Un recetario de sabores que sanan

La memoria culinaria de las recetas que vienen desde sus abuelas se expresa en los platos que las mujeres de la Asociación de Mujeres Portadoras de Paz, Asomupaz, preparan en sus tres comedores populares en la región de Urabá.

Por: Juliana Builes Aristizábal 

Foto: Nataly Guerrero 

Los fogones se encienden a las 6 de la mañana. El guisado con coco se inicia para añadir sabor a la gallina o al pescado. En otro caldero hierve el mondongo o el sancocho. Las recetas del Chocó y del Urabá se entrelazan en los platos que se sirven hasta las 4 o 5 de la tarde en los comedores populares de las mujeres de Asomupaz; dos en Turbo y uno en Apartadó, Urabá antioqueño.  

Dollis Pineda tiene 53 años, es oriunda de Turbo, y allí mismo coordina uno de los comedores populares hace 17 años. Creció en una finca a las afueras de Turbo, donde aprendió las labores del campo y el arte de la cocina que, como ella misma dice, da vida a las personas. Su abuela fue quien le enseñó a preparar los alimentos y hasta hoy esas mismas recetas son replicadas por ella.    

La violencia la desplazó en dos ocasiones. A mediados de 1989, un grupo armado amarró y torturó a su esposo en una finca que tenían en la vereda Manuel Cuello del municipio de Turbo. La pareja tuvo que abandonar el lugar junto con su hijo de un año; únicamente se llevaron la ropa que tenían puesta. “La gente nunca sabrá lo duro que es para nosotros, que somos del campo, tener que irnos a la ciudad”, relata Dollis. 

Dollis tuvo que trasladarse a Arma, un municipio del departamento de Caldas, mientras que su esposo se dirigió a Medellín, donde trabajaba vendiendo frutas en una carreta por las calles de la ciudad. Después de algunos meses, tomaron la decisión de mudarse al municipio de Maceo, en Antioquia, para trabajar nuevamente en el campo, ya que en la ciudad parecía que sus oportunidades de mejorar la vida se alejaban cada vez más. 

En 1995 lograron regresar a Turbo, pero en esa época, los grupos armados tenían control sobre todo el municipio: había guerrilleros, paramilitares y fuerzas oficiales. “A mi esposo le surgió la oportunidad de trabajar nuevamente en una finca, pero esta vez en el departamento del Chocó, porque en Turbo todo estaba muy difícil. Así que nos mudamos para allá. Sin embargo, dos años después, otro grupo armado nos forzó a abandonar la finca. En la vereda Domingo Dos, prácticamente desplazaron a toda la comunidad”, recuerda Dollis. 

Después del desplazamiento forzado, Dollis regresó a Turbo con sus dos hijos y su esposo. En ese lugar conoció un espacio facilitado por las Lauritas, hermanas de la Madre Laura. Cada miércoles, las religiosas organizaban reuniones donde varias mujeres víctimas del conflicto armado, provenientes de diferentes zonas del país, especialmente del Chocó y de Antioquia, compartían las experiencias victimizantes por las que habían pasado. Esto les ayudaba a procesar el duelo y encontrar apoyo en otras mujeres que habían enfrentado situaciones similares a las suyas. 

En 2005, este grupo de mujeres que se habían estado reuniendo durante varios años, decidió constituirse como la Asociación de Mujeres Portadoras de Paz, Asomupaz. En relación con esto, Rocío Bedoya, la representante legal de la asociación, menciona: “Nosotras trabajamos para fortalecer alianzas interinstitucionales, capacitando, orientando e impulsando a las mujeres para que mejoren su calidad de vida y se conviertan en sus propias agentes de cambio”. 

En el presente Asomupaz cuenta con dos proyectos productivos activos, que proporcionan sustento y un salario digno a las mujeres que forman parte de la asociación. Los comedores populares y la fábrica de arepas, constituida en Turbo, dan empleo a doce mujeres.  

“Nunca pensé que llegaría a coordinar el comedor popular, sin tener estudios ni nada. Este proyecto me ha ayudado enormemente en mi proceso después de ser víctima del conflicto armado. Ha mejorado la calidad de vida no solo para mí, sino también para mis hijos” cuenta Dollis Pineda. “En nuestros comedores a nadie se le niega un plato de comida” añade.  

Las mujeres de Asomupaz guisan con coco, el pescado, la gallina, el cangrejo y el arroz. El patacón de banano también acompaña cada uno de los platos.

Los comedores populares rescatan la memoria culinaria de Urabá y Chocó. Los platos cocinados durante décadas contribuyen a mantener vivas ciertas prácticas culturales, reflejadas en la preparación de recetas identitarias para los pueblos que las elaboran y que se siguen disfrutando de generación en generación. 

Fidel Castro, antropólogo de la Universidad de Antioquia, enfatiza en que “la memoria culinaria abarca todos esos recuerdos llenos de significado que estas mujeres tienen, que se derivan del acto de comer, del aprender a cocinar, de sentarse a la mesa con otros y de compartir la comida. Estos recuerdos nos moldean desde la infancia hasta el día de hoy”. 

En la actualidad, las mujeres de Asomupaz están trabajando en un proyecto productivo en colaboración con la Universidad de Antioquia, la Facultad Nacional de Salud Pública y el programa CEDAIT. El objetivo del nuevo proyecto es desarrollar un producto, en particular el encurtido de ají picante, a partir de relatos -que conformarán un recetario- basados en las memorias culinarias y de siembra, proporcionados por las mujeres de la asociación. 

Para la creación del recetario, se llevaron a cabo múltiples encuentros con las mujeres mayores, llamados “talleres de memoria culinaria”. Este proceso ha sido tanto creativo como educativo, y ha fomentado la participación activa de la comunidad. En estos talleres, se destacaron los conocimientos y saberes relacionados con la gastronomía y la comida, en el contexto de sus familias.  

El recetario pretende destacar los conocimientos en homenaje a la comida y el sabor aportados por las mujeres miembros de la asociación. Además, busca resaltar la relevancia que Asomupaz tiene en el territorio y las transformaciones que ha generado en la vida de sus integrantes. Para las mujeres de Asomupaz, la comida no solo ha sido una fuente de sustento, sino también un vehículo de preservación de la memoria de una tradición que se ha transmitido de generación en generación, desde sus abuelas.