En medio de la crisis que atraviesa la Paz Total, la jefa negociadora del Gobierno con el ELN llamó al grupo guerrillero a replantear sus acciones. Reconoce que sí ha habido avances, aunque no sean los deseables, y pide a la sociedad asumir también su responsabilidad en el proceso.
Por Marco Mosquera Ramírez*
Foto de portada: Delegación de Paz del Gobierno de Colombia
La Paz Total, ambiciosa política del presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego, permanece, según voces del propio Gobierno, en cuidados intensivos. El plan para poner fin a más de seis décadas de conflicto interno mediante el diálogo con diferentes organizaciones armadas se ha visto manchado por el recrudecimiento de la violencia en varias regiones del país. Estas condiciones han llevado al Gobierno a pasar de tener nueve mesas de diálogo, a hablar con el que se pueda.
Las conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional, ELN, fueron las primeras instauradas por el presidente tras llegar al Palacio de Nariño. Una negociación truncada, en la actualidad, por la ofensiva del grupo subversivo (y de las disidencias de las FARC) en el Catatumbo, que ha dejado más de 80 muertos y 50 000 desplazados en esa región fronteriza con Venezuela que, según Petro Urrego, el ELN mantiene como un enclave cocalero por instrucciones de carteles mexicanos.
Sin embargo, las dificultades vienen de más atrás. El proceso estuvo congelado gran parte del año pasado por una serie de desentendimientos que impidieron acordar avances fundamentales, como la renovación del acuerdo de cese al fuego, que expiró el 3 de agosto de 2024.
Vera Grabe Loewenherz es la jefa negociadora del Gobierno con el ELN, el diálogo más avanzado con el que es el grupo guerrillero más antiguo del país y del continente americano, y durante el cual se han alcanzado acuerdos históricos como el cese al fuego (y sus mecanismos) y la firma del primer punto de la agenda de paz: un modelo de participación de la sociedad.
Quiero iniciar esta entrevista a partir de un artículo que leí en la prensa europea esta semana. Mi pregunta será la primera línea de ese texto convertida en un interrogante: ¿Está la paz en Colombia bajo ataque?
Uy, pues la paz no es un esfuerzo fácil en Colombia, porque es un país de violencias cruzadas, de múltiples actores, de una historia de disidencias; es decir, es un panorama complejo que implica también tratamientos complejos y caracterizaciones renovadas. Por supuesto, también nos estamos moviendo en un contexto político, entonces, también hay sectores a los que les interesa de alguna manera decir que esto no funciona.
Incluso ha surgido o existe lo que llaman ahora una narrativa que, más o menos, le echa la culpa de la violencia a la paz. Pero eso es una interpretación errónea, porque la Paz Total y todos los esfuerzos buscan ayudar a superar esto, lo cual obviamente no es fácil.
Como estamos viendo, esto no tiene un remedio fácil, implica mucha paciencia, implica mucha dedicación, implica estrategias y, sobre todo en este momento, estar también evaluando qué ha funcionado, qué no ha funcionado, qué se puede mejorar, hasta dónde se puede llegar bajo este gobierno. Es decir, el momento actual plantea también una serie de preguntas.
La Paz Total ha sido bandera del presidente Petro, y pese a los múltiples esfuerzos y a la buena voluntad del Gobierno parece que no ha dado resultado. ¿Cree usted que esa fórmula de diálogo y negociación con todos los grupos delincuenciales, por los menos los más importantes, funciona?, ¿se logrará la paz total en el año y medio que le queda a este gobierno?
Primero, yo no diría que no ha resultado; es decir, aquí hay un acumulado, aquí hay avances. Lo que pasa es que no son todos los deseables. Pero decir que no ha funcionado, yo creo que no es correcto.
Por supuesto, las velocidades que se quieren tener para estos procesos no son tan fáciles, porque los actores son complejos, porque la realidad institucional del país es compleja, y una de las cosas más complejas son los enfrentamientos entre los diferentes grupos armados en territorio. Fíjese, lo que ha marcado mucho las últimas crisis es lo que pasa en los territorios y cómo se enfrentan los grupos y repercuten en la población. Eso es lo que finalmente hace tan grave y complejo todo este proceso, ¿no?
Por supuesto, una de las grandes crisis y lo que estamos atravesando hoy es la operación y el ataque que hizo el ELN en el Catatumbo, que por supuesto puso en jaque este proceso. Ahí por más voluntad que haya se dificultan las cosas, lo cual no quiere decir que lo acumulado, lo hecho, lo que se ha avanzado en términos de participación de la sociedad civil no haya que rescatarlo.
Yo creo que hay que valorar con mucho cuidado, y no se puede decir que esto no ha funcionado. Negar cualquier esfuerzo no le ayuda la paz. Yo creo que se trata de evaluar, mirar qué funciona, qué no funciona y por supuesto, sobre esa base, pues ver cómo se puede seguir.
Por estos días la opinión pública, los medios de comunicación, sectores políticos, hablan de que la paz total no se logró. ¿Será solo pesimismo, y esos procesos de paz sí se están moviendo, se está logrando algo?
Pues habría que evaluar cada uno de los procesos. Hay varias mesas andando, tienen desarrollos diferentes, y se han presentado situaciones complejas como la detención de uno de los negociadores en el caso de la mesa de la Segunda Marquetalia, que genera también la pregunta a los actores armados sobre qué garantías tenemos para sentarnos a negociar.
Valdría la pena todo un balance de cada uno de los procesos y qué podemos considerar avances, porque avances no son solamente el final de un proceso, sino también los logros parciales que se puedan obtener.
Yo creo que en el caso del proceso en el que yo estoy, este tema de la participación ha sido muy importante. Ahora está detenido, pero yo creo que se puede retomar sobre nuevas bases; por lo menos ese es uno de los propósitos que tenemos en esta delegación de gobierno, a pesar de que el proceso está detenido y la mesa está suspendida. Consideramos que un actor central es la sociedad, que también tiene que asumir también su responsabilidad en los procesos: no se puede quedar quieta; se puede mover, puede demandar, puede presionar, porque también hemos visto cómo ayuda cuando la sociedad se pronuncia, cuando la sociedad demanda que hay que volver a los procesos.
Entonces más que ser o no pesimistas, tenemos que ver cómo podemos actuar. Si queremos la paz, si insistimos en ella, si tenemos un sentido de responsabilidad con ella, tenemos que buscar cómo seguir moviendo la paz. La paz es la paz de las mesas, por supuesto, pero también es la paz como participación de la sociedad.
¿Cree usted que, del otro lado, específicamente en el proceso que usted ha liderado, con el ELN, hay voluntad de paz?
Pues yo creo siempre que hay que seguir apostando a la voluntad. Además, que la voluntad y las decisiones de paz también se construyen, ¿cierto? Esto no se puede dar por hecho; y depende también de los procesos que viven las organizaciones, las dinámicas que tienen. Eso todo hay que tenerlo en cuenta.
En el caso del ELN ahora nos hemos encontrado con un hecho tan grave que hace dudar de su voluntad de paz, eso se cae de su peso. Sin embargo, siempre apuesto a que haya una reflexión, una reconsideración, que se valore lo construido, porque finalmente el ELN también fue parte de todo ese proceso de participación y asumió también un compromiso con la población.
Yo esperaría que valore, reconsidere, y sobre todo que sea consciente de la cruel afectación de esta confrontación en la gente. Y si tiene un compromiso con la población, si tiene un compromiso con el pueblo, se esperaría que se repiense, se reevalúe y que de verdad tenga conciencia de que la única ruta que tenemos es la paz. La guerra no da resultado, ya estamos viendo el dolor que genera, ya sabemos lo que pasa. Finalmente, si el ELN se considera una organización que quiere cambios para el país, tiene que pensarse la paz en serio.
¿En qué puntos considera usted que debería ceder el ELN?
Un tema elemental, principal, es el respeto a la población civil. Es decir, esto no puede funcionar, ningún proceso funciona si no hay respeto a la población civil. Y también asumir otra actitud frente a este gobierno, si quiere caminar hacia la paz con este gobierno, y si se ve en la transición de la paz.
Antonio García, máximo líder del ELN, aseguró esta semana que se ha construido una narrativa para atentar contra sus estructuras, una narrativa que carece de fines políticos. Ha dicho, en múltiples ocasiones, que el Gobierno ha incumplido los acuerdos pactados en las conversaciones iniciadas en noviembre de 2022 en Venezuela y que las actitudes del presidente Petro hacia ellos son “mentirosas, manipuladoras y de ausencia total de verdad”. ¿Qué piensa de estas aseveraciones?
Yo no voy a polemizar con Antonio García, porque me parece que su manera de abordar los temas, la manera de plantear las cosas, no es un lenguaje de paz y diálogo. Uno esperaría que sus fines políticos sí existan, aunque los métodos que usan no parecen coherentes con los fines, y surge la pregunta de cuál es su voluntad. Si uno no respeta a la población, si uno no tiene en cuenta a la gente, ¿cuál es su sentido político?
Un informe de Naciones Unidas, publicado el año pasado, da cuenta de que, en 50 procesos de paz desarrollados en el planeta, solo hubo un 9,6% de participación femenina en los equipos negociadores. ¿Qué representa para usted ser la cabeza de una negociación tan importante?
Primero, en nuestra delegación, además de una jefatura femenina, la mitad somos mujeres. Mujeres con muy diferentes trayectorias y experiencias, lo cual es muy importante.
Por lo tanto, representa una enorme posibilidad, pero también un reto sobre cómo abordar todos los temas de género, propiciar la participación de las mujeres en la paz, recoger toda la experiencia que hay, que obviamente va mucho más allá de nuestra mesa.
En el movimiento social por la paz la presencia femenina es muy alta y eso no se refleja siempre en las negociaciones, pero en el caso nuestro la alta presencia de mujeres hace una diferencia. Para mí ha significado personalmente un reto inmenso, porque los contextos de las negociaciones están cargados de lógicas patriarcales, pero finalmente se trata de hacer de esto una posibilidad, ver cómo se introduce una perspectiva de género en las negociaciones, cómo nos hacemos más visibles, cómo mostramos que existe un abordaje de la paz como postura, como lógica que tenemos las mujeres, que contribuye a nuevas formas de dialogar y comprender estos procesos en clave de cultura de paz.
¿Usted cree que Colombia va a lograr algún día una paz con todos los grupos criminales?, ¿una paz total?
La paz es un camino y hay que entenderla así, como un proceso complejo imperfecto, pero no por eso menos necesario. Es la paz con los armados, pero también de la sociedad, es también un cambio cultural. Y, así por momentos, pareciera que la paz se oculta, siempre volveremos sobre ella. No nos va a llegar, la tenemos que ganar, y eso significa valorar cada paso que damos, cada avance que tenemos, cada dificultad que superamos, porque finalmente estamos buscando dejar atrás una historia marcada por la violencia y transformarnos también culturalmente, porque detrás de las armas, los intereses, la codicia, hay toda una mentalidad que la respalda y legitima, y esa también hay que superarla: la de creer que la violencia es necesaria y que es poder. Vivimos mejor y más tranquilos si tramitamos nuestros conflictos en paz, si reconocemos nuestra diversidad, y somos conscientes que la guerra solo genera dolor. La paz no es fácil, pero creo que finalmente todos la queremos y necesitamos. Cuanto tiempo tardemos para reconocerlo, no lo sé. Y depende de nosotros, nosotras.
¿Quién es la jefe de la negociación con el ELN? |
Vera Grabe Loewenherz ha dedicado buena parte de su vida al trabajo por la paz. Nació en 1951. Es hija de inmigrantes alemanes que llegaron a Bogotá huyendo de la crisis de la Alemania posguerra. Estudió antropología, primero en la Universidad Nacional y luego en la Universidad de Los Andes. Fue en esa época, hacia 1972, y cuando tenía 21 años, que empezó su acercamiento a lecturas de izquierda que le proporcionaban amigos que ya militaban en Comuneros, el núcleo fundador del Movimiento 19 de abril, M-19, del que luego hizo parte. Militó y ocupó altos cargos, por 16 años, en esa guerrilla que se desmovilizó en 1990, luego de un proceso de paz de dos años con el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990), tras el cual se convirtió en representante a la Cámara por el partido Alianza Democrática M-19, surgido con la firma de la paz. En cuanto a su experiencia en este tipo de procesos, Vera Grabe es fundadora del Observatorio para la Paz, junto con otras personas que hacían parte de negociaciones del mismo tipo en los años noventa. Se graduó como doctora en Paz, Democracia y Conflicto en la Universidad de Granada, en España, y en 2014, formó parte de la comisión asesora del Gobierno de Colombia en el proceso de paz con las FARC. |
Marco Mosquera Ramírez es comunicador social y periodista egresado de la Universidad de Manizales. Actualmente es estudiante del Máster de Formación Permanente en Reporterismo Internacional que ofrecen la Universidad de Alcalá y RTVE (España) y es corresponsal freelance del diario El Tiempo. Este trabajo periodístico fue realizado en el contexto del curso “América Latina”, dirigido por la periodista Patricia Nieto, profesora de la Universidad de Antioquia e integrante del comité académico de Hacemos Memoria.