Este documental, dirigido por el cineasta Alejandro Bernal, cuenta la historia de amor de Cristian y Yimarly, excombatientes de las Farc que tras dejar las armas empezaron una nueva vida juntos. El film será estrenado en Colombia en octubre del 2021.
Por: Pompilio Peña Montoya
Imagen de portada: captura de la película Amor rebelde
En los próximos meses, el cineasta colombiano Alejandro Bernal y el equipo de trabajo de Lulofilms presentarán en varios festivales de cine del mundo el documental Amor rebelde, un trabajo audiovisual que cuenta la historia de amor entre Cristian y Yimarly, dos jóvenes excombatientes de las Farc que, tras la firma del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las Farc, en noviembre del 2016, comenzaron en el Guaviare una vida juntos, esta vez fuera de la selva y los peligros de la guerra.
Esta película, cuya realización duró cerca de cuatro años, es emotiva, está llena de vivencias personales de los protagonistas y quiere mostrar otra esfera en la vida de los firmantes de la paz, aquella que tiene que ver con el amor como un sentimiento que refunda la convivencia en un territorio históricamente por la violencia ocasionada por la confrontación entre diferentes actores armados.
Hacemos Memoria habló con Alejandro Bernal, quien en 2017 ganó un Premio Emmy con su producción La Amazonía: un paraíso a la venta, un documental periodístico sobre el medio ambiente y la explotación del Parque Sierra Chiribiquete. Con él conversamos acerca de Amor rebelde, que fue estrenada a finales de abril del 2021 en el Festival Internacional de Cine Documental de Canadá Hot Docs y que estará en las salas de cine de Colombia en octubre de este año
¿Cómo llegó a esta historia de amor sobre dos excombatientes de la que fuera la guerrilla más grande de Colombia?
Yo siempre he tenido interés por el acontecer nacional y el Acuerdo de Paz. Ya había hecho para televisión algunas historias con grupos insurgentes. Por eso no perdí la oportunidad de ir a la Décima Conferencia de las Farc, en octubre del 2016, un evento en el que este grupo se abrió para que cualquier periodista pudiera conocerlo, algo que no se había visto antes. En ese momento yo no tenía ninguna misión para algún canal. Me acredité como periodista independiente, aunque para entonces yo venía trabajando con Jaime Escallón y Jimena Sotomayor, quienes son finalmente los productores de Amor rebelde.
A la Conferencia llegué con el ánimo de hablar con guerrilleros y ver si había posibilidad de hacer una película. Básicamente había medios de todo el mundo y, por supuesto, varios periodistas estaban realizando documentales sobre lo que ocurría. Todos los ojos del mundo estaban sobre Colombia. Lo claro es que yo no iba tanto por lo que se pudiera decir en la Conferencia. Mi intención era buscar personajes, con la muy buena suerte de que en los días que pasé allí, charlando con una y otra persona, conocí a Cristian y Yimarly, los protagonistas del documental.
Con ellos hubo una conexión especial, diría yo, una empatía, nos caímos muy bien y nos hablamos con honestidad. Lo que pasó ahí es que yo quise seguir hablando con ellos y les pregunté algo que siempre me había inquietado, y es cómo es el amor dentro de la guerrilla y en la guerra. Ellos me iban contando y así comencé a conocer una cantidad de cosas que me sorprendieron, muy distintas a las que uno como citadino vive. Pero también estaba esa conexión humana de romanticismo, rodeada de esos sentimientos que todos conocemos como la incertidumbre, el desamor, el sentimiento de abandono, el amor pleno y, claro, la duda de que ese otro vuelva con vida después de un combate.
Al volver a Bogotá me vi con Jaime y le conté la historia, con el ánimo también de alejar la idea de hacer una película sobre algún comandante o sobre el Acuerdo de Paz como tal. Otros periodistas estaban en las mismas y con seguridad produciendo piezas muy valiosas. Pero yo quería algo más. Así nos concentramos en ese noviazgo, en su amor: dos jóvenes que con el Acuerdo de Paz comenzaron una vida desde cero, ya juntos, muy distinta a la que habían vivido antes.
Este documental se grabó en diferentes momentos durante casi cuatro años ¿Cómo se escogieron esos instantes para filmar?
Cuando yo los conocí a ellos, hay que tener en cuenta que ni Cristian ni Yimarly habían tenido en su vida un celular. Ambos son de regiones muy apartadas del país. Cristian llevaba casi veinte años en la guerrilla. Hay que entender que pareciera que ellos vinieran en una sociedad paralela, de un mundo que había generado las Farc durante tanto tiempo en regiones muy apartadas. Y en esa conferencia ese fue el primer descubrimiento para ellos: estos dos mundos.
Ahora, cuando me fui a despedir de ellos en la Conferencia no los encontré. Me preocupé porque no sabía cómo encontrarlos de nuevo. No tenían celular. Les dejé una nota con alguien que no me dio muchas esperanzas. Yo tenía los nombres de sus comandantes, el frente al que pertenecían. Así que me demoré unos seis meses para volverlos a encontrar. Lo que hice fue que a través de una colega periodista enviamos una foto de ellos, con mi intención del documental, a un comandante. Dimos con que ellos estaban en el Guaviare y me autorizaron para ir a visitarlos.
Siempre me había parecido raro que nunca me llamaran si les había dejado un mensaje con mis datos y nos habíamos caído bien. Pero cuando los volví a ver lo primero que hizo Yimarly fue sacar de su bolso la nota, con mi puño y letra, y me dijo: “Cuando nos dijeron que venía un periodista a visitarnos, sabía que era usted; yo lo iba a llamar, pero no había podido”. Y a partir de ese día se estableció entre nosotros una relación diferente. Nos sentíamos muy cercanos, nos hicimos amigos.
En adelante y durante varios años, lo que hice fue ir escogiendo esos momentos para ir a visitarlos y grabar. Algunos de ellos estuvieron determinados por el contexto político y social que ellos vivían. Otros momentos fueron cuando ellos por primera vez pudieron votar, o cuando les fue entregada una vivienda dentro de la zona veredal donde estaban establecidos. Los otros momentos estuvieron determinados por las cosas personales que estaban experimentando, como cuando Yimarly me invitó a su cumpleaños porque hacía siete años que no lo celebraba en familia. O cuando ambos fueron a visitar a la mamá de Cristian y yo fui para conocerla también. En un episodio de la historia ellos tienen un hijo y yo estuve ahí.
¿Qué fue lo más le llamó la atención en esa transición que estos jóvenes vivieron?
Cuando ellos estaban en armas no podían decidir si estarían juntos o no. Mientras estuvieran en el mismo lugar no había problema. Así que una de las esperanzas que tenían con el Acuerdo de Paz era que pudieran estar juntos. Pero había una incertidumbre, algo muy interesante, y es que ellos estaban convencidos de dejar las armas, pero también estaban convencidos de que la estructura de las Farc, como organización social iba a permanecer, y de que el partido político iba a seguir supliendo una cantidad de necesidades que suplía la organización cuando eran una estructura armada. Pero hoy su partido es un partido huérfano.
¿Cómo son Cristian y Yimarly, los protagonistas de Amor Rebelde?
Cristian y Yimarly son unas personas únicas y con largas historias. Cristian entró a la guerrilla a los doce años y eso le proporcionó experiencias mucho más intensas que las que vivió Yimarly, quien ingresó a la guerrilla pocos años antes del Acuerdo de Paz y de hecho no había estado en combates. Pero su vida en la guerra no hizo de Cristian una persona más rígida y tosca como uno creería, por el contrario, tiene un fantástico sentido del humor. Yimarly por su parte es una persona dulce y tierna y ella siempre estuvo pensando en formar un hogar. Y hoy doy fe que Cristian es un excelente padre, es tierno y cariñoso. Ellos son muy diferentes, pero comparten la dulzura y eso les hace inseparables.
¿Cristian y Yimarly han sido afectados por la estigmatización que viven muchos firmantes de paz en regiones como Antioquia?
Ellos siguen estando en el Guaviare y en ese departamento, como en gran parte del territorio del sur de Colombia, que ha tenido tradición guerrillera en ciertas zonas, el estigma no es tan fuerte. Allí existe cierta aceptación como no ocurre en otras regiones del país. De hecho, allí donde ellos viven ha habido cierta calma y tranquilidad después de la firma de la paz, pero eso no quiere decir que siempre vaya a ser así, porque el Guaviare es una zona en la que hoy caminas desprevenido, pero mañana no sabes qué va a pasar.
¿En qué radica la fuerza de este documental?
Yo creo que en un contexto como en el que vivimos, la idea de este documental radica en humanizar la guerra y en despertar empatía por los personajes. Creo que esta historia, como habla desde las emociones, tiene mucha fuerza, y se presta para que el espectador escuche una realdad distinta, una realidad muy apartada a la que vivimos muchos en la ciudad. Aquí lo interesante es que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos los mismos sentimientos.
Lo cierto es que yo tengo un dilema con esta película y es que quiero que la vean personas que piensan diferente a mí, porque creo que ese es el reto, que la vean personas que nunca han querido darse una oportunidad de saber qué piensa alguien que fue excombatiente de las Farc. Y esto sería muy bueno en un país tan polarizado.
Por otra parte, cuando el documental se presente en Colombia espero que propicie discusiones espinosas. Esto porque sé que muchos creen que dos personas que han vivido el conflicto dentro de las Farc, mientras defienden y afianzan su amor, no merecen ser protagonistas de una producción, no merecen que su historia sea proyectada a un gran público. Incluso me lo dijo una tía mía: “hay mejores cosas para mostrar en Colombia que eso”. Lo que hay que entender también es que Cristian y Yimarly son dos muchachos que por circunstancias de la vida terminaron en la guerrilla, con sus cosas malas y buenas, y su historia merece ser conocida.