinos durante las once operaciones militares ejecutadas en el 2002.
Según Juan Arango, comunicador audiovisual y director de la Corporación Sal y Luz, el propósito de estos encuentros entre organizaciones es compartir las experiencias y aprendizajes en torno a la construcción de sus propias rutas; para él, las iniciativas de Sal y Luz y de Mujeres Caminando por la Verdad comparten un propósito: contar a las nuevas generaciones lo ocurrido en la Comuna 13 desde una perspectiva ética y con respeto hacia las víctimas.
“Es fundamental para enriquecer el relato, ampliar los puntos de vista y construir una memoria colectiva que integre los contrastes y las identidades de cada persona. Solo así podremos acercarnos más a la verdad”. Arango agrega que existen varios retos en ese propósito: enganchar a las nuevas generaciones para que se apropien de la memoria de la comuna, así como construir una contranarrativa frente a la desinformación que hoy se extiende sobre los hechos ocurridos allí.
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Luz Elena Galeano, coordinadora de la Asociación de Víctimas Mujeres Caminando por la Verdad, señala que es fundamental la articulación entre las organizaciones sociales para conocer cómo se han identificado los puntos de memoria y resistencia, los tipos de riesgos existentes a la hora de realizar las rutas y cómo ha sido la recopilación de información que permite contar la realidad de los hechos ocurridos en cada uno de los sectores como El Salado y el colegio Eduardo Santos.

Este intercambio será clave para la construcción de la ruta de la asociación de mujeres buscadoras, la cual ha identificado 45 lugares de memoria y resistencia, ha priorizado lugares donde ocurrieron hechos de victimización, como las canchas de los barrios El Corazón y Villa Laura. “Esta será la historia contada con la voz de la Asociación de Víctimas Mujeres Caminando por la Verdad, que, a través de una línea del tiempo, relata los hechos ocurridos y servirá como herramienta pedagógica en colegios, instituciones del Estado y para la sociedad en general”, afirma Galeano.
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Otros sectores de la ruta, como la finca El Cebollal —camino hacia La Escombrera—, también fueron señalados por Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’, exjefe del Bloque Cacique Nutibara de las AUC, como un espacio de desaparición de personas; antes de su extradición en 2008, indicó ante Justicia y Paz 13 puntos de inhumación de personas asesinadas por sus hombres, pero allí solo fueron hallados tres cuerpos.
Construcción de la ruta de Sal y Luz
La Corporación Sal y Luz nació en 1990 como un grupo de la Pastoral Juvenil de la iglesia Nuestra Señora del Carmen, en el barrio San Javier. Con el tiempo, se desvinculó de la parroquia y se conformó como organización comunitaria. Hacia mediados de los años 2000 ya era reconocida por su trabajo con jóvenes, pues impulsó la creación de la Red de Organizaciones Juveniles de la Comuna 13, llamada Red Uniendo Sueños, la cual apoyó procesos de formación para que los jóvenes participaran en espacios de representación social y política.
Sal y Luz es reconocida en la Comuna 13 porque organiza cada año la Fiesta a la Vida, creada en 1991 como una respuesta a la violencia y como una forma de celebrar la vida de forma pacífica; el proyecto Sueños de Eskina, que buscaba darles un nuevo significado a las esquinas del barrio en la época de las denominadas “fronteras invisibles” —dominadas por grupos armados—, para convertirlas en espacios de encuentro, cultura y construcción de paz.
La ruta Memoria Viva también se integra a la Fiesta de la Vida, que se realiza desde hace 30 años, y a otras actividades conmemorativas de la corporación. Hernando Montoya, abogado e integrante de Sal y Luz, expresa que la propuesta de crear una ruta se remonta al año 2010, cuando diversas organizaciones sociales comenzaron a promover, mediante recorridos pedagógicos, la importancia de hacer memoria sobre los hechos de violencia y resistencia ocurridos durante las operaciones militares del comienzo del milenio. “Se trabaja mucho con las instituciones educativas en temas relacionados con la memoria, precisamente para generar un diálogo en torno a ellas”, dijo.

Sobre la historia de la ruta, Sol Katherine Rodríguez, integrante de la Corporación Sal y Luz, agrega que comenzaron a estructurarla oficialmente en el 2022, cuando la corporación inició un trabajo más intenso de reconocimiento de lugares, gracias al que identificaron 20 sitios de interés, a partir de los relatos de líderes sociales, víctimas y organizaciones comunitarias que conocieron de cerca los impactos de la guerra urbana de la Comuna 13, cuando entre febrero y octubre de 2002, fue escenario de doce operaciones militares que buscaban terminar con el control que ejercían las milicias en esta zona desde 1990
Sobre esa construcción, dice Rodríguez, quien lleva tres años en la corporación Sal y Luz: “Hemos contado con el acompañamiento de varios líderes: primero, jóvenes que nos empezamos a unir en este proceso, y también con aquellos líderes históricos de la comuna, cuyos relatos sobre el conflicto no queremos perder, porque son ellos quienes pueden contarnos esas historias de primera mano”.
Rodríguez explica que las instituciones educativas cumplen un papel clave en la ruta, pues además de haber sido refugio durante las operaciones militares, como es el caso de las escuelas Amor al Niño en el barrio El Salado y Pío XII en San Javier, hoy son lugares con iniciativas y laboratorios de memoria, como el Museo Escolar de la Memoria en la I. E. Eduardo Santos, que forman a futuros mediadores y guías de los recorridos, y sirven para acercar a las nuevas generaciones a esta historia que ya es una herencia del territorio que habitan.
Otro lugar significativo en el recorrido es la Biblioteca Centro Occidental, en el barrio El Salado, que se mantuvo abierta incluso en medio de los fuertes enfrentamientos entre distintos grupos armados. Este sitio permitió luego la existencia de iniciativa comunitarias como el Consejo Comunitario Pa’lante y del Comité Juvenil de la Comuna 13, que vincula a los líderes adultos y jóvenes de los barrios Las Independencias y Nuevos Conquistadores.
Ya con los sitios identificados y la articulación que avanza con otras organizaciones, para lograr el reconocimiento de esta memoria colectiva, el mayor reto de la Corporación Sal y Luz es conseguir la ruta sea sostenible en el tiempo, pues, afirma la mediadora Rodríguez, “estos recorridos dependen del apoyo y la gestión con otras personas e instituciones, pero cuando faltan recursos surge la dificultad de cómo continuar”.
En la Comuna 13 existen hoy rutas turísticas desbordadas, que ofrecen una memoria de sentido desvirtuado para las víctimas y para muchos habitantes de la zona, que no obstante ven en ellas una oportunidad de ingreso. Con ello en mente, el recorrido que plantea Sal y Luz quiere ser significativo con los contenidos que propone y a la vez permitir a los jóvenes generar ingresos y articular de forma honesta y estudiada los diferentes emprendimientos de la comuna.
“Para que el proceso sea autosostenible y pueda seguir contando con los datos y relatos de muchas voces, es necesario garantizar un mínimo vital al trabajo comunitario”, puntualiza Rodríguez.

