Para el exintegrante del M19, un relato de verdad sobre el conflicto armado, que sirva para ampliar la democracia y construir paz, requiere, además de las versiones de las insurgencias, el reconocimiento de las responsabilidades que le competen al Estado.
Por Camilo Castañeda Arboleda
Imagen de Portada: Youtube Colombia sin Minas
Según Álvaro Jiménez, quien fuese en 1984 el vocero del M19 en las negociaciones que sostuvo ese grupo insurgente con el gobierno del presidente Belisario Betancur, las voces de los excombatientes de los grupos armados que dejaron las armas a principios de los noventas, son indispensables para que la Comisión de la Verdad comprenda los contextos y esclarezca hechos de un conflicto armado que ha durado más de cincuenta años.
Bajo esta premisa, Álvaro Jiménez participa en los Espacios de Aporte a la Comisión de la Verdad en Colombia, que tuvo su primer encuentro con miembros del extinto M19 el 14 de mayo de 2020, cuando él y otros integrantes del entonces movimiento insurgente hablaron sobre la creación de ese grupo armado y el papel del narcotráfico, y reconocieron responsabilidades en hechos como la toma del Palacio de Justicia o el asesinato, en abril de 1976, de José Raquel Mercado, quien era el presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia.
Conversamos con Álvaro Jiménez para conocer cómo es enfrentarse a la verdad tres décadas después de haber dejado las armas, y en un momento en el que la sociedad está dividida frente a la labor que adelantan las instituciones del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición creado a partir del Acuerdo de Paz entre el gobierno Colombiano y las FARC.
¿Cómo se siente usted al volver a hablar de esta historia 30 años después de haber dejado las armas?
Bien, con tranquilidad, como un paso más dentro de nuestra decisión de avanzar hacia la paz en el año 1990, en tanto determinamos que salíamos de la militancia y del M19 para desarrollar un camino que permitiera construir paz en Colombia. Por eso, inmediatamente empezamos a participar de la dinámica constituyente, luego, particularmente yo, en funciones públicas en la Gobernación de Antioquia y en la Alcaldía de Medellín, después en la consolidación de procesos como la Campaña Colombiana contra las Minas y otras iniciativas que adelanto en pro de la construcción de paz y de democracia. Este paso de conversar con la Comisión de la Verdad es uno dentro de un proceso y dentro una actitud a la que nos comprometimos, la primera obligación de uno como ciudadano es la de tratar de construir mejores condiciones para el país y para la sociedad a la que pertenece, es en el marco de esa actitud y de esa decisión que yo inscribo esta conversación con la Comisión.
¿Qué le aporta a la Comisión lo que ustedes le cuentan sobre las acciones del M19?
Yo creo que la Comisión de la Verdad está intentando construir un relato que le permita comprender algunos de los fenómenos y de las características que ha tenido el conflicto armado colombiano. En ese contexto, por lo que se comprometió, es que la Comisión explora un periodo de tiempo que abarca de 1950 en adelante. El M19 fue un actor en esos tiempos históricos, de tal forma que aportamos a la búsqueda de la Comisión de entender algunos de los procesos en los que participamos algunos actores de la sociedad, entre ellos quienes asumimos la insurgencia como conducta en la década del ochenta. Esa es la importancia.
Pero también hay que buscar otro tipo de actores, no solamente quienes hicimos parte de las guerrillas, sino quienes hicieron parte de las Fuerzas Armadas, de la clase política, de la dirigencia empresarial y gremial del país, para que aporten a la construcción de un relato que permita entender las distintas visiones y realidades en sus diferencias. Digo distintas realidades porque parecería como que la realidad fuera una, pero no es así: las realidades son muy distintas dependiendo de los actores que están interviniendo, depende de cómo le va a cada uno en el baile. Es muy importante escuchar las visiones de cómo le fue a cada uno, cómo interpretó y cómo hizo valoraciones a partir de las cuales asumió comportamientos y conductas.
Hay unos discursos que acentúan la responsabilidades en las insurgencias, en el país además hay una marcada polarización, ¿cómo es participar en estos proceso en medio de esas tensiones?
Yo creo que los discursos de odio persisten en el país, no solamente contra las Farc, es contra todo lo que sea contrario al modelo establecido y dominante, todo opositor en materia ambiental, en materia económica, política, viene siendo agredido por ciertos sectores de la sociedad y el discurso de odio se estableció como la moneda de cambio para el hacer político, porque se consolidó en Colombia y en todo el mundo. Ojo, no es solo contra quien participó de la lucha armada, también con gente que tuvo un pensamiento militante alrededor de ideas que son disruptivas en la sociedad se ha ido construyendo una cohesión social alrededor de un liderazgo en la derecha, el de Álvaro Uribe, y esa cohesión dividió al país hace muchos años, desde el 2002, donde usted se posicionaba por una guerra generalizada o usted era enemigo del Estado y de la sociedad. En ese momento, fácilmente era definido como una persona contraria a los intereses del país si no coincidía con lo que el gobierno desarrollara.
Eso se convirtió en un relato muy importante y ese relato se ha ido haciendo dominante en la estructura del debate público a nivel nacional, regional y local. Por eso, es fácil construir una circunstancia en la que la gente considera que el opositor es alguien que no merece ni siquiera vivir. Somos el país que tiene el mayor número de asesinatos de líderes ambientales, somos el país que firmó un acuerdo de paz y la mitad de la sociedad dijo que ese acuerdo no tiene sentido ni validez, y se pusieron en la tarea de debilitarlo y lo lograron, hoy tenemos una regresión profunda con indicadores de violencia muy fuertes que obviamente están creciendo y que limitan la posibilidad de desarrollo democrático de la sociedad colombiana.
Se espera que la información que entreguen los excombatientes no sea una justificación de determinados hechos, sino que responda al derecho de las víctimas a conocer la verdad. Usted que ha estado adentro de esta discusión, ¿cómo observa el proceso?
La verdad es una suma, no es la que alguien expresa, y en un contexto como el colombiano y en un tema que toca la política, que enuncia temas de la historia, de la violencia, de la sociedad colombiana, es muy difícil encontrar un relato que dé toda la explicación que satisfaga a uno o a otro sector. Entonces, me ha parecido muy interesante el proceso de verdad que se ha planteado porque es un ejercicio de escuchar distintos puntos de vista. Escuchar no significa validar.
Hay personas que cuando uno las escucha le parecen más o menos transparentes a juicio de uno. Entrar en un proceso de juzgamiento me parece complejo porque para eso hay otro tipo de instancias. Habrá quien diga que todo lo que se está diciendo es mentira, quienes aseguren que la construcción de verdad en la sociedad es un imposible, pero yo creo que se trata de entender las claves de por qué sucedieron o acontecieron ciertos hechos, no se trata de que nos quede un juicio calificativo, sino un juicio que permita comprender los contextos y las características de los tiempos que la Comisión quiere referenciar. Eso no significa que no haya responsabilidades negativas o individuales sobre los procesos, pero la Comisión no es una instancia que busque esos juzgamientos, sino que intenta construir unos relatos en los que deben escucharse todas las versiones.
Seguramente vas a encontrar que la Comisión va a entender un fenómeno de una manera distinta a cómo pudieron interpretarlo algunas personas que intervinieron en las sesiones, por eso es muy difícil el trabajo de los comisionados, y va a haber unos escenarios en los que habrán contradicciones con algún sector de la sociedad, nadie en una instancia de verdad quiere quedar ante la historia como masacrador, pero digamos el proceso de construcción del relato de qué pasó, por ejemplo, en Trujillo, tiene que contar que en ese municipio hubo una masacre y quién actuó allí, eso es muy complejo porque el Estado tiene que reconocer sus responsabilidades, al igual que todos los otros actores que participaron en el conflicto armado.
Eduardo Pizarro Leongómez dijo a mediados de este año que la Comisión debía construir relatos que miraran más hacia el futuro, que no se centraran exclusivamente en el pasado para señalar unas responsabilidades con nombre propio. ¿Cuál es su opinión sobre los horizontes que se plantean a la Comisión?
Lo que plantea Eduardo es que la Comisión se va a equivocar porque está haciendo una indagación sobre cómo sucedió la guerra y dice que eso no sirve, tiene como ejemplo la comisión de Argentina. Yo creo que cada proceso es distinto. Yo creo que sí es muy importante hablar de por qué tenemos la guerra que hay. Ahora, existe la posibilidad de aportar a la reconciliación en tanto no se convierta a la Comisión en un instrumento contra nadie, creo que es el esfuerzo que se hace desde allí. El problema es pretender que los responsables de la violencia en Colombia son un solo actor. Hay unos mandamientos que él propone en ese texto, que por ejemplo la izquierda nunca vuelva a pretender tomarse el poder por las armas, habría que decir otro y es que la derecha nunca pretenda mantenerse en el poder convirtiendo la violencia en una norma para sostenerse
Esto es un proceso complejo, largo y no creo que vaya a ser fácilmente conseguible, que los colombianos logremos un nivel de conciencia sobre lo que pasó porque cada vez están exacerbando más la opinión, ya vamos en que Iván Cepeda es el nuevo líder de las nuevas Farc, que el hijo de Uribe es el que habla al país e indica qué es verdad y qué es mentira, ya ni siquiera lo que dice el Departamento de Estado de Estados Unidos es valeroso o válido para quienes toda la vida utilizaron los argumentos de la política norteamericana porque dejó de favorecerles. Entonces, nos toca ir generando más niveles de tranquilidad y de paciencia.
Creo que la Comisión de la Verdad va a hacer unos aportes importantes, pero la sociedad va a estar dividida porque así lo ha estado desde el proceso de paz y esa división no la vamos a superar rápidamente, al contrario, creo que se profundiza más para desgracia de la historia misma.
Bajo ese escenario, ¿cuál debería ser la actitud de la sociedad civil en este proceso?
Es muy importante que el conjunto de la sociedad: los jóvenes, los adultos, los académicos, los investigadores y los medios hagamos conciencia de la necesidad de generar y tender puentes entre opiniones diversas, de tratar de construir un escenario en el que pueda existir un relato más eficiente para el país, que podamos tener la posibilidad de existir como una sociedad en la que el respeto a la vida se vuelva dominante, en la que matar a una persona no sea una normalidad, y es muy importante también que haya conciencia, en los distintos actores y en los liderazgos, de que necesitamos una cohesión social democrática, que involucre el debate, por álgido que sea, pero que no cree bandos, sino que permita hacer fluir y desarrollar la democracia y entender que lo más urgente en Colombia, además de acabar la guerra, de acabar el desarrollo sustantivo de la violencia en la vida colombiana, es profundizar comportamientos democráticos en la vida social.