La chica del circo, un viaje y una pregunta por la desaparición forzada

Con un guion dramatúrgico que aborda conceptos como la búsqueda de la verdad y el perdón, el cineasta Carlos César Arbeláez ganó el Premio Nacional de Cultura UdeA en la categoría Literatura. Hacemos Memoria dialogó con él sobre su obra.

 

Por Daniela Jiménez González

Imagen de portada: río Magdalena, Puerto Berrío, Antioquia. Foto: Yhobán Hernández

Carlos César Arbealaez Álvarez. Foto: Facebook Carlos César.

Un circo pequeño y tradicional, de pueblo, despega su viaje desde Medellín siguiendo el cauce del río Magdalena, hasta alcanzarlo en toda su anchura en Puerto Berrío. En el camino, al margen de las búsquedas que surten efecto en la carretera, en un trayecto itinerante, una mujer y su hijo van hilando las preguntas de una desaparición, en medio de caminos habituados a la violencia y otras tantas vidas que nunca vuelven. Esta historia, que abre con los últimos rayos de sol en Puerto Boyacá, lleva por nombre La chica del circo y es obra del cineasta Carlos César Arbeláez, uno de los ganadores de los 52º Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia 2020, a los que se postularon 300 propuestas.

Carlos César tardó dos años y medio en escribir el guion, que le tomó más de doce versiones hasta perfeccionarlo. Esa dedicación lo hizo ganador de este premio en la categoría Literatura, modalidad dramaturgia o guion cinematográfico de largometraje. Para el jurado, integrado por Ana María Vallejo, Iria Gómez y Víctor Gaviria, La chica del circo no tiene ni una secuencia de más y su escritura “atraviesa la entraña y el alma, es de una madurez sencilla y natural. Es un guion escrito con un lenguaje casi poético, que no necesita recargarse en recursos o indicaciones técnicas audiovisuales, porque cada una de las secuencias transmite un mundo de imágenes con una maestría extraordinaria”.

Hacemos Memoria dialogó con Carlos César sobre el abordaje de la desaparición forzada en este proyecto y sobre los planes que vienen para el guion de La chica del circo.

 

¿Cuál es el argumento de su propuesta y a qué quiso apostarle en esta historia?

La chica del circo es una historia de la búsqueda de un desaparecido. Es una chica con su hijo buscando por el Magdalena Medio a su esposo, los tres trabajaban en un circo y él desapareció durante un acto de magia. Es una road movie o una película de carretera que recorre a Medellín y algunas partes del Magdalena Medio. No puedo adelantar muchos detalles de la historia porque, como todavía no se ha hecho la película, no es prudente. Está inspirada en mi familia, que es toda de Puerto Berrío, allí murió mi abuelo en 1952. Fue asesinado por soldados del Ejército, quienes después reconocieron la muerte de mi abuelo. Es a partir de esa anécdota que yo quise escribir este guion. Y un poco también porque pasé toda mi niñez en Puerto Berrío. Hay una frase muy bonita de Rilke que dice que la infancia es la patria del hombre, entonces esto es también un homenaje a mi infancia.

¿Qué sigue ahora para La chica del circo?

Ahora estamos tratando de conseguir la financiación para la película. Esta película, por ser una road movie —película centrada en un viaje—, es costosa. Estamos aplicando a diversos fondos nacionales e internacionales para conseguir la financiación. En la pandemia eso ha sido complicado, pero vamos en la etapa de desarrollo del proyecto. El guion ganó también una beca del Instituto de Patrimonio de Antioquia y ganó una beca Ibermedia para el laboratorio de guion, este es el tercer premio que recibe. Así que creo que ya está lo suficientemente maduro para empezar la parte de producción y búsqueda de financiación e inversionistas. Y bueno, que todo eso nos permita comenzar la preproducción y luego el rodaje.

Menciona que este trabajo es una forma de hacerle un homenaje a su infancia. ¿Cómo es mirar ese pasado cara a cara para escribir un guion?

Una de las cosas que me tiene muy animado es rodar en Puerto Berrío, porque mi familia fue fundadora de ese pueblo, vivió toda la vida allá, en ese lugar viví mis primeros años y luego volvía para las vacaciones. Es una sensación contradictoria, porque esos primeros años de mi infancia fueron muy alegres, con un tío que nos quería mucho, pero siempre he sabido que Puerto Berrío ha tenido una historia muy complicada, muy difícil, llena de violencia y muerte. Esas dos cosas quería contarlas, unirlas en una historia que, además, fuera entretenida e interesante y tuviera un trasfondo social, eran muchos ingredientes. Creo que el guion lo logró y espero que se convierta en una muy bella película.

¿Qué representa para una localidad como Puerto Berrío ser escenario de una historia como esta?

La película realmente no pasa en Puerto Berrío, casi toda sucede es en Puerto Nare, es un viaje por el río Magdalena. Lo que pasa es que el final sí es en Puerto Berrío, entonces se convierte en una locación muy importante porque ahí termina la película. Pero tiene también mucha parte en Medellín, que es la ciudad en la que he vivido toda mi vida, la ciudad que quiero y aborrezco al mismo tiempo, como todos los amores. Tiene esa parte del viaje que es gran parte de la película, tiene al río Magdalena, que es muy bonito y ancho ahí en Puerto Berrío. Es un homenaje también al río Magdalena, a esa subregión.

¿Cómo el guion reivindica al río Magdalena?

Es nuestro río más grande y hermoso. Dicen que es el cementerio más grande de Colombia. Me pregunto cómo un río tan exótico, tan bello, tan exuberante es, a la vez, un espacio tan triste. Porque aquí no paramos de matarnos, es una cosa absurda. Ese río tan hermoso sería como para que todos estuviéramos felices navegando por él, para arriba y para abajo… Son esas cosas tan contrastantes en este país. Parece una maldición que los colombianos no podamos disfrutar de sitios así, tan bellos, por estar en manos de grupos armados. Pensábamos que ahora eso iba a mejorar, que íbamos a poder movernos por el país en el que nacimos, y aún no es posible.

Cuando habla del viaje en carretera, y de esta historia nómada, nos hace pensar en la forma en la que los personajes van creciendo y cambiando en los viajes de este tipo…

Claro, las películas de carretera son un viaje por un paisaje exterior, que en este caso es un viaje que comienza en las laderas de Medellín, en un circo a sus afueras, para luego adentrarse en el viaje por el río. Son viajes exteriores, pero realmente es un viaje interior, una transformación de los personajes, es una búsqueda de la verdad y del perdón, porque, al final, ella no solo tiene que asumir una verdad sino un perdón con el personaje que está buscando. Siento que este es un tema actual en estos momentos, que estamos en un escenario que no sabemos si es posconflicto, pero la búsqueda de la reconciliación es ahora un tema fundamental en nuestra sociedad.

Precisamente siempre volvemos a esa idea de que el cine es como la vida, aunque sea un lugar común. ¿Cómo la situación que vive el país le ayudó a construir a los personajes?

Lo que un cineasta debe buscar, ante todo, es la humanidad de los personajes. Eso es lo bonito de una película, que uno no encuentre personajes buenos o malos, esa cosa maniquea que no interesa a un cineasta. A un cineasta le interesa mostrar personajes contrastados, porque nosotros somos así, como la vida misma: tenemos lados buenos y malos, eso es lo que otorga la humanidad. No buscamos discursos y, aunque la película sí tiene una metáfora o un mensaje, realmente lo que buscamos siempre es una humanidad en los comportamientos y en las actuaciones, que es lo que nos lleva a identificarnos con ellos, así es nuestra naturaleza. Una naturaleza que tiene un lado bonito, amable, y otro lado que tiene esa parte oscura que está en cada persona. Eso es lo chévere.

En Los colores de la montaña, su primer largometraje en 2011, hay una directa alusión al conflicto armado y en La chica del circo retoma esta temática con la desaparición ¿Por qué vuelve sobre este tema?

Así es, porque mi segunda película, Eso que llaman amor (2016), es más optimista y está centrada en el amor filial. Acá vuelvo a ese trasfondo social, más por el estilo de mi primera película, Los colores de la montaña, y regreso al paisaje rural, al río Magdalena y la cultura ribereña. Era muy difícil abordar una historia de desaparición sin cierto trasfondo político, por la historia de esta región.

¿Cuáles fueron las aristas más complejas de abordar un fenómeno como la desaparición en el Magdalena Medio y plasmarla en el guion con verosimilitud y humanidad?

Es un guion que tiene muchos ingredientes y fue muy complejo para mí. Ya vamos para la versión doce del guion, he tenido asesores internacionales que me han ayudado a contar bien la historia. Yo, de hecho, llevo más de dos años y medio tratando de escribirlo porque tiene muchos mundos: tiene el mundo del circo, que lo tuve que investigar y acercarme a él, pensaba que estaba en el olvido, pero el circo en este momento ha tenido un florecimiento. Hay al menos 200 agrupaciones circenses según la Mesa del Circo de Medellín. En Bello hay mucho circo tradicional. El que presento acá es un circo de pueblo. Luego tuve que investigar el tema de los desaparecidos. Además, las películas de carretera son complejas. Toca rezar para que consigamos el dinero para hacer realidad la película. A pesar de que el premio que me ha dado la Universidad de Antioquia fue en la categoría de Literatura, un guion no es literatura, un guion es un instrumento para hacer una película. Ojalá que este premio sea un espaldarazo a este trabajo, que lo impulse.

Uno de los personajes en este viaje de carretera hace su propia inmersión en la idea de perdón y verdad, ¿cómo se acercó usted como autor a esos conceptos, hoy tan cruciales en lo que el país está viviendo?

Fue una cosa que fui descubriendo en la medida en que fui desarrollando el personaje. Los personajes van cogiendo como una vida propia y te van llevando hacia temas que no los tenías presupuestados en un principio. Hay que asumir a ese personaje, esas decisiones como autor, para no fallar en la verosimilitud y en lo que uno quiere contar con la película. Es una historia muy difícil, un poco triste, que al final de tanto trabajar en ella y de construir tantas versiones te termina afectando, porque la desaparición forzada es un tema complejo y necesario. Para las personas que han sufrido la desaparición, hasta que no sepan la verdad y sepan qué pasó, toda la vida esperan a ese ser querido, esperan que regrese y toque la puerta. Es difícil escribir esto desde el sentimiento, pero es importante pensar que se está contando el drama de muchos colombianos. Creo que el arte debe producir emoción, pero, si una película puede cumplir una cierta función social, pues es un plus.

El cine es como un espejo de nuestra realidad, de lo que somos. Cuando ves eso reflejado en una pantalla eso te ayuda a reconocerte, a identificarte con otros, a ver las cosas buenas y las cosas malas, nuestras historias, nuestros paisajes, la manera en la que hablamos y de dónde venimos. Eso es lo bonito del arte y del cine. Por eso es tan importante que un país tenga cine. Un país sin cine es como una familia sin álbum de fotografías.

 


Los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia fueron creados en 1968 y son apoyados por el Ministerio de Cultura – Programa Nacional de Concertación Cultural. Este año, además, tuvieron el respaldo de Comisión Mutis, Hacemos Memoria, DW Akademie, Fundación Pianissimo y Banco de la República.