Se trata de Andrés Armando Calle, poeta y líder cultural que impulsó el Festival de Poesía de la Comuna 6 de Medellín, espacio que cada año, durante todo el mes de noviembre, reúne a escritores de la ciudad.
Por: Pompilio Peña Montoya
Fotos: cortesía Andrés Calle
A mediados del 2013, Andrés Armando Calle recibió una llamada que había dejado de esperar desde hacía semanas. Al otro lado de la línea, su amigo Jhony Alonso Gallego, también habitante de la comuna Doce de Octubre en el noroccidente de Medellín, le anunció que su insistencia de aprovechar parte del Presupuesto Participativo para un recital de poesía barrial había calado en los directivos de la Mesa de Arte y Cultura de la Comuna 6. Andrés se llenó de alegría: Jhony le anunció que le habían encomendado la creación de un festival que hoy, nueve años después, es reconocido como el segundo festival de poesía más importante de la ciudad.
Para aquel año, el fuerte cultural de esta zona de Medellín se centraba en el teatro, la danza y las comparsas, y durante el mes de noviembre se desarrollaban tres festivales de música que atiborraban espacios como el Parque Juanes de la Paz, el Parque Biblioteca Doce de Octubre, La Semblanza y el Bulevar de la 68, al ritmo del hip hop, el regué, el rock y el metal. Pero, “¿dónde está el lugar para la poesía?”, fue la pregunta que le hizo Andrés a la Mesa de Arte y Cultura cuando presentó su propuesta que, ante la fama de los festivales de música, encontró en un principio, según Andrés, algo de resistencia ante la idea de direccionar recursos para la lectura de metáforas y, en general, de ese mundo interior lleno de símbolos que parecía importarles a pocos.
De modo que cuando la Mesa aceptó su propuesta, Andrés sintió una gran responsabilidad por demostrar que la poesía podía tener un lugar destacado en los espacios culturales de esta zona de la ciudad. Por eso, con el fin de planear el que sería el primer Festival de Poesía Comuna 6, Andrés se reunió con los gestores culturales Daniel Segura, Robinson Paniagua, Jhony Alonso Gallego y Angélica Basurto, esta última una mujer determinante, al invitar al primer encuentro de poesía a niños y jóvenes que ya venían en procesos de formación literaria a través del proyecto Gúlliver, iniciativa que para entonces desarrollaba el Festival Internacional de Poesía de Medellín. Alquilaron una tarima que instalaron en la Plazoleta Gabriel García Márquez, convocaron a escritores de la Comuna 6 que se unieron a los niños, y la segunda semana de noviembre de 2013 nació este encuentro con la palabra. La satisfacción se hizo mayor cuando un niño llamado Juan José Puerta, de diez años, leyó la siguiente frase frente al público: “Poesías son las partículas de átomos en la sombra del universo”.
Un poeta de otra tierra
El Domingo de Ramos de 1982 nació Andrés en el lejano corregimiento de Santa Rita del municipio de Ituango en el Norte de Antioquia. Su familia vivía en la Calle del Juzgado, en tiempos en los que el cableado eléctrico aún no había llegado al pueblo. Un año después su madre se trasladaría a Medellín en busca de un nuevo horizonte llevando consigo a Andrés quien aún era un bebé. Él recordó que, siendo un niño de escuela, cada vez que había vacaciones un tío lo llevaba de paseo a Santa Rita, en un viaje interminable pero anhelado porque representaba un encuentro con tíos, primos y abuelos, y con el paisaje de colinas, riachuelos y largas extensiones de cultivos.
Lo que más fascinaba a Andrés era escuchar a su abuelo paterno contar cuentos fantásticos que solo podían ocurrir en el campo, entre brujas, espectros y duendes. El abuelo guardaba celosamente la novela del Quijote de la Mancha, que había leído siete veces y que de cuando en cuando Andrés le pedía que leyera en voz alta, entre trozos de viejas historias fantasmales y poemas evocadores en los que la violencia no acechaba.
En Medellín, durante su niñez y parte de su juventud, Andrés vivió en los barrios de Niquía, San Blas, Manrique, Pablo Escobar, Las Palmas, La Asomadera, Caicedo y, finalmente, el Doce de Octubre, donde recorriendo sus cuadras, trabajando en el rebusque y haciendo amigos, se involucró en procesos culturales que le fueron acercando a la idea de planear encuentros de lectura de poesía, arte que descubrió no solo con su abuelo, sino con su madre que con frecuencia le recitaba algún poema que tuviera en la memoria.
“Recuerdo que comencé a leer poesía, hasta que un día pasó una chica que me gustaba mucho por el frente de mi casa y cuando no la vi más salí corriendo, tomé papel y lápiz, y escribí mi primer poema. Ese día me di cuenta de que no solo podía leer poesía sino escribirla”, contó Andrés, quien también recordó duros momentos de violencia durante su juventud en los que incluso atestiguó peleas y asesinatos en los barrios; realidad que relaciona en la situación que viven los habitantes de la ruralidad, con la tristeza que aún siente por el desplazamiento de su padre de Santa Rita, por acciones de la guerrilla de las Farc; y con el contexto que hoy atraviesa este corregimiento que es presa de la violencia que generan varios grupos armados, entre subversivos, paramilitares, narcos y bandas criminales. Lea también: Los ‘códigos de guerra’ que están acabando con la vida en Ituango
Un hecho que acercó más a Andrés a las letras ocurrió mientras cursaba una carrera de Ingeniería en la Universidad de Antioquia. Por aquel tiempo comenzaba hablarse de Hidroituango como el proyecto que traería progreso a su tierra, y Andrés se soñó como parte de aquel equipo de trabajo. “Pero en un momento de la carrera tomé una materia de relleno para tratar el tema de la historia de la tierra donde había crecido mi familia, y comencé a investigar lo que se decía acerca del proyecto; entonces comprendí cómo el conflicto estaba directamente relacionado con la obra y la llegada del paramilitarismo a la región que convirtió la ribera del río Cauca en una fosa común”. Por eso, dijo, desistió de terminar la carrera. Lea también: Los desaparecidos en Hidroituango, un duelo que quedó bajo el agua
Fortaleciendo el festival
Luego de abandonar sus estudios en Ingeniería, Andrés se dejó influenciar de lleno por la poesía y el trabajo cultural. En ese camino conoció a muchas personas que le brindaron su apoyo y sus conocimientos e incluso terminaron por vincularse al Festival de Poesía Comuna 6. Henry García, Jeison Medina, Gloría María Bustamante, Berenice Pineda, Daniel Días, fueron algunos de esos poetas e impulsores culturales con los que descubrió, según él, que la poesía son las memorias del barrio, en la medida que guardan los recuerdos bellos y amargos de una Medellín multicultural atravesada por la desigualdad social, el desplazamiento intraurbano, el conflicto entre bandas, la rebeldía, la osadía de sus jóvenes, los parches de esquina, la alegría melancólica de la salsa, las melodías contestatarias del punk y el hip hop, el sicariato, las rabias, los miedos, los amores, el amor incondicional hacia y de las madres, las drogas y el frío de la soledad.
Estos temas pareciera que se repiten una y otra vez cuando se leen las memorias de los ochos festivales que han tenido lugar de manera ininterrumpida desde el 2013. Fue a partir del segundo festival, cuyo lema fue: “Exorcizando el territorio con la palabra”, que Andrés y los organizadores del evento se propusieron ocupar más espacios en la comuna. Incluso se atrevieron a instalar parlantes en esquinas y hasta en las llamadas fronteras invisibles¸ zonas que delimitan el territorio de los grupos armados. El tercer festival tuvo por lema: “Fuego inmortal que aviva la llama de las voces ausentes”, y en él se le hizo un homenaje a Soraya Cataño, a Chuco Peña y a Juan David Quintana, artistas, pedagogos, poetas, teatreros y defensores de DDHH que fueron asesinados por agentes del Estado.
“Durante el IV Festival estuvimos promocionando unas memorias que coincidieron con el proceso de paz en La Habana, por lo que el lema fue: “Después de la guerra continúa la poesía”, ya que estábamos mamados de escribir poesía de guerra”, comentó Andrés, quien añadió: “Para entonces comprendimos que la ciudad está llena de poetas anónimos, obreros que llegan cansados a la casa y se toman un momento para escribir su dolor, felicidad o angustia; muchas madres también escriben a escondidas, tratando de exorcizar la angustia de las carencias, el recuerdo de un hijo asesinado o el de aquel que va sin rumbo por la vida”.
En este proceso de fortalecer el festival, nació el colectivo Citabundas, que organiza talleres literarios y actividades culturales durante todo el año. Hoy Andrés Armando Calle es conocido más como Duende Armando Letras, duende porque casi siempre lleva puesto un curioso gorro como un signo de su identidad y su atracción por ese mundo fantástico de aquellos seres de los que supo gracias a los cuentos de su abuelo.
Este año, en su novena versión, el lema del festival es: “Cuando el silencio grita”. El evento tiene programadas actividades durante todo noviembre, las cuales incluyen recitales de poesía en plazas, bibliotecas, teatro, cafés, calles y esquinas de la Comuna 6.