Historias de tortura y muerte, pero también de resiliencia y fortaleza, fue lo que encontraron los alumnos de primer semestre de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado de Chile, que recogieron y reconstruyeron el testimonio de sus mayores sobre el Golpe de 1973[*].
Por Roberto Herrscher, Puroperiodismo
Foto: Historia Política
El ejercicio era ambicioso: 75 alumnos de primer semestre debían entrevistar a abuelas, abuelos, padres, tíos, amigos familiares o vecinos para que les contaran qué recordaban del 11 de septiembre de 1973 o los días anteriores y posteriores. Con estos relatos, cada estudiante debía escribir un breve testimonio en la primera persona de la persona entrevistada.
Para esto, leyeron ejemplos del trabajo de la bielorrusa Svetlana Alexiévich y de la mexicana Elena Poniatowska, maestras de estos fascinantes híbridos de crónica periodística, historia oral y guión de teatro documental. También leyeron y comentamos en clase parte de los libros Operación masacre de Rodolfo Walsh y La Conjura, de Mónica González. Este último, para estudiar las causas y efectos, los preparativos del Golpe de estado y el sufrimiento de la población los días, meses y años posteriores. La Historia con mayúscula.
Con estos componentes, cada estudiante se lanzó a contar las historias personales –con minúscula–, que dialoguen y completen esa Historia. Encontrar dentro de sus propio entorno familiar y personal las voces de este lejano – pero tan presente– momento de tragedia en Chile.
Compartimos aquí 12 de los mejores trabajos, que fueron muchos y muy variados. Muchos estudiantes, casi todos nacidos ya en el siglo XXI, se animaron a preguntarles a sus mayores por primera vez qué les sucedió, que vieron y qué sintieron en ese día, hace hoy 47 años, en que cambió la historia de su país.
El recuerdo, el transmitir lo vivido a las generaciones posteriores es un acto de amor, pero también de rebeldía, de desafío al muro de silencio y olvido que se tejió en este país a partir del ‘73. Quiero aquí, además de felicitar a los alumnos, agradecer a los parientes que les regalaron generosamente sus historias.
Dice la académica de antropología de la Universidad Alberto Hurtado, Francisca Márquez: “Nos educamos en el miedo de la represión y el silencio. Así crecimos y así aprendimos a pensar. De allí que un registro biográfico privado, como lo es el diario, pudiese construir un buen espacio de resguardo. Aprendimos a sobrevivir del y en silencio”.
Esto lo dice Márquez en el epílogo de una obra valiosa de resguardo y transmisión: la publicación (Hueders, 2019) de su Diario de Francisca, el diario personal que la niña que ella fue escribió durante los meses aciagos de 1973, cuando tenía 12 años. Son parte de los 17 volúmenes en los que iba contando toda su infancia. Pero este en particular es un relato sorprendente del golpe desde adentro de la cabeza de una niña.
El epílogo es parte de una serie de estudios académicos sobre su diario que acompañan el facsímil y la transcripción de sus palabras. El recuerdo del pasado se vuelve no solo necesario sino relevante para el estudio de quiénes éramos y quiénes somos. La historia de la vida privada, esa gran adición a la historiografía que completa el relato de los hechos de la Historia.
Por eso me pareció una buena idea este proyecto en el extrañísimo primer semestre que tuvimos este 2020, cuando los alumnos comenzaron su vida universitaria en pandemia, sin aulas, sin campus, sin conocernos ni conocerse, encerrados en sus casas.
No pueden salir, pero pueden leer libros como La Conjura. Y pueden preguntarle a sus mayores sobre este momento transcendental en la vida de su país. Y en su propia vida, aunque haya sucedido un cuarto de siglo antes de que nacieran. Conocer el pasado y poder hacer preguntas y obtener un relato así de potente sobre hechos traumáticos es parte de la formación de nuestros alumnos.
Nunca imaginé que iba a recibir tan buenos trabajos. Me costó mucho escoger estos 12. Me llamó la atención que estos alumnos, que son representativos de los chilenos de su generación, tienen todos en sus familias las marcas indelebles del horror, de la pena, de la traición, del miedo, de la rabia. Las personas mayores a las que entrevistan se acuerdan con absoluta precisión de ese día y de los días siguientes. Todos los alumnos entendieron fácilmente algo que, habiendo hecho el ejercicio con personas muy mayores y periodistas veteranos, a veces les cuesta mucho más: que debían ser los testimonios en primera persona de la persona a la que entrevistaban.
El “yo” es el otro. Así de fácil, pero así de duro de asumir para otros; no para estos alumnos de primer año.
En estos relatos hay muertos, hay torturados, hay humillados, hay historias de amor y amistad y anécdotas y escenas inolvidables. Está el recuerdo de un país quebrado y una inmensa tragedia colectiva. No hay familia a la que no le haya sucedido el golpe como algo profundo y propio.
Es la primera vez que compartimos trabajos de alumnos de primer semestre. Veo en estos textos la promesa de buenos escritores en ciernes, que aprendieron la primera lección fundamental del periodismo: a escuchar y honrar las historias que reciben como un regalo en tiempos de borrasca.
TESTIMONIOS
Amparo Soto: “Todas éramos basura para ellos”
por Ailine Jodre
«No tuve miedo: si había que morir, se moría. Yo nunca supe en qué lugar estaba, ni qué hora era. Me quebraron la nariz y tengo quemaduras en las rodillas por los cigarros. Incluso vi a uno que le decían ‘El Camión’, y me dijo: ‘Mira, mierda, si alguna vez me ves en la calle, si es que estás viva, te voy a matar ahí mismo’”. Seguir leyendo…
José Seferino: “Después de esa noche no volví a ver al Juancho”
por Juan Diego Corredor
Ahí, frente a mí, estaba aquel estadio en el que había visto tantas veces jugar a Chile, el lugar donde había gritado, cantado y celebrado. De chico quería ser futbolista. Siempre había fantaseado con el momento de entrar en la cancha del Estadio Nacional y ser vitoreado por todos mis compatriotas. Pero nunca imaginé entrar de esta forma y ser recibido por la macabra imagen de miles de personas detenidas”. Seguir leyendo…
Francisco Tomic: “Nos preparábamos para lo peor: un montón de gente llegando a incendiar nuestro hogar”
por Isidora Reinjst
“Mi madre entró a mi pieza y dijo: “Lindo, no vayas al colegio. Hay un golpe militar en progreso”, y partió de vuelta a la pieza de mi papá. Yo me quedé un rato mirando el techo y pensando: “¿Qué significará esto?”. Después me levanté y caminé hacia la habitación en la que estaba mi padre, hablando por teléfono. Él era Radomiro Tomic y había sido candidato a Presidente de la República el año ‘70”. Seguir leyendo…
Elena González: “Había una niña que me tenía mala leche (…) Ella me denunció como comunista”
por Sebastián Jerez
«Donde estaba, sólo había mujeres. Me acuerdo de que había una doctora encerrada en una celda cuadrada hecha de palos. La tenían ahí porque había ayudado a algunas personas heridas. Luego de salir, traté de ubicarla por años, pero figuraba como desaparecida. Nunca la encontraron”. Seguir leyendo…
Mónica Díaz: “Fue en ese momento que me miró y me dijo: ‘¿Acaso usted no sabía que las mujeres no deben usar pantalones?’”
por Carla Yáñez
No estaba solo, había otros milicos junto a él y estaban todos escondidos detrás de esa misma palmera, esperando quizá qué cosa. Andaban todos con “metralladoras”, todavía me acuerdo bien. Parece que también andaban con la cara pintada, tenían unas rayas negras. Los otros se quedaron ahí mientras el militar que me había llamado, se acercó”. Seguir leyendo…
Richard Vera: “Nadie se fue porque nuestro objetivo era defender al gobierno y esperábamos instrucciones que nunca llegaron”
por José Manuel Vera
“Una cosa chistosa, en medio de la tensión del momento, ocurrió cuando llegó un furgón de Carabineros y se bajaron varios con fusiles. Pensamos que venían a allanarnos y nos preparamos para resistir. Sacaron un canasto y entraron al local de al lado, donde había una panadería. Al rato salieron con el canasto lleno y se fueron. Creo que nunca tuvimos miedo”. Seguir leyendo…
Jorge Jorquera: “El milico se subió a la tanqueta y mi papá, con dificultad, se levantó del suelo, adolorido y con el miedo en las venas”
por Ana María Jorquera
«El milico le exigió a mi papá que se sentara de rodillas con las manos en la nuca mirando hacia la casa. En ese momento, mi corazón se paralizó y llorábamos al pensar que lo fusilarían. El milico se acercó por detrás y le dio una patada por la espalda, dejándolo en el suelo, y sin dejar de apuntarle la cabeza con el fusil, le dijo: ‘¡No te da vergüenza, teníh’ cabros chicos! ¡No los quiero ver más en la calle, ¿entendiste?!’”. Seguir leyendo…
Andrés Oyarzún: “Estaba muy asustado porque sabía que mi madre trabajaba en La Moneda”
por Ignacio González
«Un profesor me llevó junto a otro compañero en su auto hacia nuestros hogares. En el trayecto fuimos escuchando radio, pero a nuestros 15 años no entendíamos muy bien lo que sucedía. Cuando íbamos llegando a la casa del otro chico, nos percatamos que vivía en una población de Carabineros, quienes se encontraban absolutamente armados con fusiles. En ese momento supimos más o menos para donde iba la cosa”. Seguir leyendo…
María Ahumada Ponce: “No les temí a los militares hasta que uno me apuntó entre los ojos”
por Javiera Aguilar
“Mi madre había ocultado su embarazo por meses, y tres meses después del Golpe de estado, nació mi hermana. Era de madrugada cuando mi mamá despertó a todos en la casa con la noticia. Debía ir al hospital, así que sólo tomamos aquel paño blanco para identificarnos con los milicos que se paseaban por las líneas del tren”. Seguir leyendo…
José Luis Araya: “Mi madre nos dijo que no podíamos salir por ningún motivo: sabía que la situación se iba a volver tensa en La Victoria”
por Agustín Araya
“Dicho y hecho. Al momento de llegar los militares a La Victoria, comenzaron los baleos y mi mamá rápidamente nos llevó al segundo piso y nos escondió debajo de la cama, mientras escuchaba los disparos que venían desde afuera. Era como estar en una pesadilla de la que no podía despertar”. Seguir leyendo…
Jorge Letelier: “Los grandes dirigentes se arrancaron y nosotros, los cabritos, nos quedamos sin saber qué hacer”
por Sofía Martínez Letelier
“Fui a una bodega que pertenecía a la sede de la calle Madrid, entre Copiapó y Porvenir, si no me equivoco. Me presenté porque había que luchar en contra de lo que estaba pasando. Dentro del comité, recibimos la orden de dirigirnos a la calle Porvenir, casi llegando a Portugal. Ahí estaban todos mis compañeros reunidos. Había armas y un montón de cosas”. Seguir leyendo…
Marina Toro: “El pobre se había meado encima del puro miedo”
por Juliana Muñoz
“’¿Que viste?’, le pregunté nerviosa. Él me miró angustiado, se aseguró que las niñas no estuvieran escuchando y me contó que había visto gente apoyada en la pared… con las manos en la cabeza, hombres y mujeres siendo detenidos de forma violenta, y casas abiertas sin nadie dentro. ‘¿Qué mierda está pasando, vieja?’, preguntó con temor. No hablamos más del tema. Nos sentamos en la mesa y tomamos once casi en silencio, con la radio bajita”. Seguir leyendo…
Este artículo fue publicado originalmente el 11 de septiembre de 2020, aquí.
[*] 47 años han pasado del Golpe de estado en Chile y aún quedan profundas marcas del horror, la pena, la traición, el miedo, la rabia. ¿Qué tan cerca están? El profesor Roberto Herrscher, director de Periodismo UAH, pidió a sus alumnos de primer semestre de la carrera, todos nacidos en el siglo XXI, que buscaran en su entorno, en su núcleo más íntimo, esos recuerdos, esas marcas. Y ahí estaban, en sus padres, abuelos y abuelas, tíos, tías, vecinos, amigos, conocidos de la familia o simplemente alguien cercano. Se encontraron con historias de terror, tortura y muerte, pero también de resiliencia y fortaleza, todas desconocidas para la mayoría de ellos. De ese ejercicio surgieron 12 testimonios que Puroperiodismo comparte en este Especial sobre esas historias que quedaron como cicatrices de la tragedia colectiva que fue el 11 de septiembre de 1973.